jueves, 20 de octubre de 2022

ESPACIO, MEMORIA Y ENSUEÑO EN EL EGO TRASCENDENTAL DE GUSTAVO BUENO

 


ESPACIO, MEMORIA Y ENSUEÑO EN EL EGO TRASCENDENTAL DE GUSTAVO BUENO

Fermín Huerta Martín

La noción de Ego trascendental la desarrolló Gustavo Bueno (1924-2016) en su libro Ensayos materialistas en 1972 (1), este año se cumplen 50 del que considero es su mejor libro, en el nº 40 de El Basilisco se publicó en forma de artículo único el texto El puesto del Ego trascendental en el materialismo filosófico (2), correspondiente a abril de 2009, este texto, con muy pocas modificaciones, se convirtió en el libro El Ego trascendental publicado por Pentalfa en 2016. Este verano dedique mi semana de vacaciones a leer el texto por tercera vez, leer y releer a Bueno siempre es un placer, incluso cuando no se está de acuerdo con lo que dice, su erudición enciclopédica siempre me ha apabullado y fascinado, su originalidad en algunos planteamientos, su manera de escribir, su seguridad, en fin un autor sin desperdicio. La lectura la acompañé (como siempre que leo cosas importantes) de un buen número de anotaciones de las cosas más relevantes (que en autores como Bueno suele ser casi todo), también lo acompañé de comentarios míos sobre estas anotaciones, al terminar me di cuenta de que destacaban tres temas en estos comentarios, el espacio, la memoria y el ensueño, pensé que había material para escribir un artículo.

Resulta curioso que ninguno de estos tres términos aparezca con entrada propia en el Diccionario filosófico de Pelayo García Sierra (4), ni en otras obras que incluyen Glosario de términos como el Vol. 5 de su Teoría del cierre categorial (5), o como otros libros que contienen glosarios más pequeños como Symploké (6), El mito de la izquierda (7), El mito de la cultura (8) o La fe del ateo (9).

MEMORIA

Igual de extraño resulta que la memoria no se recoja entre los contenidos de M2 de forma clara y explícita. En  Ensayos materialistas pág. 296 se habla de series de recuerdos. En El Ego trascendental pág. 224 dice: “Supuesto un organismo animal que se desplaza con solución de continuidad de un dominio hacia otro dominio de su medio entorno –desplazamiento que se representa en M1— se hace imprescindible, para el organismo animal, mantener su continuidad entre los dominios de los que sale y los dominios en los que entra.

Ahora bien: esta continuidad entre diversos dominios M1 no puede mantenerse a través de otros contenidos M1: sólo puede mantenerse a través de M2 (el dominio abandonado se mantendrá presente en la anamnesis, y el que va a ser ocupado estará presente por la prolepsis vinculada a una presencia apotética). 

Debemos precisar que lo que englobamos en el término anamnesis, no es tanto la “presencia del territorio abandonado en el organismo” sino la presencia de las interacciones que el organismo experimenta con el territorio. Ahora bien: la continuidad de estas presencias implicadas en el desarrollo de una capa segundogenérica (que irá proporcionando al organismo los cauces que necesita para habitar, aunque sea provisionalmente, en otros dominios, por ejemplo, en una laguna, para beber agua, y para orientarse en cada caso, según la posición relativa de su organismo, en tanto que motor activo del desplazamiento) tiene lugar en M2. Según esto la capa M2 que “tapiza”  la convexidad de los organismos globulares irá formándose ya en los primeros organismos protozoarios. En ellos habría que reconocer por tanto una vida psíquica tan rudimentaria como pueda serlo su propio organismo. Una vida psíquica que se hará más compleja y “espesa” en los organismos pluricelulares.”

