viernes, 1 de octubre de 2010

DIOS

GUSTAVO BUENO Y EL ABORTO

GUSTAVO BUENO Y EL ABORTO


Fermín Huerta Martín



—Vaya... ¿No es la vida humana el valor supremo?

—¡No! Esa idea proviene del individualismo. Más valiosa que la vida es la generosidad: hacer algo por otro sin esperar premios.

—Si la vida no es lo más importante, ¿es justificable matar?

—Lo es matar en defensa de la familia, en defensa del grupo, de la sociedad...

Entrevista a Gustavo Bueno. La Vanguardia, Sábado, 16 de Julio de 1999.



En su libro El fundamentalismo democrático, Gustavo Bueno dedica el cap. 14 al tema “La ley de plazos del aborto”, su postura se podría resumir en la frase:

“Destruir al individuo humano, ya sea en su fase de germen, de embrión, de feto o de infante, es tanto como destruir a ese individuo y, por tanto, como cometer homicidio. Y tan homicidio es el infanticidio como el feticidio o el embriocidio”, pág. 315.

Basándose en:

“Desde este punto de vista parece que habrá que rechazar desde el principio cualquier idea conducente a establecer cortes o soluciones de continuidad en el curso lineal de la ontogénesis de un cigoto a fin de determinar sobre estos cortes “plazos” con definiciones prácticas, es decir con representación en el reloj y en calendario, tales que permitan concluir, por ejemplo, que entre un germen y un embrión, o entre un embrión y un feto, hay “cortes” o soluciones de continuidad”, pág. 307.

Me propongo argumentar dos cosas:

Primera, que esta postura contradice lo dicho en su libro ¿Qué es la Bioética?

Segunda, que si el aborto es un homicidio también debería serlo el uso de métodos anticonceptivos.

Primera argumentación:

Dice Gustavo Bueno en ¿Qué es la Bioética?, pág. 89:

“Desde estas coordenadas, la decisión acerca de la viabilidad bioética de un aborto, no se harán depender de principios solemnes que, aunque tengan que ver con la «dignidad de la vida», o de la «persona» que va a nacer, o con la presencia o ausencia en su organismo de un alma espiritual, sean meramente declarativos, sino que se hará depender de principios que tienen que ver con el conflicto dialéctico entre las personas vivientes, con los principios de la lucha por la vida, ya se encuentren los contendientes en estado potencial o en estado actual. Conflictos dialécticos que se plantean sin menoscabo de la dignidad (cuando alguien, en defensa propia, no se detiene a matar a su agresor, no ha esperado a que el agresor haya perdido su dignidad; aun reconociéndola, la vida que la soporta será un objetivo de nuestra pistola o de nuestro puñal). En líneas generales, el aborto quedará bioéticamente justificado (en nombre de la misma vida humana) en todas aquellas situaciones en las cuales la continuidad del embrión ponga en peligro la continuidad de la vida de la madre o la del grupo social (en general: el control de la natalidad, que incluye la destrucción de los bancos de gametos que puedan existir). Nos encontramos entonces en el conflicto entre la generosidad y la firmeza, como virtudes éticas fundamentales. La generosidad ante el embrión indefenso (en función de su futuro) cederá ante la firmeza debida a la madre; si esta firmeza está comprometida por el embarazo, sea a través de la misma vida orgánica, sea a través de la vida ulterior (por ejemplo si el feto está malformado o si es fruto de una violación de la que pueda asegurarse que dará lugar a la presencia en el hijo de rasgos fenotípicos indeseables del padre). Cuando una madre ve comprometida su vida por el hijo que depende de ella, lo abortará «bioéticamente» no porque sea parte de su cuerpo, ni porque no tenga aún la dignidad de persona, sino simplemente porque es su enemigo en la lucha por la vida (otra cosa es que lo sea realmente). Mutatis mutandis daremos análogos juicios en lo que concierne al control de la natalidad. Si una proliferación excesiva de embriones pusiera en peligro no ya la vida de las madres, sino la vida del grupo social, este tendría que defenderse de sus futuros competidores en nombre de su propia vida.

