viernes, 28 de junio de 2013

LA VIEJA POLEMICA ENTRE MANUEL SACRISTAN Y GUSTAVO BUENO



















LA VIEJA POLEMICA ENTRE MANUEL SACRISTAN Y GUSTAVO BUENO

Fermín Huerta Martín


“No hay un saber filosófico sustantivo superior a los saberes positivos; los sistemas filosóficos son pseudo-teorías, construcciones al servicio de motivaciones no-teoréticas, insusceptibles de contrastación científica (o sea: indemostrables e irrefutables) y edificados mediante un uso impropio de los esquemas de la inferencia formal.”
M. Sacristán, Sobre el lugar de la filosofía en los estudios superiores.


Manuel Sacristán Luzón (Madrid, 1925- Barcelona, 1985), estuvo relacionado con Mario Bunge y con Gustavo Bueno, a Bunge le tradujo La investigación científica, dijo de él en una entrevista que era el mejor de sus traductores.
En 1968 escribió Sobre el lugar de la filosofía en los estudios superiores (donde proponía “suprimir la licenciatura en filosofía y eliminar la asignatura de filosofía en la enseñanza media“), el texto dio pie a la respuesta de Gustavo Bueno en su libro El papel de la filosofía en el conjunto del saber. Este era el motivo de que tuviera el libro recopilatorio de Sacristán Papeles de filosofía panfletos y materiales II, comprado en 1999 (el año en que leí El papel de la filosofía en el conjunto del saber), del libro solo había leído ese texto, pero desde luego el índice era lo suficientemente interesante como para leer el libro entero, así que el verano de 2012 decidí leerlo íntegramente y releer dicho fragmento. Esto me ha dado la posibilidad de reflexionar sobre estas críticas que Sacristán realiza y que yo mismo me he hecho en alguna ocasión, me parece un tema interesantísimo y capital. He comentado el tema con motivo de algunas opiniones de Bueno relativas a la cuestión, concretamente en la exposición de la Materia ontológico-general como algo más allá de las ciencias categoriales. Opiniones con las que Bueno intentaba (bajo mi punto de vista) dar la vuelta a la tortilla de lo expuesto por Sacristán  y supeditar el saber positivo al filosófico, llevo muchos años moviéndome entre estas “dos aguas”, entre la ciencia y la filosofía y pienso como Bunge que las aguas van revueltas y no se pueden separar.
La discusión tenía un toque “personal” dado que Sacristán proponía la supresión de la producción de licenciados en filosofía, y Bueno tenía esa condición (por cierto que Sacristán también, habla Bueno de hara-kiri filosófico), así como la de funcionario del Estado (los profesores de filosofía son sin duda el cuerpo más excelso dentro de los funcionarios del Estado). En mi caso no hay intención personal pues yo no soy ni licenciado ni funcionario, en este sentido la argumentación de Sacristán no podría “ofenderme” monetariamente (por lo de funcionario) ni orgullosamente (por lo de licenciado), en la actualidad la ofensa monetaria la proporciona el gobierno con sus recortes “justificados” por la crisis económica. No sé si les queda el orgullo de la licenciatura o este ha sido también mermado por el desprestigio de la función docente en general entre los padres de alumnos, recientemente asistí a un hecho insólito, en un acto de presentación de un Instituto de educación secundaria  (para captar nuevos alumnos) el profesor de filosofía recibió un prolongado aplauso al término de su charla, en la que había aludido a la necesidad de formar alumnos felices, intracranealmente me vino una carcajada al recordar una frase de Bueno de una entrevista donde decía que su época de mayor felicidad coincidió con la de mayor ignorancia, desconozco que hubiera respondido el licenciado-funcionario si le hubiera comunicado tal opinión.