Para de alguna manera corregir este lapsus de Bueno debemos acudir a su discípulo Javier Pérez Jara, dice en su artículo El materialismo filosófico y los formalismos terciogenéricos  (10): “Así, los pensamientos, recuerdos, sentimientos, &c., provienen, en su génesis, del sistema nervioso (contenido primogenérico), pero no se reducen a lo físico, sino que constituyen un nuevo género de materialidad, inconmensurable a los otros, independientemente de su génesis –sobre todo cuando los contemplamos desde la materia ontológico general–. Pongamos como ejemplo: aunque no haya recuerdos sin descargas de acetilcolina en el hipocampo del sistema límbico, &c., los recuerdos –contenidos segundogenéricos– no son «formas» de las descargas de neurotransmisores –contenidos primogenéricos– que están en la génesis; sino que la memoria es inconmensurable a las conexiones primogenéricas entre el sistema límbico, la corteza cerebral, &c., y sin las que, sin embargo, no podría existir bajo ningún modo)” “M2 designa la interioridad –sentimientos, recuerdos, proyectos, &c.)”.

Sin duda esta es la definición de M2 que Bueno tenía que haber dado desde un principio, reconociendo la importancia de la memoria dentro de M2. Ignoro cuál es la razón de que no lo hiciera.

ESPACIO

En Ensayos materialistas, Bueno hablaba de M1 como mundo exterior, M2 como interioridad y M3 como ni exterior ni interior. Así pág. 292, M1 “mundo físico exterior”, pág. 321 “entidades que caen en el ámbito de espacio”, M2, pág. 293, “mundo como interioridad”, pág. 322 “ámbito del tiempo presente”, M3, pág. 302 “objetos abstractos no exteriores ni interiores”, pág. 323 “no caen ni en el espacio ni en el tiempo”. En el tomo 5 de su Teoría del cierre categorial pág. 1421 habla de M1 con contenidos espacio temporales, M2 dados en el tiempo más que en el espacio y M3 ni espaciales ni temporales.

En el Diccionario filosófico de Pelayo García Sierra M1 y M2 están construidas con fragmentos de Ensayos materialistas y de ese volumen de TCC. No sé hasta qué punto ese diccionario fue supervisado por Bueno, en el Ego trascendental vuelve a decir, pág. 246: “Pero cuando asociamos necesariamente el espacio a M1 y el tiempo a M2”, como si mantuviera su primera definición dada en Ensayos materialistas. Pero me temo que ni el “arreglo” hecho por Pelayo en su diccionario es suficiente para solucionar la cuestión. Nos guste o no, no puede haber tiempo (desde el punto de vista fenoménico, ontológicamente es otra cuestión) separado de espacio, eso no implica aceptar la idea relativista del espacio-tiempo que desvirtúa el tiempo convirtiéndolo en una dimensión espacial. La lista de referencias espaciales a M2 son abundantes en El Ego trascendental:

206, M2 tiene contenidos.

214, concavidad o fuero interno.

215, vida psíquica interior y la materialidad segundogenérica se corresponden en extensión.

216, dominios de la materialidad segundogenérica que no alcanzan.

217, con una capa, estrato o tejido que “tapiza”.

298, el tapiz segundogenérico solo afecta a una capa muy fina, insignificante en extensión espacial. Es el género que está más próximo al sujeto.

En Ensayos dice, pág. 295: “la realidad del “espacio” constituido por los contenidos M2”. 296: “La naturaleza “privada” que dentro de este “espacio” corresponde a los contenidos de M2.”

En 322 matiza: “El espacio de que hablamos no es tanto un concepto cuanto un ámbito ontológico concreto, dotado de unicidad, cuyas partes están dadas en él como irrepetibles”.

Vamos a apoyarnos de nuevo para esta exposición en su discípulo más aventajado, mi admirado Javier Pérez Jara, en su texto Disputas ontológicas sobre temas cosmológicos (11)dice: “la materia primogenérica es un plenum energético en el que el espacio y el tiempo son la propia materia en una de sus formas de codeterminación diamérica (ya que la materia siempre es plural, y la pluralidad implica codeterminación) de tal modo que el espacio-tiempo de Minkowski de curvatura nula es sólo una entidad imaginaria, una entidad de M3 construida regresivamente, pero contradictoria físicamente.”