En cualquier caso, desde los principios del materialismo bioético, cabe derivar un juicio condenatorio contra la práctica incondicional del aborto de embriones o de fetos bien formados, fundada en la simple premisa de “no haber sido deseado el embarazo”. Quien sostiene haber partido de esta premisa, debiera también haber conocido los procedimientos de control de la natalidad de los cuales nuestro presente dispone; y el no haberlos utilizado implicará en principio una gran negligencia, de efectos potenciales o actuales muy graves (riesgo de la vida, despilfarro de quirófanos, atenciones hospitalarias, &c.) que habría que imputar a la madre que propició el aborto y que, en consecuencia, debería compensar con una pena proporcionada (fuerte multa, prisión, &c.) al ordenamiento jurídico.”

Es evidente que existe contradicción entre ambos textos, a no ser que se diga que puede haber excepciones en la regla citada de la pág. 315, por las cuales destruir al embrión no fuese homicidio.

Se podría aceptar que en caso de peligro para la vida de la madre (o del grupo) está justificado el aborto. Pero ¿que peligro supone para la vida de la madre que el feto tenga alguna malformación o que peligro supone para la vida de la madre un niño sano fruto de una violación? “Feto malformado” es una expresión muy general, ¿a que se refiere? Los grados de malformación pueden ir desde un feto que no sobrevivirá ni siquiera al embarazo hasta un niño con labio leporino, leo en Wikipedia:

“En algunos países, el labio leporino o el paladar hendido son considerados motivos (generalmente tolerado u oficialmente sancionado) para realizar el aborto más allá del límite de edad fetal legal, aunque el feto no esté en peligro de muerte.”

Otro tanto puede decirse del síndrome de Down, o de una persona que tenga dos dedos gordos en su mano derecha mirándose mutuamente.

¿En todos esos se puede abortar bioéticamente?

¿No habría que aplicar aquí la doctrina de Bueno expuesta en El sentido de la vida pág. 234? Dice allí:

“Cuando el individuo no se encuentre en situación des-personalizada, el problema de la eutanasia puede plantearse formalmente en términos éticos. Por ejemplo, y desde nuestros supuestos, el deseo de morir, reiteradamente expresado por una persona que sufre depresión, o alguna enfermedad o lesión grave, no constituirá motivo ético suficiente para administrarle la eutanasia, pues nuestra generosidad tendría que dirigirse a restaurar su firmeza «según el dictamen de la razón».”

¿Por qué a un feto malformado se le debe matar y a un adulto con lesión grave que lo pide, no?

El caso de la justificación del aborto por violación es especialmente grave, dice Bueno: “o si es fruto de una violación de la que pueda asegurarse que dará lugar a la presencia en el hijo de rasgos fenotípicos indeseables del padre”.

Pero esta explicación ya no parece un caso de lucha por la vida (y según que casos de malformaciones de feto, tampoco lo serian), porque el embrión fruto de una violación no tiene porque estar malformado. La violación seria un caso extremo de “embarazo no deseado”, no todas las violaciones con resultado de embarazo tienen porque ser consideradas por la victima como no deseado, puede darse el caso de mujeres sin pareja que deseen tener un hijo, o de mujeres con pareja con problemas de fertilidad, también es posible que una violación a una persona muy creyente que considere que Dios insufla el alma también a los embriones fruto de violación y que por tanto ese aborto es también pecado mortal.

En cualquier caso la violación no puede ser considerado un caso de lucha por la vida, porque la vida de la madre no esta en peligro, las consecuencias de tener un hijo fruto de una violación serán en todo caso psicológicas. Pero lo mismo se puede decir de un “embarazo no deseado” fruto de una relación sexual consentida, el nacimiento del niño puede truncar unos estudios, acabar con un ascenso laboral, cuando no con el mismo trabajo, etc. Con las consecuencias psicológicas que se derivan de todo ello.

¿No habría que reforzar la firmeza de la madre para que acepte a su hijo o si no puede, lo de en adopción?