Desde luego a nivel personal Bueno tenía derecho a la réplica que dio en su libro El papel de la filosofía en el conjunto del saber, una obra impresionante, aún recuerdo una crítica de J. L. Abellán en su libro Panorama de la filosofía española actual:
«En el libro de Gustavo Bueno se expone una idea de la filosofía con la que se contesta contundentemente a las argumentaciones de Sacristán, y es de una riqueza de planteamientos y una sugerencia de puntos de vista que hacen el libro altamente interesante y valioso. Es cierto, por otro lado, que el libro resulta con frecuencia farragoso, confuso, innecesariamente oscuro y complicado en su exposición, pero, librado de estos defectos, sigue manteniendo una considerable dosis de interés.»
El libro de Bueno lo tuve que conseguir primero en fotocopias gracias a la Biblioteca Nacional de España, luego lo pude comprar gracias a Internet, y en la actualidad puede conseguirse gratis gracias a la valiosa labor de la Fundación Gustavo Bueno en http://www.fgbueno.es/gbm/gb70pf.htm
Bueno, siendo licenciado-funcionario está lejos de la mediocridad y puede ser comparado con cualquier filósofo o pensador de la historia, en su caso no puede hablarse (visto externamente por un simple aficionado que solo ha tenido trato con Bueno a través de su obra) como cita Sacristán de “institución parasitaria”. Es más, me atrevería a decir, la mera existencia del licenciado-funcionario Gustavo Bueno (de su obra) justificaría la existencia del cuerpo de profesores de filosofía en España, los pasados, los presentes y los futuros, el relevo ya está garantizado con Javier Pérez Jara.
La propuesta de Sacristán plantea crear un Instituto general de filosofía, donde los alumnos fueran licenciados en otras disciplinas. De hecho la propuesta de Bueno de la filosofía como saber de segundo grado, que se nutre de otros saberes, recoge de alguna manera la esencia de esa propuesta, lo que ocurre es que lo hace de forma voluntaria, mientras que la propuesta de Sacristán obligaría a tan actitud, de todas formas, una licenciatura o dos no solucionaría el problema que se desprende de la filosofía de segundo grado, si en el sistema vigente aun en la actualidad, un licenciado en filosofía que siguiese la máxima de Bueno, debería estudiar física, matemáticas, biología, etc., con el sistema de Sacristán ya se conocerían una o varias de esas disciplinas pero no las restantes. Y si resulta que el licenciado en matemáticas solo pudiese hablar de filosofía de las matemáticas terminaríamos en otra aberración similar a la precedente. Y si un licenciado en química puede hacer filosofía de la física ¿Por qué no iba a hacerlo un licenciado en filosofía? (Dice Federico Lange en Historia del materialismo:
“es la filosofía del profesor de física la que se subleva contra la del profesor de metafísica”).
La totalización (sistematización) que implica la filosofía es parcialmente ajena a cualquier ciencia categorial que por definición es sectorial, solo podría ser filósofo el licenciado en todas las ciencias categoriales, algo imposible. Por lo tanto su propuesta no tendría que producir mejores obras de filosofía de lo que se producen en la actualidad, al fin y al cabo los licenciados de las diversas ciencias interesados en la filosofía que quieren escribir sobre el tema lo hacen igual reciban las clases de filosofía al principio o al final de sus estudios.
La importancia de la filosofía esta en otro punto también, de la misma manera que cada persona debe saber si es religiosamente creyente o no (y actúa en consecuencia), el científico que realiza investigaciones debe tener una filosofía que dirija sus actos, leo en El País de fecha 11 de agosto de 2012, una reseña de un libro escrito por el cardiólogo Pim van Lommel, es el típico ejemplo de la importancia de ese saber no sustantivo, un cardiólogo filosóficamente materialista nunca plantearía la opción de investigar una conciencia sin base corporal, aceptaría la magnífica definición proveniente del materialismo filosófico de materialismo como negación de los “vivientes no corpóreos”. Y un periodista filosóficamente materialista tampoco. Intentaría agotar otras vías de investigación, sin embargo la opción elegida está a un paso de la pseudociencia, el espiritualismo, etc. Este matiz da importancia suprema a ese saber no sustantivo llamado filosofía, se estudie antes, durante o después de la licenciatura. Dicho lo cual, debo decir también que en alguna ocasión he criticado a Gustavo Bueno por su pretensión de superioridad de sus propuestas filosóficas con respecto a las ciencias categoriales, sin embargo, criticas aparte, Bueno está en su derecho de hacer tal propuesta, como la tendría cualquier Catedrático de Física o cualquier otra rama que hiciese lo mismo.
