martes, 15 de agosto de 2017

HENRI BERGSON Y EL ETERNALISMO





















HENRI BERGSON Y EL ETERNALISMO

Fermín Huerta Martín

No temo la muerte, temo el tiempo.
Interstellar

El último puñetazo filosófico recibido me lo ha propinado el filósofo francés y premio nobel de literatura en 1927 Henri Bergson.
En algún mes perdido del año 2014 me dio por comprar en un mercadillo callejero el libro La emergencia del tiempo cinemático de Mary Ann Doane, lo mejor del libro es una cita de Bergson referida a Zenón, la explicación de Bergson me fascinó (además coincidía con mis primeras reflexiones sobre el tema), enseguida comprobé que tenía un libro suyo comprado en 1985 y aun no leído: La evolución creadora, recabando información encontré su disputa con Einstein y decidí comprar Duración y simultaneidad, en Europa no pude encontrar ningún ejemplar traducido al español, así que lo tuve que pedir a América, al recibirlo no pude por menos que sorprenderme al leer en una de sus primeras páginas: Prohibida su comercialización en España. No puedo imaginar cual puede ser el motivo para que un libro editado en español no se pueda vender en España.
El libro fue una sorpresa total, por supuesto quise profundizar en el resto de su obra (Bibliografía de Henri Bergson en español), pero a medio camino de esta inmersión en los océanos bergsonianos he querido hacer un alto para escribir este texto que enlazaría con dos artículos anteriores (Tiempo para el presentismo filosófico y ¿Qué es el ego para el eternalismo?) y que trata del eternalismo, tema que tan buenos ratos me está haciendo pasar en esta época de prevejez.
Para Bergson el origen del eternalismo pasa por lo que él denomina “método cinematográfico”.
Todas las notas del libro La evolución creadora son de la edición de 1985 de RBA / Editorial Planeta.
“En lugar de atenernos al devenir interior de las cosas, nos colocamos fuera de ellas para recomponer su devenir artificialmente. Tomamos vistas casi instantáneas de la realidad que pasa, y, como ellas son características de esta realidad, nos basta enfilarlas a lo largo de un devenir abstracto, uniforme, invisible, situado en el fondo del aparato del conocimiento, para imitar lo que hay de característico en este devenir mismo. Percepción, intelección, lenguaje proceden en general así. Trátese de pensar el devenir, o de expresarlo, o incluso de percibirlo, apenas hacemos otra cosa que accionar una especie de cinematógrafo interior. Se resumiría, pues, todo lo que precede diciendo que el mecanismo de nuestro conocimiento usual es de naturaleza cinematográfica (…) El carácter cinematográfico de nuestro conocimiento  de las cosas se debe al carácter caleidoscópico de nuestra adaptación a ellas.” P. 267.
“Los griegos tenían confianza en la naturaleza, confianza en el espíritu dejado a su inclinación natural, confianza sobre todo en el lenguaje, en tanto exterioriza el pensamiento naturalmente. Mejor que negar la razón ante el curso de las cosas, al pensamiento y al lenguaje, prefirieron hacerlo al curso de las cosas.
Es lo que hicieron sin miramiento alguno los filósofos de la escuela de Elea. Como el devenir choca con nuestros hábitos de pensamiento y se inserta mal en los cuadros del lenguaje, lo declararon irreal. En el movimiento espacial y en el cambio en general no vieron más que ilusión pura. Podía atenuarse esta conclusión sin cambiar las premisas, decir que la realidad cambia pero que no debería cambiar. La experiencia nos pone en presencia del devenir, he ahí la realidad sensible. Pero la realidad inteligible, la que debería ser, es todavía más real y, ciertamente, se dirá, no cambia. Bajo el devenir cualitativo, bajo el devenir evolutivo, bajo el devenir extensivo, el espíritu debe buscar lo que es refractario al cambio: la cualidad definible, la forma o esencia, el fin. Tal es el principio fundamental de la filosofía que se desarrolló en la antigüedad clásica, la filosofía de las Formas o, para emplear un término más afín a lo griego, la filosofía de las Ideas.” P. 273-274.