Si una simple apariencia física puede justificar un aborto, porque no va a haber otras causas posibles, indagando en Internet sobre las causas de los abortos, leo lo siguiente:

“Intentando dilucidar las posibles causas de tal aumento podemos nombrar una deficiente información sobre métodos anticonceptivos entre los más jóvenes, la imposibilidad de afrontar el costo que supone tener un hijo, conocer que el bebé viene con alguna enfermedad congénita como Síndrome de Down, la imposibilidad de conciliar la vida laboral con un hijo a cuestas…”

Es curioso porque una de las causas: “imposibilidad de conciliar la vida laboral con un hijo a cuestas” se parece a una que cita Bueno en El fundamentalismo democrático pág.281: “Los mecanismos de control de la población no obedecerían necesariamente a ninguna planificación de largo alcance, sino a la misma evidencia práctica perentoria de unos individuos que, con una capacidad de anticipación mayor que la de sus predecesores, eran conscientes de la imposibilidad de conservar a toda costa a todas las crías lactantes que iban acumulándose y que impedían o estorbaban notablemente su vida nómada.”

En eso parece que las cosas no han cambiado.

Segunda argumentación.

En el libro citado y también en su articulo La cuestión del aborto desde la perspectiva de la teleología orgánica, publicado en El Catoblepas, número 98, abril 2010, Bueno parte del supuesto de que es la formación del cigoto-diploide aquello que establece la frontera que separa los medios anticonceptivos de los abortivos, es decir, según Bueno, lo que diferencia el control de la natalidad del homicidio. Este supuesto se basa en una separación temporal corta de los mismos elementos, es decir, si conseguimos eliminar a un ovulo con el que ha contactado el espermatozoide antes de que las membranas de los pronúcleos se rompan y los cromosomas se entremezclen, estaremos hablando de un legitimo control de la natalidad, si lo eliminamos después de mezclarse los cromosomas, estaremos hablando de un homicidio. Y es que parece que todo el hincapié que hace Bueno en negar cortes en el curso lineal de la ontogénesis de un cigoto, se desvanece al querer traspasar ese punto, dice Bueno en su artículo:

“no hay animación, sino evolución continua, y en ella ya parece artificioso señalar plazos o cortes en ese proceso continuo, sobre todo si las fases de la criatura humana orgánica (del «ovoide» humano) se suceden en la inmanencia interna del proceso, al menos una vez que el germen está ya constituido.”

Pero claro, el germen no surge de la nada, y las fases previas a su constitución son tan necesarias como las siguientes para el desarrollo del individuo humano.

Una autentica coherencia bioética con los sujetos humanos individuales corpóreos (SHIC) nos debería llevar a proteger el ovulo concreto que será fecundado por el espermatozoide concreto que dará lugar a ese SHIC, factores como el crossing over garantizan la diferenciación cromosómica de cada gameto individual.

Determinadas partes de cada gameto serian medio cigoto-diploide en potencia.

Los gametos son células de un individuo cuya “finalidad” es emparejarse con otros gametos para conformar un tercer individuo. Aunque los gametos de los sujetos A y B son producidos por esos sujetos, esas células ya no tienen una función interna al individuo, de hecho los sujetos que no se pueden reproducir pueden llevar una vida normal en todos los demás aspectos de sus vidas. Diríamos, esas células haploides, fabricadas por los individuos A y B son ya individuos C potenciales (la mitad en A y la mitad en B), cuando esas células mueren o no alcanzan su objetivo, la potencia no se actualiza, cuando lo consiguen, si.

Su unión, es solo una parte del proceso total que se inicia cuando se forman los gametos individuales llamados a formar el cigoto-diploide y que termina con la muerte del SHIC.

Esta sería la perspectiva correcta, el enfoque apropiado, para tratar el tema y no los enfoques parciales que arrancan con el cigoto-diploide, o con su implantación en el útero, o con la formación del sistema nervioso central, etc.

Es decir, los primeros elementos del nuevo SHIC son los gametos concretos que formaran el cigoto-diploide concreto que tras implantarse en el útero dará lugar a un SHIC.