En La cosmología moderna como fuente de teorías metafísicas, monistas y míticas, dice: “1) el espacio-tiempo es un sistema de relaciones materiales (vertebrado por tanto por los principios de multiplicidad y codeterminación en symploké) resultante de la codeterminación diamérica de las masas gravitatorias de la materia cósmica. 2) El espacio-tiempo está ligado sinectivamente a la materia cósmica porque es la propia materia cósmica codeterminándose fundamentalmente a través de las masas gravitatorias (¿y sin masas gravitatorias cómo va a existir el espacio-tiempo que es una forma de codeterminación entre dichas masas? Es como pretender que existan colores sin cerebros ni ondas electromagnéticas). 3) El Universo de Minkowski no puede existir físicamente porque si existiese físicamente el espacio-tiempo estaría «lleno» de materia cósmica (sin la cual, obviamente, nada tiene significación física) que haría que la curvatura no fuese nula (sin la mediación de M1 el espacio-tiempo no tendría entidad física). 4) Es completamente irracional y absurdo hipostasiar el espacio-tiempo como «forma separable» de la materia primogenérica; el espacio-tiempo de Minkowski de curvatura nula sólo tiene una coherencia terciogenérica (que no se puede hipostasiar mediante un formalismo terciario); es una mera construcción matemática derivada que ha sido realizada regresivamente a través del ámbito fenoménico en el que actúa el sujeto operatorio.

También podríamos añadir un punto 5) fundamental, a saber: el espacio-tiempo está dado a escala de lo que el materialismo filosófico conoce como Ego trascendental (E) [que está muy relacionado con algunas formulaciones del principio antrópico débil]; si, por hipótesis, desapareciesen todos los sujetos operatorios de la realidad, desaparecería el espacio-tiempo, quedándonos en pleno territorio de la materia trascendental (M). Es absurdo pensar en un espacio-tiempo vacío hipostasiado, porque no es más que una mera construcción (contradictoria) dada a escala del Ego. Lo contrario, desde luego, es más bien un realismo ingenuo y metafísico que sólo puede abrirse paso tratando de hipostasiar contenidos (materiales por tanto) que en modo alguno son subsistentes por sí mismos.”

Dice Jara que el Espacio-Tiempo está dado a escala del Ego trascendental ligado a la materia cósmica, la cuestión es saber si esa materia cósmica que es un “momento” de la materia ontológico general tiene alguna similitud con esta, o si ese espacio es una “ilusión” de nuestro cerebro y no tiene nada que ver con el espacio ontológico en el que se desenvuelve la MOG, ni siquiera si la noción de espacio es pertinente para este ámbito, pero esto quizás no lo sepamos nunca.

Cuando hablamos de la formación del concepto de  espacio debemos citar a Henri Poincaré cuando en su libro Ciencia e hipótesis (12) pág. 108 nos habla del espacio representativo y el geométrico. Poincaré explica que la génesis del concepto de espacio proviene del espacio visual puro, del espacio táctil y del espacio motor. Distingue el espacio representativo del espacio geométrico, voy a usar la metáfora entre las diferencias de estos dos espacios que usa el matemático para nuestra diferenciación entre el espacio fenoménico y el ontológico. Así nos dice Poincaré, pág. 109: “Nuestras representaciones solo son la reproducción de nuestras sensaciones; no pueden, pues, colocarse sino en el mismo marco que ellas, es decir, en el espacio representativo”, Pág. 110: “Ninguna de nuestras sensaciones aislada, habría podido conducirnos a la idea de espacio; hemos sido conducidos a ella solamente estudiando las leyes según las cuales  esas sensaciones se suceden.” Pág. 109: “también nos es imposible representarnos los cuerpos exteriores en el espacio geométrico como le es imposible a un pintor pintar sobre un cuadro plano objetos con tres dimensiones”.

De alguna manera parece como si no pudiéramos escapar del concepto de espacio al hablar de ontología, también con relación a la materia ontológico general se usa la metáfora del espacio, así en El Ego trascendental pág. 45: “La idea de Ego trascendental, en la ontología del materialismo, en tanto desempeña el papel de eslabón entre la Ontología especial (el universo finito) y la Ontología general (que engloba aquellas realidades que actúan más allá del universo, pero también las realidades que actúan desde el interior, rebasando el propio Universo, no agotado por la perspectiva antrópica)”.