“Reducir las cosas a las Ideas consiste, pues, en resolver el devenir en sus principales momentos, sustrayendo por lo demás estos mismos momentos, por hipótesis, a la ley del tiempo y recogiéndolos en la eternidad. Es decir, que venimos a parar a la filosofía de las Ideas cuando se aplica el mecanismo cinematográfico de la inteligencia al análisis de lo real.” P. 274-275.
“Y pasado, presente y futuro se contraen en un momento único, que es la eternidad.” P. 279.
“La ciencia moderna, al igual que la ciencia antigua, procede según el método cinematográfico. No puede en realidad proceder de otro modo; toda ciencia está sujeta a esta ley. Resulta esencial a la ciencia, en efecto, manipular signos con los que sustituye a los objetos mismos. Estos signos difieren sin duda de los del lenguaje por su precisión mayor y su eficacia más alta, pero no dejan por ello de referirse a la condición general del signo, que denota en forma resolutoria un aspecto fijo de la realidad.” P. 286.
“A diferencia de la ciencia antigua, que se detenía en ciertos momentos considerados como esenciales, se ocupa indiferentemente de cualquier momento. Pero siempre considera los momentos, siempre las detenciones virtuales, siempre, en suma, las inmovilidades. Es decir, que el tiempo real, considerado como un flujo o, en otros términos, como la movilidad misma del ser, escapa aquí a la mirada del conocimiento científico.” P. 292.
“Así, al lado de la nueva vía que la filosofía podía abrir, la antigua permanecía abierta. La misma por la que discurría la física. Y, como la física no retenía del tiempo más que lo que podía mostrarse de una vez en el espacio, la metafísica que se aventuraba en esta dirección debía necesariamente proceder como si el tiempo no crease y no destruyese nada, como si la duración no tuviese eficacia. Constreñida, como la física de los modernos y la metafísica de los antiguos, al método cinematográfico, abocaba a esta conclusión, implícitamente admitida en el punto de partida e inmanente al método mismo: Todo está dado.” P. 299.
“El Dios de Aristóteles, en efecto, había sido obtenido por la compresión y la compenetración recíproca de las Ideas que representan, en estado acabado o en su punto culminante, las cosas que cambian en el mundo. Resultaba trascendente al mundo y la duración de las cosas se yuxtaponía a su eternidad, de la que venía a ser un debilitamiento. Pero el principio al cual nos vemos conducidos por la consideración del mecanicismo universal, y que debe servirle de sustrato, no condensa ya en él conceptos o cosas, sino leyes o relaciones. Ahora bien, una relación no existe separadamente. Una ley enlaza entre sí términos que cambian; es inmanente a lo que rige. El principio en el que vienen a condensarse todas estas relaciones, y que fundamenta la unidad de la naturaleza, no puede pues ser trascendente a la realidad sensible; le es inmanente y es preciso suponer a la vez que está en el tiempo y fuera del tiempo, reunido en la unidad de su sustancia y, no obstante, condenado a desenvolverla en una cadena sin convenzo ni fin. Antes que formular una contradicción tan chocante, los filósofos debían haber sido llevados a sacrificar el más débil de los dos términos y a tener el aspecto temporal de las cosas por una pura ilusión.” P. 305.
 “El tiempo abstracto t atribuido por la ciencia a un objeto material o a un sistema aislado, no consiste más que en un número determinado de simultaneidades, o más generalmente de correspondencias, y que este número permanece el mismo, sea cual sea la naturaleza de los intervalos que separan unas correspondencias de otras. Jamás se presenta la cuestión de estos intervalos cuando se habla de la materia bruta; o si se les toma en consideración, es para contar ahí con correspondencias nuevas, entre las cuales podrá pasar todavía todo lo que se quiera. El sentido común, que sólo se ocupa de los objetos separados, como también la ciencia, que no considera más que sistemas aislados, se coloca en los extremos de los intervalos y no a lo largo de los intervalos mismos. Por lo cual podríamos suponer que el flujo del tiempo tomó una rapidez infinita, que todo el pasado, el presente y el porvenir de los objetos materiales o de los sistemas aislados se hizo patente de una vez en el espacio: nada habría que cambiar ni en las fórmulas del sabio ni incluso en el lenguaje del sentido común. El número t significaría siempre lo mismo. Contaría todavía con el mismo número de correspondencias entre los estados de los objetos o de los sistemas y los puntos de la línea plenamente trazada que sería ahora "el curso del tiempo".”  P. 21.