El “productor” de los gametos es ya un SHIC que ya esta protegido por la bioética.

Pretender que no usar los gametos (celibato) o impedirles su unión (métodos anticonceptivos) no conlleva ninguna responsabilidad y que destruir el cigoto-diploide es un asesinato, es sencillamente no ver la totalidad del proceso de constitución del SHIC.

Al celibato voluntario se le podría acusar de delito de omisión, leo en una enciclopedia jurídica de Internet:

“Así como la acción es un obrar positivo, un hacer, la omisión, en cambio, consiste en un no hacer, en un no actuar, en un abstenerse. El resultado del delito de omisión suele consistir en el mantenimiento de un estado de cosas, siendo la norma violada una norma preceptiva que ordena un hacer o actuar positivo.”

La norma violada en este caso sería la que nos refiere Bueno «Cada viviente se esfuerza en regenerar más allá de sí mismo (por una suerte de «inercia ampliativa») a otros seres capaces de sobrevivirle.»

O el principio general del que habla en ¿Qué es la Bioética? Pág. 84. Donde dice “reproducción conservadora, el principio prescribe la necesidad “bioética” de la reproducción en el grupo de los individuos humanos a partir de los individuos realmente existentes.”

Esto sería de verdad “estar a favor de la vida” lo demás no.



Dice también:

“En realidad, el momento de la concepción –es decir, el que corresponde a la teoría de la animación instantánea–, cualquiera que sea el punto en el que se sitúe (¿en el punto de la fusión de los gametos en el cigoto?, ¿a las pocas horas de la penetración del espermatozito en el óvulo?, ¿en el momento de la constitución del blastocisto gastrulado como individuo viviente, a los catorce o quince días de la gestación?), es el criterio más firme (por no decir el único), desde una perspectiva materialista, para establecer la frontera inicial que separa en la práctica los medios anticonceptivos de los abortivos. Cualquier otro momento o plazo es arbitrario.”

Intentar hacer esta distinción anticoncepción/aborto, diciendo que, a lo que impide llegar a la concepción es anticoncepción (admitido por Bueno) y lo que ocurre después es aborto (no admitido por Bueno) suena en este contexto que menciona Bueno de “evolución continua” , tan artificioso como le parece a Bueno la ley de plazos del aborto (pág. 308 de su libro).

En este sentido muchas de las frases de Bueno se podrían reinterpretar de la siguiente manera:

“si destruyésemos el cigoto durante el proceso de su segmentación pregastrular, estaríamos también destruyendo los individuos que pudieran resultar de su bifurcación”, se podría decir también: “si destruyésemos los gametos que han de conformar el cigoto, estaríamos también destruyendo los individuos que pudieran resultar de su bifurcación”, también, “Que el «individuo resultante» procede, en cualquier caso, del cigoto singular y sólo de él”, se podría traducir “Que el cigoto procede, en cualquier caso, de los gametos y sólo de ellos”.

O esto, “Desde esta perspectiva puede considerarse ya como una exageración dar un corte en la línea genealógica total, mediante el cual se separe el periodo germinal (preembrionario) y todos los demás periodos sucesivos (embrionarios, fetales e infantiles).” Por esto, “Desde esta perspectiva puede considerarse ya como una exageración dar un corte entre el cigoto-diploide y el ovulo contactado por el espermatozoide, o entre esto y el ovulo y el espermatozoide antes de contactar”.

O esto, “Porque parece evidente que en el proceso teleológico global el cigoto no se segmenta «para producir blastómeros» (lo que a lo sumo constituirá un objetivo parcial), sino para proseguir la producción hasta formar una mórula y una gástrula (o dos o tres, &c.).” se podría decir, “los espermatozoides no se liberan para terminar en un preservativo, sino para fecundar un ovulo”, sino también se pone entre paréntesis la cadena teleológica.