Nadie estaría capacitado para hablar de ontología en general ni podría tener un sistema. Aunque a esto también se diga que no es un saber sustantivo, me parece imprescindible para filosofar o practicar ciencia. Como se sabe, la situación que criticara Sacristán hace más de cuarenta años sigue igual aquí en España, pero su valiente apuesta sirvió para que Bueno escribiera el primero de sus libros imprescindibles.
Posteriormente Bueno ha tratado el tema en diversos lugares y con diversos enfoques, pero por su importancia os copio un fragmento de su obra ¿Qué es la filosofía?:
“Ante todo, la que suele llamarse «filosofía espontánea de los científicos» y, por extensión, la filosofía entendida como reflexión, de segundo grado, llevada a cabo «a pie de obra» de las ciencias positivas.  Según esta concepción la filosofía carecerá de sustancia propia; su cometido, si es que le queda alguno, es recoger los resultados arrojados por las ciencias categoriales, esclarecerlos, confrontarlos, a veces incluso coordinar sus principios o resultados. Por otra parte, cabe observar (por no decir denunciar) la creciente voluntad de los científicos (sobre todo físicos o biólogos) por hacerse presentes públicamente ante cuestiones de naturaleza filosófica, ofreciendo sus opiniones como «filosofía formulada desde el punto de vista de un científico». En nuestros días el género literario cultivado por físicos principalmente (aunque también por biólogos) en sus «obras de síntesis» constituye uno de los más notables sucedáneos de la filosofía. Decimos en este sentido que la «visión científica del mundo» propuesta por un científico en cuanto tal, es decir, desde la perspectiva de sus categorías científicas (otra cosa es que el científico se sitúe en la perspectiva del filósofo) es siempre un sucedáneo de la filosofía. Pues al científico, en cuanto tal (en cuanto matemático, en cuanto físico...), no le corresponde formular «visiones del mundo», sino que le corresponde formular «visiones de su propio campo». Y cuando pretende aplicar los conceptos categoriales, por rigurosos que sean en el ámbito de su esfera, a otros contextos, los distorsionará y tergiversará las ideas correspondientes. En este sentido, su perspectiva de científico estorba, más que favorece, su comprensión filosófica, y la hace acrítica, ingenua y, a veces, pueril.  Las «visiones científicas» del mundo suelen no ser otra cosa sino reexposiciones de concepciones arcaicas disimuladas con una vestidura científica o técnica y apoyadas en el prestigio de los científicos. Se comprende esta posibilidad si se tiene en cuenta que un científico no puede menos que distorsionar la realidad cuando pretende ajustarla a sus exclusivos conceptos categoriales; pero cuando utiliza categorías científicas que no son las de su especialidad deja de ser propiamente científico, por lo que no tiene por qué arrogarse esta condición al exponer su «visión científica del mundo».