“El mecanicismo radical implica una metafísica en la que la totalidad de lo real es poseída en bloque, en la eternidad, y en la que la duración aparente de las cosas expresa simplemente la debilidad de un espíritu que no puede conocerlo todo a la vez.” P. 46.
“Para que el sistema de hoy pueda superponerse al de ayer, sería preciso que éste hubiera esperado a aquél, que el tiempo se hubiese detenido y que todo fuera simultáneo con todo: esto es lo que ocurre en geometría, pero sólo en geometría.
La inducción implica, pues, ante todo, que en el mundo del físico, al igual que en el del geómetra, el tiempo no cuenta.” P.194.
“Supongamos que esta rapidez de flujo se hace infinita. Imaginemos, como decíamos en las primeras páginas de este libro, que la trayectoria del móvil T sea dada de una vez y que toda la historia pasada, presente y futura del universo material sea desplegada en el espacio. Subsistirán las mismas correspondencias matemáticas entre los momentos de la historia del mundo que se abren en abanico, por decirlo así, y las divisiones T1, T2 T3..., de la línea que se llamará, por definición, "el curso del tiempo". En relación con la ciencia nada habrá cambiado. Pero si, al desplegarse así el tiempo en espacio y al convertirse la sucesión en yuxtaposición, la ciencia no cambia nada en lo que ella nos dice, es que en lo que nos decía no tenía en cuenta ni la sucesión en lo que ofrece de específico ni el tiempo en lo que ofrece de fluido. No tiene ningún signo con el que expresar la sucesión y la duración, que es lo que sorprende nuestra conciencia. No se aplica ya al devenir, en lo que tiene de móvil, desde el momento que los puentes arrojados al río de tarde en tarde no siguen el agua que corre bajo sus arcos.” P. 293.
“Entonces, como la sucesión por venir terminará por ser una sucesión pasada, nos persuadimos de que la sucesión por venir exige el mismo trato que la duración pasada, que desde ahora puede desarrollarse, y que el futuro está ahí, enrollado, ya pintado sobre la tela. ¡Ilusión, sin duda, pero ilusión natural, tenaz, que durará tanto como el espíritu humano!” P. 296.
“Y siendo la afirmación esencial del mecanicismo la de una solidaridad matemática de todos los puntos del universo entre sí, de todos los momentos del universo entre sí, la razón del mecanicismo debía encontrarse en la unidad de un principio en el que se reuniese todo lo que hay de yuxtapuesto en el espacio, de sucesivo en el tiempo. A partir de entonces, suponíamos dada de una vez la totalidad de lo real. La determinación recíproca de las apariencias yuxtapuestas en el espacio asentaba en la indivisibilidad del ser verdadero. Y el determinismo riguroso de los fenómenos sucesivos en el tiempo expresaba simplemente que el todo del ser está dado en lo eterno.” P. 301.
Bergson publicó La evolución creadora en 1907 y en 1922 publica Duración y simultaneidad donde vuelve a tratar el tema, las citas son de la edición de Ediciones del signo de 2004.
“Inmanente a nuestra medida del tiempo es pues, la tendencia a vaciar su contenido en un espacio de cuatro dimensiones en el que pasado, presente y porvenir estarían yuxtapuestos o superpuestos desde siempre. Esta tendencia expresa simplemente nuestra impotencia para traducir matemáticamente el tiempo mismo, la necesidad en la que estamos de sustituirlo, para medirlo, con simultaneidades que contamos: éstas son instantáneas; no participan de la naturaleza del tiempo real; no duran. Son simples fotografías del espíritu, que jalonan con detenciones virtuales la duración consciente y el movimiento real, utilizando a este efecto el punto matemático que ha sido transportado del espacio al tiempo.” P. 101-102.