Podemos leer en la segunda edición de la Enciclopedia McGraw-Hill de ciencia y tecnología, en la entrada Espermatogénesis: “Después de la meiosis, las espermátidas sufren la espermiogénesis, transformación de los constituyentes nucleares y citoplásmicos. El ADN del núcleo se condensa y toma la forma característica de cada especie”

El mismo Bueno menciona en El fundamentalismo democrático pág. 313: “Ahora bien, la identidad singular real de ese “conglomerado celular” no puede en ningún caso reducirse a la condición de un mero agregado aleatorio de células, cuya individuación solo pudiera pensarse en función de los individuos actualizables en fases ulteriores de su desarrollo ontogenético. Por el contrario, la identidad numérica de ese conglomerado está ya contenida en el programa genético que ha llevado a los gametos a fundirse en la célula germinal que llamamos cigoto.”

Pretender que el aborto es una aberración y que debería ser ilegal y castigarlo con multa o prisión, cuando las consecuencias del uso de anticonceptivos son las mismas que las del aborto, es decir, impedir el desarrollo del SHIC, sería igual de absurdo que decir que cuando la policía detiene en un piso a dos hombres con una bomba, merecen una severa pena, pero si los detienen momentos antes, cuando uno llevaba los detonadores al piso del segundo donde guardaba los explosivos, no merecen ninguna pena.

Llegados a este punto, puede parecer, que la única postura coherente sería la de la Iglesia Católica, que dice en su Catecismo, pág. 518: “Por eso la Iglesia, que “está a favor de la vida”, enseña que todo “acto matrimonial debe quedar abierto a la transmisión de la vida”, y en la pág. 519: “ es intrínsecamente mala “toda acción que, o en previsión del acto conyugal, o en su realización, o en el desarrollo de sus consecuencias naturales, se proponga como fin o como medio, hacer imposible la procreación”.

Lastima que en un ejercicio insuperable de hipocresía (algo que le caracteriza a lo largo de su historia) diga en esas mismas páginas lo siguiente:

Pág. 518: “Por razones justificadas, los esposos pueden querer espaciar los nacimientos de sus hijos” y recomienda en la pág. 519, “la continencia periódica, los métodos de regulación de nacimientos fundados en la autoobservación y el recurso a los períodos infecundos son conformes a los criterios objetivos de la moralidad, fomentan el afecto entre ellos y favorecen la educación de una libertar autentica.”

Es decir la Iglesia Católica recomienda el método anticonceptivo mas seguro: la continencia, no falla nunca, la continencia sexual ha impedido el nacimiento de mas niños que todos los demás métodos anticonceptivos y abortos juntos.

Un cura que cumpliese con el voto de castidad y el celibato lograría el mismo resultado que la mujer que usase durante toda su vida de otros métodos anticonceptivos (pastillas, DIU, preservativos, etc.) o que abortara cada vez que se quedase embarazada: descendencia cero.

Para Bueno es justificable matar en defensa de la familia, del grupo, de la sociedad. Los curas (con la castidad) lo creen hacer en defensa de la Iglesia, siguiendo entre otras la consigna del papa Gregorio VII que dijo “El matrimonio ata al clero al estado dándole una familia, y le aleja de la Iglesia, a la cual debe sacrificar todo”.

Las mujeres de hoy matan por los motivos antes expuestos, desconocimiento, coste monetario, etc.

¿Dónde esta la diferencia? ¿Por qué los motivos de unos son validos y los de los otros no?

El resultado final es el mismo, impedir el desarrollo de un SHIC.

La única postura coherente con la defensa de la vida, sería no tener ninguna limitación a la hora de mantener relaciones sexuales (“darse al otro totalmente” como dice en la pág. 519 el Catecismo).

“Espaciar los nacimientos” quiere decir dejar de tener hijos, dado que los gametos disponibles durante ese “espaciamiento” mueren si no se usan, y esos gametos son medio cigoto-diploides en potencia, se esta “matando” a esos niños o niñas “espaciados”.

Si ciframos en 30 años el periodo de fecundidad de la mujer, este podría ser el número de hijos que cada mujer debería tener, si se aceptara este principio..