Ahora bien: que las ciencias categoriales no tengan por sí mismas capacidad para dar lugar a una visión filosófica crítica del mundo —de otro modo: que la excelencia de un científico en su esfera no constituya ninguna garantía para asegurarle un dominio sobre el razonamiento filosófico— no quiere decir tampoco que las ciencias positivas se muevan en un terreno distinto y neutral respecto de cualquier concepción del mundo de índole metafísica, mitológica o teológica, porque, al menos en aquellos puntos en los cuales las referidas concepciones del mundo se comprometen en cuestiones que intersectan con las materias tratadas por las ciencias, la confrontación con éstas es inevitable. Carecen de todo fundamento, salvo el de interés ideológico, las afirmaciones, que hoy vuelven a ser reiteradas una y otra vez, según las cuales la ciencia o la racionalidad científica se mantienen en un plano neutral y paralelo al plano de la fe teológico-religiosa, con el cual, por tanto, y en virtud de ese paralelismo, no podrían nunca converger. Es cierto que la mayor parte de los conflictos históricos habidos entre la religión judeo cristiana y las verdades que las ciencias positivas fueron ofreciendo —el conflicto en torno al geocentrismo, en la época de Copérnico y Galileo; el conflicto sobre la edad de la Tierra en la época de Buffon o de Lyell; el conflicto sobre el origen del hombre en la época de Darwin o Huxley, &c.— fueron resolviéndose «en el terreno diplomático»; pero no porque los conflictos hubieran resultado ser aparentes, ni porque hubieran sido retiradas las conclusiones de la razón científica positiva: las que se replegaron, refugiándose en el alegorismo o en la doctrina de los «géneros literarios», fueron las Iglesias católicas y protestantes, obligadas precisamente por el empuje de la racionalidad científica. ¿Pueden decir con verdad estas Iglesias que el avance de las ciencias no afecta a su fe, considerada en el terreno de su dogmática, o podrán decir sólo con verdad que el avance de la ciencia no afecta, al menos tal como podía esperarse, a su organización social? El conflicto fundamental entre las «religiones superiores» y la «razón» no se libra en todo caso en el campo de batalla de las ciencias positivas, sino en el campo de batalla de la filosofía. Aquí se encuentran los lugares ocupados por el razonamiento filosófico (la existencia de Dios, la inmortalidad del alma humana) donde las Iglesias no pueden ceder, y por ello cabrá afirmar que es en estos lugares en donde los conflictos entre la fe y la razón se producen de un modo irreducible, más que en los lugares en donde se enfrenta una ciencia positiva determinada con un dogma particular.”
Además se puede realizar un experimento mental que ponga a prueba lo que propone Sacristán, mientras que Bueno sería el prototipo de Sacristán de licenciado-funcionario en filosofía a hacer desaparecer, Mario Bunge sería el prototipo a potenciar, un licenciado en física que después tuvo preocupaciones filosóficas, hizo filosofía de la física y después filosofía de casi todo lo demás. Pues bien, a pesar de sus diferentes estudios iniciales ambos han desarrollado sendos sistemas filosóficos materialistas potentes y han escrito sobre ontología en sendos libros imprescindibles (Ensayos materialistas y El moblaje del mundo).
No me parece que ser Catedrático de Filosofía en vez de Catedrático de Física o al revés merme lo más mínimo la importancia de sus obras y sus sistemas. Como siempre, habrá de todo en la viña del Señor, licenciados en filosofía o física interesados solo en ser funcionarios y ganarse la vida y licenciados que intenten fundamentar sus opiniones más o menos sustantivamente.
Sea como sea, la cuestión es que Bueno escribió el primero de sus libros importantes, cuya lectura es muy recomendable, en especial para aquellos que se interesan por la filosofía en general y el materialismo en particular. Recientemente pude participar en un blog donde se criticaba a Gustavo Bueno (he vuelto a consultar la entrada de dicho blog pero desgraciadamente el autor la ha hecho desaparecer, así que me remito a mi pobre memoria), incluso se mencionaban las obras aquí tratadas Sobre el lugar… y El papel …, intentando ningunear el libro de Bueno. En general la situación se puede resumir con las opiniones de otro de los participantes en ese blog (Miguel Blanco) que escribió varios comentarios en la entrada de mi blog La unión de los ateos es posible y deseable, y que aquí os copio:
“En cuanto a G. Bueno, ¿crees que es necesario dedicarle tanta atención a un personaje lleno de ex-abruptos y contradicciones?”