Pág. 77: “Materia M entendida, entre otras cosas, como el “reverso virtual” de un Universo finito pero ilimitado, que no tiene propiamente ni reverso ni entorno”.

Pág. 79: “Una multiplicidad discontinua que denominamos “materia ontológico general”, M”.

Todas estas definiciones son difíciles de entender al margen de la noción de espacio.

Las necesidades impuestas por nuestro espacio representativo hacen que nos sea difícil huir de él. Aunque es posible que en el ámbito ontológico la noción de espacio carezca de sentido por motivos que desconocemos.

Si el espacio fenoménico con el que tratamos en primera instancia es eso, un fenómeno producido por el Ego, pero existe un espacio ontológico, todas nuestras metáforas sobre el tema “proyectan” uno en el otro, cuando este último lo desconocemos  absolutamente. Así al hablar de espacio ontológico damos un salto mortal. Así en la cita anterior en 322 matiza: “El espacio de que hablamos no es tanto un concepto cuanto un ámbito ontológico concreto, dotado de unicidad, cuyas partes están dadas en él como irrepetibles”. Ese ámbito ontológico tiene unicidad y partes como el fenoménico.

ENSUEÑOS

Bueno en Ensayos sitúa los “ensueños” en M2 de forma muy acertada, pero no puede haber ensueños sin memoria, naturalmente no puede haber memoria sin vivencias, sensaciones y emociones, todo eso nutre la memoria, pero sin memoria no puede haber Ego trascendental, quizás si algún tipo de ego categorial muy básico con capacidad operatoria pero sin poder aprender, pues para ello necesita memoria, un ego inscrito en el instinto como fuente de supervivencia. Este instinto puede sustituir la memoria para sobrevivir porque de alguna forma contiene unas “instrucciones” básicas de funcionamiento que suplen la memoria. Por ello sorprende que Bueno no lo especifique y le de la importancia real que de verdad tiene.

En El Ego trascendental pág. 206 dice: “M2 tiene contenidos que no son egoiformes, y las pruebas  más inmediatas de esta tesis pueden tomarse de las experiencias de los sueños, actos fallidos, &c.”

Pág. 207: “Y no es el yo quien sueña (como aún lo creía Descartes); a lo sumo el yo es soñado en el sueño”.

Lo primero que sorprende es ese intento de evitar el error en el ego como si fuese algo perfecto, culpando a otros factores del gazapo, ¿Por qué no iba a poder equivocarse el ego? Luego dice que no es el yo el que sueña, que M2 no se reduce al ego. Desde mis propias coordenadas filosóficas, que he denominado Materialismo ontológico onírico (13),  la función de M2 la cumple el Lado 2 que contiene el ego y la memoria (no he dilucidado todavía si forman un solo género de materialidad o son dos unidos), así la expresión de Bueno “M2 no se reduce al ego” estaría corroborada en nuestro sistema, el Lado 2 no se reduce al ego, sin embargo no tenemos ningún problema en aceptar que el ego se puede equivocar y que sueña. El ensueño no es más que la actividad del ego cuando dormimos, es decir cuando desconectamos de M1, de sus alertas y preocupaciones, el ensueño es la forma de duración del ego mientras duerme, ese movimiento consiste en crear historias con aleatoriedad condicionada, es decir, tener sueños, usando para ello el fondo de recuerdos de la memoria como base, postulamos también que esa actividad se mantiene post mortem dado que M2 (el Lado 2) no se sustenta en M1 (el Lado 1), son materialidades conectadas pero separadas. Javier Pérez Jara ya abrió esa posibilidad en su artículo Principios y problemas abiertos del materialismo discontinuista, ahora caigo que Bueno de alguna manera también lo hace al decir en El Ego trascendental pág. 206: “Tesis fundamental del materialismo es la de la materialidad de M2, y, por tanto, la negación de su separabilidad, sustantividad, supervivencia o metempsicosis de la conciencia egoiforme. En  cualquier caso, M2 no se reduce al ego, así como tampoco el ego se reduce a M2”. ¿Podemos deducir de esta frase que la parte  de M2 que no es el ego tiene alguna posibilidad de supervivencia post mortem? Por su parte Jara argumenta en pág. 174: “el materialismo niega cualquier pervivencia de los contenidos psíquicos después de la muerte biológica. Ahora bien, si con la muerte biológica el organismo se transforma en un cadáver, que es un estroma primogenérico, ¿qué ocurre con los contenidos psíquicos en la muerte cerebral? El materialismo filosófico no puede aceptar ni que pervivan ni que se aniquilen.”