Mientras escribía este artículo he tenido la ocasión de leer la interesante controversia mantenida entre David Alvargonzález y Gustavo Bueno en las páginas de El Catoblepas. El primero de ellos defiende que hasta el momento de la gastrulación e implantación en el útero a los trece o catorce días no se puede hablar de individuo humano como sujeto de protección bioética. Que en la fase de cigoto o de mórula, el organismo humano no es todavía un individuo en sentido pleno. Considera que la constitución del cigoto es el criterio para determinar el comienzo de la concepción humana, pero que esta no se completa hasta que no se ha fijado de un modo irreversible el número de individuos resultantes. Así por ejemplo dice José Manuel Rodríguez Pardo en su artículo Bioética materialista, clonación y aborto, publicado en El Catoblepas, número 92, octubre 2009: “Tal razonamiento supone establecer un plazo, alrededor del día quince tras el momento de la concepción, para señalar que antes de ese momento la destrucción del blastocisto no podría ser considerada como aborto, ya que tal procedimiento no se aplicaría sobre un organismo dotado de identidad numérica, sino sobre algo indeterminado. El germen constituiría antes de esos quince días de plazo un conglomerado de células, algo amorfo. Transcurrido ese plazo e implantado en el útero, el individuo tendría una diferenciación ya continua.”

Una de las primeras consecuencias de esta toma de postura es retrasar la consideración de Gustavo Bueno de homicidio esos 13 o 14 días mas.

David Alvargonzález considera a la píldora del día después como recurso anticonceptivo de urgencia, o como procedimiento que impide el embarazo, pero no abortiva. Plazo que para Gustavo Bueno estaría de lleno inmerso en la consideración de homicidio.

En el transcurso de la polémica Alvargonzález va dejando una serie de opiniones que se acercan mucho a mi planteamiento, así por ejemplo dice en su artículo El comienzo del individuo humano y el aborto provocado, publicado en El Catoblepas, número 97, marzo 2010: “Desde las posiciones que subrayan la continuidad sustancial de los procesos considerados, la individualidad orgánica ya existe, en potencia, desde la fecundación. Siguiendo este modo de razonar, se podría afirmar que la identidad genética del cigoto de dos blastómeros estaba ya, en potencia, en el espermatozoide y en el óvulo, puesto que está dada en continuidad sustancial con ellos.”

Dice también en su artículo Acerca del aborto y la teleología orgánica, publicado en El Catoblepas, número 99, mayo 2010: “En la interpretación propuesta (Alvargonzález, 2010), la continuidad longitudinal del proceso de reproducción no se pone en duda en ningún momento, como tampoco se pone en duda la teleología de la reproducción biológica (Alvargonzález, 2009: 149-159). La continuidad orgánica teleológica del proceso de reproducción está actuando desde antes de la fecundación, en la propia estructura de los gametos, que serían ininteligibles por separado. Por tanto, si puede afirmarse que el cigoto no se segmenta con el fin último de producir blastómeros, se podría argumentar que tampoco el óvulo se separa del ovario para ser destruido, sino para ser fertilizado. Sin embargo, el óvulo no es un organismo humano individual como tampoco lo es el cigoto en segmentación (en la terminología utilizada por Gustavo Bueno, no es un «organismo individual permanente»). Cabría entonces considerar que, si la continuidad impide intervenir en el proceso reproductivo antes de que se consolide el organismo individual, entonces también podría llevarse este razonamiento aun más atrás, hasta la anticoncepción.”

Dice también: “¿Está éticamente justificada la «interrupción operatoria» propia del celibato voluntario?”.

También: “El desarrollo coherente de la defensa de esa línea genealógica total parece que conduciría a la condena de los métodos anticonceptivos, con el objeto de no intervenir en ningún momento del programa teleológico general. La razón principal para suponer que el individuo humano aparece con la especialización celular es porque es entonces cuando se forma un todo con una estructura asimétrica de partes no homeoméricas somáticas, un todo irrepetible, indivisible y único, ese individuo que Bueno llama «individuo permanente».”