“No dudo de las valiosas aportaciones que Bueno ha hecho al ateísmo o a la filosofía, pero no puedo leer con demasiado interés su obra después de haber leído ciertos artículos suyos o haber escuchado algunas de sus desafortunadas intervenciones”
Mi respuesta fue:
“Si no me he equivocado al contar creo que he escrito 10 artículos dedicados a Gustavo Bueno y su sistema filosófico el materialismo filosófico, 1 neutral (la bibliografía), 1 laudatorio (Apuntes mundanos sobre la bibliografía de Gustavo Bueno) y 8 críticos, todos están en mi blog.
Suelo distinguir dos etapas en la obra de Bueno, las anteriores a El mito de la cultura y las posteriores, en la primera etapa tiene una serie de libros excepcionales y totalmente recomendables para leer como son: El papel de la filosofía en el conjunto del saber, Ensayos materialistas, La metafísica presocrática, El animal divino, Cuestiones cuodlibetales sobre Dios y la religión, Materia, los 5 tomos de la Teoría del cierre categorial, ¿Qué es la filosofía?, ¿Qué es la ciencia?, El sentido de la vida, algunos de ellos se pueden conseguir gratis por Internet en http://www.fgbueno.es/
Leer estos libros es imprescindible para tener un conocimiento de la obra de Bueno y poder juzgarle, desgraciadamente en su etapa posterior y luego también en entrevistas de periódicos y sobre todo en apariciones en televisión ha adquirido una fama que tu expresas muy bien cuando hablas de “exabruptos y contradicciones“, sin embargo creo que quedarse solo con esto último y en base a ello tomar la decisión de Roberto Augusto y la tuya de no “dedicar más espacio ni tiempo a Bueno”, después de confesar Roberto: “La verdad es que no soy un conocedor del sistema buenista ni deseo serlo”, o tú mismo: “Gustavo Bueno es el máximo representante o impulsor del llamado materialismo filosófico, que no acabo de entender. Esto es razonable, puesto que no soy filósofo y, por tanto, me faltan muchos conocimientos previos”, es un error monumental bajo mi punto de vista.”
Quizás pueda parecer paradójico o contradictorio que alguien como yo que he criticado en varios artículos a Bueno saliese en defensa de su obra. Pero insisto en que perderse la lectura de obras como El papel de la filosofía en el conjunto del saber o Ensayos materialistas, por determinadas opiniones actuales me parece un disparate. Y para animar a su lectura que mejor que leer algunos fragmentos de esta impresionante obra:
“Por un lado, "Filosofía", en cuanto conserva su significado de Sabiduría, una sabiduría que consiste precisamente en no aceptarse en posesión de ningún saber definitivo.” Pág. 11.
“La Filosofía, como oficio, es, en suma, la institucionalización de ese trabajo con Ideas que llamamos "reflexión" —es decir, distanciamiento, reconsideración en "segundo grado"—, no sólo analizándolas, sino también componiéndolas "geométricamente", en la medida en que ello sea posible. La Filosofía académica aspira, sobre todo, a ser una "Geometría de las Ideas", para ofrecer un entramado ideal, que, por sí mismo, es ya una realidad cultural, cualquiera que sea el alcance que pueda tener en el conjunto de las realidades culturales.” Pág. 16.
“Pero "Filosofía" es también, para nosotros, una Idea, la Idea de una actividad mental, que regresa incesantemente, mediante una trituración integral, hacia un límite (que llamaremos después "materialidad trascendental") y que progresa —en virtud de la misma energía que le hacía regresar— hacia la construcción de conexiones de ideas, constantemente devoradas por un nuevo regreso —no hay "Philosophia perennis”.” Pág. 42.
“El límite universal de este componente regresivo de la totalización será la trituración de todas las partes en todos los marcos, es decir, lo que llamaremos la "materialidad trascendental" (M.T.). M.T. es algo así como el "espacio o universo ontológico" que contiene virtualmente todas las formas, a la manera como el espacio geométrico contiene virtualmente todas las figuras. La M.T. aparece así como una idea-límite de la razón y, para usar una terminología kantiana, como el "ideal de la razón". Pág. 104.