Se da la paradoja de que Javier primero niega (con un materialismo sin apellido) la pervivencia de los contenidos psíquicos después de la muerte biológica y poco después dice que el materialismo filosófico (ahora con apellido) no puede aceptar ni que pervivan ni que se aniquilen.

En esta distinción de materialismo puede estar la clave del asunto.

La premisa “el materialismo niega…”, es válida en el caso, por ejemplo, del materialismo emergentista de Mario Bunge, dado que concibe la mente como una biofunción del cerebro, no esta tan claro que valga para el materialismo filosófico, si nos atenemos al juego que dan los géneros de materialidad, si como dice Jara “son inseparables pero discontinuos entre sí”, la naturaleza de esto es una “originalidad” de ese sistema con respecto a otros como el mencionado de Bunge. Se basa en las diferencias que estos géneros ofrecen frente a la emergencia de Bunge, si los géneros “surgen” unos de otros, el primero (M1) marca el paso a los otros dos, así la muerte del cuerpo (y del cerebro) hace desaparecer a M2, los dos materialismos se ecualizarían en esto. Pero si los géneros “los consideramos desde la perspectiva de M, estos “canales genéticos” pueden desvirtuarse, de suerte que M3 puede pasar a verse como una “refracción” de “algo de M” en cuanto a su estructura, independientemente de su génesis” (5), pág. 1427.

Si M2 surge de M1, desaparece con este (Bunge).

Si M2 es una refracción de M, ya no depende de M1 para subsistir  (ya veremos cómo). Mi propuesta (13) es una apuesta sobre cómo es esa “supervivencia” de M2.

Por supuesto si se sigue esta deducción M2 (en cuanto fase de M) también terminaría por desaparecer, al igual que M1 y M3. Comentario aparte, para nosotros M3 es innecesario, en ese punto nos alineamos con el ficcionismo de Bunge.

En resumen una tercera lectura del libro de Bueno muy fructífera y satisfactoria. En esta fase cercana al fin de mi vida he vuelto a ser atraído por su pensamiento que no ha parado de deslumbrarme desde aquel lejano febrero de 1990 en que después de verlo en televisión varias veces decidí comprar su primer libro.

BIBLIOGRAFIA 

1. Ensayos materialistas. Taurus, 1972.

2. El puesto del Ego trascendental en el materialismo filosófico. El Basilisco 40, 2009.

3. El Ego trascendental. Pentalfa, 2016.

4. Diccionario filosófico de Pelayo García Sierra. Pentalfa, 2000.

5. Teoría del cierre categorial Vol. 5. Pentalfa, 1993.

6. Symploké. Ediciones Júcar, 1987.

7. El mito de la izquierda. Ediciones B, 2003.

8. El mito de la cultura. Editorial Prensa Ibérica, 1996.

9. La fe del ateo. Ediciones Temas de Hoy, 2007.

10. El materialismo filosófico y los formalismos terciogenéricos. El Catoblepas 23, 2004. 

11. Disputas ontológicas sobre temas cosmológicos. El Catoblepas 28, 2004.

12. Ciencia e hipótesis. Espasa Calpe, 2002.

13. Materialismo ontológico onírico. http://ferminhuerta.blogspot.com/2021/12/materialismo-ontologico-onirico.html

14. Principios y problemas abiertos del materialismo discontinuista. Studia Iberica et American journal of Iberian and Latin American literary and cultural studies, 3, 2016.