Las razones que da para no seguir ese camino son:

“La continuidad sustancial que existe en las transformaciones biológicas es innegable pero, al mismo tiempo, es necesario eludir el riesgo de un monismo que unifique todos los procesos en un continuo homogéneo. El materialismo de la multiplicidad discontinua se puede aplicar, también, en el campo biológico y debe tener en cuenta tanto el espacio como el tiempo.”

“Frente a esta concepción, se propone interpretar los principios de la bioética materialista considerando que el sujeto de protección bioética es el organismo pluricelular humano individual, y no la mórula compuesta de células totipotentes indiferenciadas, o unos rasgos genéticos distribuidos entre una población.”

“Del actualismo materialista se sigue que no es lo mismo la individualidad somática en potencia (en la mórula) que el individuo en acto (en el embrión implantado), como tampoco es lo mismo la identidad genética en potencia (en los gametos) que en acto (en la mórula). El actualismo implica considerar en qué momento hay o no hay una identidad genética nueva, y en qué momento hay o no hay un nuevo organismo humano con su identidad somática individual propia. Ese mismo actualismo es el que otorga diferente consideración a los gametos separados, al óvulo fecundado y al organismo humano individual implantado.”

“El primer principio de los términos de la bioética materialista considera que son términos elementales los organismos humanos individuales corpóreos, y define esa individualidad elemental por no estar constituida por unidades homeoméricas (Bueno, 2001: 104). También es un principio fundamental de la bioética el reconocimiento de que hay una multiplicidad de individuos humanos irreductibles unos a otros, y que éstos se diferencian entre sí por rasgos igualmente irreductibles (Bueno, 2001: 76 y 81).”

“El asunto, entonces, no puede reducirse a encarecer la continuidad, sino que se hace necesario decidir en qué momento se puede hablar de la constitución plena del individuo para saber cuándo nos encontramos en el ámbito de la bioética.”

“La salvaguarda de la línea genealógica total, como programa teleológico general, tiene significado biomoral o biopolítico, pero no puede considerarse una exigencia ética desde el momento en que la ética implica referirse a individuos humanos (y no, por ejemplo, a gametos con estructura homeomérica o a «individuos únicos o bifurcables»).”

Sobre “el riesgo de un monismo que unifique todos los procesos en un continuo homogéneo” quiero decir que con mi propuesta no se da un continuo homogéneo, los progenitores A y B “producen” gametos, cada uno de los cuales es medio C en potencia. Debido a que los humanos no nos podemos reproducir (de forma natural) individualmente, sino por parejas de distinto sexo. Si fuésemos flores de violeta podríamos decir: la flor A produce los gametos, cada uno de los cuales es medio B en potencia. Si fuésemos determinados tipos de platelmintos podríamos decir, el gusano plano progenitor A es en potencia B, C y D. Dado que ese gusano se divide en una serie de partes, cada una de las cuales regenera las estructuras faltantes y da origen a un nuevo individuo.

¿Que pretende Gustavo Bueno, volver a la situación anterior, cuando en España estaba prohibido el aborto?

En un artículo titulado El aborto legal, de Christopher Tietze y Sarah Lewit publicado en el nº 6 de la revista Investigación y ciencia de marzo de 1977 se podía leer: “En bastantes países en los que está prohibido el aborto pueden, sin embargo, recurrir a él quienes tengan dinero para pagarlo.” Y se acompaña de las estadísticas de los años 1970 a 1975 de españolas que acudían a Inglaterra a abortar (en 1967 se promulgo la Abortion Act), de 1970 a 1972 no llegaban a 1000 anuales, en 1973 cerca de 2000, en 1974 cerca de 3000 y en 1975 unas 4000. Los que no pueden permitírselo deben recurrir al aborto ilegal y los riesgos que de ello se derivan.

La situación del aborto en la actualidad para el área de Sudamérica venía resumida en un artículo publicado en El País el 11 de agosto de 2010.