Ahora bien, las limitaciones de la razón no significan la destrucción de la razón, como tampoco los límites biológicos de la vida significan la destrucción de la medicina. Las totalizaciones categoriales siempre resultan ser el esquema mismo de toda racionalización. Pero las totalizaciones trascendentales siempre constituirán la crítica racional a las primeras, la indicación de un "ideal de la razón", para remontar las hipótesis, liberándose de ellas, aun cuando sea para tener que recaer en otras hipótesis, pero que contienen a las primeras. Preguntar por qué la M.T. —que no contiene ninguna forma determinada— se determina en unas formas más bien que en otras, es un ejemplo de pregunta capciosa, en tanto que significa un uso disfrazado de la M.T. como concepto metafísico positivo. Pero si la M.T. es un concepto puramente negativo, carece de sentido atribuirle una razón de la determinación. En cualquier caso, la M. T. no es la pura indiferencia, sino el límite de la descomposición, por tanto, la negación cualificada por las estructuras negadas. De este modo, la M.T. cambia según los niveles históricos dados desde los cuales se emprende la regresión absoluta. Pág. 107.
“La Filosofía es una forma de totalización racional crítica universal, no regional.” Pág. 113.
“Un problema filosófico es un hilo de la trama del mundo, en tanto que se quiere eliminar, en el momento en que se le considera como superfluo. Pero sólo en la medida en que este hilo aparece anudado a otros, resulta imposible eliminarlo sin romper el tejido total. La resignación al fatal entramado de las cosas constituye, tanto un reconocimiento de la propia incapacidad de sustitución, como una abolición de la conciencia filosófica. El escepticismo filosófico toma ahora la forma no ya de un escepticismo del saber —"no podemos saber nada"—, sino de un escepticismo del hacer, de un fatalismo —de lo que Hegel llamó la "conciencia desgraciada"—. Pero este escepticismo no es filosófico: el escepticismo filosófico, con palabras de Montaigne —que seguía a Sexto Empírico— no es el de los académicos, que dicen que nada es posible conocer —lo cual ya es saber demasiado—, sino el de los pirrónicos, que enseñan que ni siquiera sabemos si no podremos conocer. Si una estructura, filosóficamente problematizada, puede ser desarrollada por la síntesis recursiva, es porque en ella hay algún componente —llamémosle una "Idea" con palabras platónicas— que la anuda a otras estructuras de la conciencia. Ahora bien: los únicos nudos que enlazan a un hilo determinado del mundo con la conciencia, haciéndolos necesarios, son los nudos lógico-materiales; es decir, aquellos que unen una posición de la conciencia con alguna otra, dada explícitamente en alguna otra situación.” Pág. 152.
“La totalización que atribuimos a la racionalidad filosófica aparece en un contexto pluricategorial, por tanto, trascendental. Se establecería entre categorías diversas y, por tanto, a través de una explícita operación de la conciencia unificante, de la referencia mutua de unas categorías a otras. La contradicción filosófica consistirá en esa conexión de categorías distintas: no brota por la irrupción de una parte distinta de los términos categoriales, sino por virtud de los términos mismos, términos que, por otra parte, siguen siendo internos a la nueva totalización. Por eso, el efecto directo de la contradicción filosófica es el "regressus"; es decir, la destrucción de los todos o partes enfrentados por la contradicción.
Para decirlo de otro modo: las contradicciones filosóficas aparecen cuando la estructura de la conciencia queda comprometida, por cuanto no puede suponerse "a priori" —en una categoría— una razón suficiente, otro hecho o relación dentro de la categoría, sino más bien lo contrario. En este sentido, el problema filosófico exige siempre algo así como una "reforma del entendimiento", o, para decirlo con más precisión, una reforma de las categorías históricamente dadas. En este sentido, la Filosofía procede contra corriente del "sentido común", y supone siempre "el mundo al revés". Pág. 178.