“Pero la operación por la cual convertimos el tiempo en espacio para medirlo nos informa implícitamente sobre su contenido. La medida de una cosa es a veces reveladora de su naturaleza, y la expresión matemática resulta tener justamente aquí una virtud mágica: creada por nosotros o surgida a nuestro llamado, hace más de lo que pedíamos, porque no podemos convertir en espacio al tiempo ya transcurrido sin tratar igualmente al Tiempo en su totalidad: el acto por el cual introducíamos el pasado y el presente en el espacio extiende allí, sin consultarnos, el porvenir. Este nos queda sin duda oculto por una pantalla; pero lo tenemos ahora, completamente hecho, dado con el resto. Incluso, lo que llamábamos el fluir del tiempo no era sino el deslizamiento continuo de la pantalla y la visión gradualmente obtenida de lo que esperaba, globalmente, en la eternidad. Tomemos entonces esta duración por lo que ella es, por una negación, por un impedimento sin cesar diferido de todo ver: nuestros propios actos no nos aparecerán más como un aporte de novedad imprevisible. Forman parte de la trama universal de las cosas, dada de una vez. No los introducimos en el mundo; es el mundo el que los introduce completamente hechos en nosotros, en nuestra conciencia, a medida que los alcanzamos. Sí, somos nosotros los que pasamos cuando decimos que el tiempo pasa; es el movimiento delante de nuestra visión el que actualiza, momento a momento, una historia virtualmente dada enteramente. Tal es la metafísica inmanente a la representación espacial del tiempo. Es inevitable. Distinta o confusa, fue siempre la metafísica natural del espíritu  especulando sobre el devenir.” P. 103-104.
“No podemos medir el tiempo sin convertirlo en espacio” P. 104.
“Pero este  razonamiento iría contra el principio mismo de la teoría de la Relatividad, que es no suponer jamás  nada más allá de lo que es actualmente comprobado y de la medida efectivamente tomada. Sería postular que, anteriormente a nuestra ciencia humana, la cual está en un perpetuo devenir, hay una ciencia integral, dada en bloque, en la eternidad, y confundiéndose  con la realidad misma: nos limitaríamos a adquirirla jirón por jirón. Tal fue la idea dominante de la metafísica de los griegos, idea retomada por la filosofía moderna y natural además a nuestro entendimiento. Admito que se adhiera a ella; pero no se debería olvidar que es una metafísica, y una metafísica fundada sobre principios que no tienen nada en común con los de la Relatividad.” P. 130.
“Lo que es dado  como movimiento en un espacio de un número cualquiera de dimensiones puede ser representado como forma en un espacio que tiene una dimensión más” P. 196.
“Veo nuestro universo sólido, según nuestra manera de hablar; está hecho del amontonamiento de todas vuestras imágenes planas, pasadas, presentes y futuras. Veo también  vuestra conciencia viajando perpendicularmente a estos planos superpuestos, no tomando jamás  conocimiento sino de aquél que ella atraviesa, percibiéndolo como presente, pero ignorando a los que están adelante y que entran por turno en su presente para venir inmediatamente a enriquecer su pasado.” P. 203.
“El montón de imágenes apiladas que constituye la totalidad de los estados del universo no tiene nada que implique o explique el movimiento por el cual vuestro espacio P las ocupa por turno, o por el cual (esto viene a ser lo mismo, según vosotros) ellas vienen por turno a llenar el espacio P en el que estáis. “ P. 203.
“Vosotros queréis, en efecto, que vuestro plano  P atraviese todas las imágenes  puestas allí para vuestra espera, de todos los momentos sucesivos del universo. O (lo que viene a ser lo mismo) queréis que todas estas imágenes dadas en lo instantáneo o en la eternidad sean condenadas, en razón de una invalidez de vuestra percepción, a aparecernos  como pasando por turno sobre vuestro plano P. Poco importa  además que os expreséis de una manera o de la otra ya que en los dos casos hay un plano P –es el espacio-, y un desplazamiento de este plano paralelamente a sí mismo –es el Tiempo- que hace que el plano recorra la totalidad del bloque puesto una vez por todas. Pero, si el bloque es realmente dado, podéis también cortarlo por cualquier otro plano P´ desplazándose todavía paralelamente a sí mismo y recorriendo así en otra dirección la totalidad de lo real. Habréis hecho una nueva repartición del espacio y del tiempo, tan legítima como la primera, puesto que solo el bloque sólido tiene una realidad absoluta.” P. 206.

Espero que estas notas basten para haceros una idea de la posición de Bergson sobre el tema. No voy a extenderme sobre su postura ante el mismo, el que esté interesado puede acceder a sus libros, algunos de los cuales se pueden encontrar gratis en Internet, baste decir que es un presentismo filosófico  muy interesante y que si puedo espero escribir sobre el mismo  en un futuro aun no escrito.
Bergson como buen presentista no puede desprenderse de su presentismo al estudiar el eternalismo, sufre así la paradoja de las ilusiones, los eternalistas creen que el aspecto temporal de las cosas es una ilusión, y los presentistas creemos que el “todo está dado” es una ilusión. De tal forma que aunque afirme en la pág. 206 (intentando ponerse en el punto de vista eternalista) “Solo el bloque solido tiene una realidad absoluta”, habría que ver cómo encaja la conciencia en esa afirmación, ¿forma parte la conciencia del bloque  solido? Donde Bergson cita la conciencia en el ámbito del eternalismo siempre la acompaña algún tipo de movimiento.
Pág. 103…lo que llamábamos el fluir del tiempo no era sino el deslizamiento continuo de la pantalla…
Pág. 199…recorrido de nuestra conciencia…
Pág. 201…viajaría nuestra conciencia…
Pág. 203…explique el movimiento por el cual  vuestro espacio P las ocupa por turno…
Pág. 206…vuestro plano P atraviese todas las imágenes…
Todos estos movimientos ¿están incluidos en el bloque solido? Si supusiéramos que así es ¿Cómo entender entonces lo siguiente?
Pág. 206 “Pero, si el bloque es realmente dado, podéis también cortarlo por cualquier otro plano P´ desplazándose  todavía paralelamente a sí mismo y recorriendo así en otra dirección la totalidad de lo real.”
Pero esto implicaría salir del bloque sólido, algo imposible si es la única realidad absoluta. Otra cosa es que dentro del bloque sólido se pudiera cambiar de dirección (cuentan que para Buda el tiempo era reversible y que podía recorrerlo al revés), pero para que esto sea posible debe tener la posibilidad y el “conocimiento” de cómo hacerlo, aunque sería para vivirlo al revés ya que el eternalismo prohíbe cambiarlo, (Parece ser que John William Dunne 1875-1949 creía que “pasado, presente y futuro son de hecho simultáneos y sólo experimentados secuencialmente debido a nuestra percepción mental de ellos. En el estado de sueño la mente no está encadenada de esta manera y es capaz de percibir acontecimientos del pasado y del futuro con la misma facilidad”).
Otra opción es que la conciencia tuviese poderes sobrenaturales y pudiese desplazarse a cualquier parte del bloque sin pasar por las partes intermedias o acelerando su viaje en las partes no deseadas.
Si se leen mis dos artículos mencionados se sabrá que la opción del eternalismo actual (personificada por Gustavo Esteban Romero) sería la de que: “El devenir no es una propiedad de los eventos físicos, sino de la conciencia de dichos eventos, llamamos “devenir” a la serie de estados de conciencia asociados a un cierto curso de eventos, los eventos no pasan, sólo son.” Esto se debe a que para el eternalismo el movimiento dentro del bloque sólido es imposible (los eventos no pasan, sólo son), pero si negamos la posibilidad de movimiento dentro del bloque sólido, todos los ejemplos citados que asocian conciencia y movimiento son imposibles, a no ser que la conciencia sea un ente espiritual de naturaleza diferente al bloque sólido (Alois Wenzl habla de una quinta dimensión del mundo, segunda dimensión temporal, para referirse al tiempo que necesitaría una conciencia que efectuase una migración trascendental a lo largo del espacio-tiempo estático. Esta segunda dimensión temporal solucionaría el problema de la libertad personal), o que el movimiento sea una alucinación que sufre una conciencia material inmóvil. Lo que nos lleva al PFE Problema fundamental del eternalismo que no puede eliminar de su propuesta de explicación el movimiento en alguna de sus formas, lo que restauraría el presentismo sin remedio.
La lectura de Bergson me ha hecho dar cuenta de un nuevo problema que surgiría si se aceptase la versión eternalista de la conciencia viajera. Gustavo cita a Weyl que dice: “El mundo objetivo simplemente es, no transcurre. Sólo mi conciencia, subiendo por la línea de mi vida, hace que una sección de este mundo torne a la vida como una imagen fugaz en el espacio que cambia continuamente en el tiempo.” Es decir, solo cuando la conciencia viajera se encuentra dentro del evento-cuerpo humano congelado este cuerpo está vivo, lo cual quiere decir que si los ritmos de “viaje” de las conciencias viajeras no coinciden, podemos pasar la “vida” rodeados de eventos-cuerpo “muertos”, es decir, que no contienen en ese momento a la conciencia viajera, así podemos estar delante de nuestros padres o hijos que no serían más que maniquíes huecos sin verdadero interior pues sus respectivas conciencia-viajeras están en otro punto del bloque sólido, a la vez contemplando una imagen nuestra también hueca. Pero esto importa poco a los eternalistas habituados al término “ilusión”.
Leer a Henri Bergson me desborda, y yo amo a los filósofos que me desbordan.