“Si nos atenemos a las hipótesis precedentes, hay que concluir que la filosofía no es científica —en el sentido de que no procede según la racionalidad científica-abstracta—, pero que esto no significa que la Filosofía no sea racional. (Eliminando de nuestro concepto de Filosofía todas aquellas producciones que, aunque se titulan tales, pretenden recurrir a fuentes de conocimiento no racional.) Al declarar no científica a la Filosofía, no se trata de dejar un portillo abierto al irracionalismo en Filosofía. Por el contrario, la perspectiva en la que estoy situado es enteramente la perspectiva del racionalismo filosófico. Tan sólo pretendo colaborar a evitar que el racionalismo filosófico se convierta en un puro mimetismo (vacío) del racionalismo científico.
La Filosofía es razón, y razón crítica: es, pues, la misma razón científica. Pero —diría— es la razón abriéndose camino por terrenos diferentes. La razón filosófica no se mueve por terrenos acotados —esferas abstractas de racionalidad—, sino por terrenos salvajes, o por terrenos en los que se borran los lindes: el enfrentamiento de esferas heterogéneas. Por ello, la razón filosófica conoce a la razón matemática, o a la razón física, no como extraños, sino más bien como ella misma pisando otros terrenos.” Pág. 241.
“La Filosofía académica tiene, entonces, una función eminentemente pedagógica, pero en el sentido más profundo de esta palabra, en el sentido en que la Pedagogía es una parte de la Política. Es imposible una educación general al margen de la disciplina filosófica. La Filosofía, como paideia, es una disciplina crítica, se sitúa precisamente en el momento en que los mecanismos de maduración y equilibrio de la conciencia individual deben comenzar a funcionar, a desprenderse de la "matriz social", que es siempre una matriz mítica.” Pág. 275.
“Desde esta perspectiva la supresión de la Filosofía como especialidad académica (incluyendo en la Academia los propios estudios del Bachillerato superior) abriría un hueco que sólo podría ser rellenado por una mitología dogmática, religiosa o política, o por una acumulación tecnocrática de conocimientos y saberes; es decir, por el adiestramiento del individuo en los valores de una sociedad de consumo, por la orientación del individuo hacia el nivel del "consumidor satisfecho". La supresión de la disciplina filosófica en la Academia es un acto de barbarie.”
“La conciencia que la Filosofía trata de edificar es el juicio preparado para que los individuos convivan en el conflicto social.” Pág. 276.
“No construimos conexiones "geométricas" entre ideas filosóficas para que reflejen un saber absoluto que no existe, sino para reflejar nuestro propio saber en cada momento histórico, para conocer en cada momento la estructura de nuestra conciencia objetiva, que es una estructura cambiante.”
“Filosofar no es tanto mirar al pasado, con nostalgia; ni mirar al futuro, con la esperanza de que sustituye utópicamente la realidad actual. Filosofar es estar en el presente lógico, en cuanto unidad contradictoria del pasado y del futuro”. Pág. 310.
En la carpeta donde guardo una copia en papel de la Bibliografía de Gustavo Bueno (sin actualizar desde 2007) copie una frase de Felicísimo Valbuena de la Fuente dicha en un artículo de La Nueva España de fecha 11 de enero de 2001 que dice:
 “Para quienes no se acomplejan, porque les gusta descubrir relaciones nuevas en la realidad, interpretaciones que antes no ha encontrado en otra parte, los libros de Bueno son una aventura. En cualquier página puede saltar la sorpresa. Incluso, cuando acaban la primera lectura, sienten curiosidad por aprender los aspectos que les han superado.”
Si después de leer los fragmentos de su obra no os entran ganas de leer el libro entero os perderéis una gran aventura filosófica.


1 comentario:

  1. Cuenta Bunge en sus memorias, que ahora mismo estoy leyendo, sobre Manuel Sacristán en su primer encuentro en 1966:
    Le ofrecí gestionarle una beca Humboldt para que pudiera salir del país a respirar por un par de años, pero rechazó firmemente mi ofrecimiento: “Mi puesto está aquí. No me moveré mientras no derribemos el fascismo”

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