Otros artículos míos sobre el tiempo:
Tiempo en Bunge
Tiempo y devenir en el materialismo filosófico
Tiempo para el presentismo filosófico
¿Qué es el ego para el eternalismo?



3 comentarios:

  1. Le saluda un fan de Bergson. Solía yo ser eternalista, porque se suponía que era la única teoría consistente con la relatividad. Ahora veo que la relatividad no está demostrada; lo que hizo Einstein en su artículo de 1905 fue simplemente elevarla a principio, mientras otros (Poincaré, Lorentz, Minkowski...) trataban, en vano, de demostrarla. Michelson-Morley no es una prueba de la relatividad, y tampoco lo es el vuelo de relojes atómicos que luego se hizo. Aunque la relatividad suene bien y tenga unas consecuencias llamativas, no está aún demostrada. Siendo así, no hay pruebas del eternalismo. ¿Y del presentismo? Pues tampoco, la verdad, porque el llamado "sentido común" no sirve de prueba. Cómo quisiera que Newton (tiempo absoluto), Hume (tiempo inexistente), Kant (tiempo como intuición pura que imposibilita conocer a los objetos per se) y tantos otros nos hubieran dado una demostración lógica de lo que afirmaban ¡Una al menos! Saludos, José

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  3. José:
    Muchas gracias por escribirme. El Tiempo es mi problema filosófico favorito como puedes comprobar por la cantidad de artículos que le he dedicado. Soy presentista y te animo a que leas mi defensa del mismo frente al eternalismo y critiques mis argumentos si encuentras debilidad en los mismos. Si te gusta Bergson (como a mi) te recomiendo mi Facebook Henri Bergson en español.
    Un fuerte abrazo.

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