“Cuatro de cada diez embarazos en Argentina terminan en abortos, según un informe de la organización de derechos humanos Human Rights Watch presentado ayer. Las interrupciones voluntarias del embarazo se siguen produciendo a pesar de que en Argentina solo están despenalizadas en caso de violación para las mujeres discapacitadas mentales o si la salud de la madre corre grave riesgo. Así, la mayoría de los abortos se realizan de manera ilegal y muchas veces en condiciones deplorables, una situación que se repite en la mayoría de los países de América Latina, donde las legislaciones también son muy restrictivas pero donde las cifras no son tan duras como en Argentina.

En estos países, de media, alrededor del 20% de los embarazos termina en aborto (España está en un 18%), según la directora de activismo de la división de derechos de las mujeres de la ONG, Marianne Möllmann.

La fuerte resistencia de las iglesias católica y evangélica ha influido en que solo Cuba, Puerto Rico y Guyana cuenten con normas liberales sobre el aborto. En el resto de países la situación es dramática. Chile, El Salvador, Nicaragua y Honduras prohíben cualquier tipo de aborto (incluso el que se practica para salvar a la madre). En el resto de países de la región se admite la interrupción voluntaria del embarazo solo en casos excepcionales como el de violación o grave peligro para la salud de la embarazada.

Pero ni siquiera en todos esos lugares se cumplen las leyes para esos casos. La prohibición, además, solo logra que las intervenciones -que se siguen realizando- se hagan en situación de mayor inseguridad para la mujer. Se calcula que en América Latina se producen alrededor de 4,5 millones de abortos clandestinos al año. El 21% acaba con la muerte de la mujer.”

Que diferente es la opinión de otro filósofo materialista sobre el mismo tema. En unas declaraciones realizadas a la Agencia Efe en una visita a Zaragoza en mayo de 2009 comentaba Mario Bunge: “Preguntado por el debate social en torno al aborto, afirma de forma tajante que "su prohibición es un crimen horrible" porque provoca la llegada al mundo de "millones de chicos no queridos, que andan por la calle desamparados y obligados a recurrir a la delincuencia o la mendicidad" para sobrevivir.

"Hay que evitar la procreación no planeada" porque "a los hijos hay que encargarlos, hay que tener las ganas y la posibilidad de tenerlos", defiende Bunge, quien valora que el Gobierno español vaya a poner "al día" su legislación con la de los "países más avanzados".

En su opinión, "una niña de 16 años no está en posición de criar a un niño", pero sí tiene una edad suficiente para decidir la interrupción voluntaria del embarazo.

Bunge considera que "no necesitamos multiplicar el número de seres humanos; al contrario, hay que tratar de disminuirlo porque somos demasiados y estamos arruinando la naturaleza".

Éste es uno los motivos por los que el filósofo rechaza el "disparate" de clonar personas, también en el caso de los animales, porque esta técnica generará individuos "envejecidos y propensos a las enfermedades" al ser generados a partir de cromosomas "viejos".”

De hecho Bunge es contrario incluso a las técnicas de fertilización, en una entrevista realizada el 7 de octubre de 2006 decía:

“—¿Por qué califica de infames las técnicas de fertilización?

—Me parece que ya somos demasiados en el planeta. Habría que mejorar las técnicas de control de la natalidad en lugar del fomento de la natalidad, no solamente porque somos demasiados sino porque muchas veces esos tratamientos producen "multillizos", producen tres, cuatro o cinco embriones. Es muy difícil criar un hijo. Imagínese lo que es criar dos o tres al mismo tiempo. Hay que dedicarse full time, y no todo el mundo tiene los recursos o el tiempo para eso. Salen mal educados. Me parece absurdo.”

En la revista Perfil el 6 de abril 2008, decía también:

“—Porque ya somos demasiados. El problema de la infertilidad no es tal. ¡Ojala hubiera más gente infértil! No se puede seguir manteniendo la civilización con tanta gente, estamos arruinando la naturaleza.

—Pero de ese modo se cercena la libertad de elección.

—Pero no se puede hacer otra cosa, porque al ser tantos, al consumir tanto, estamos poniendo en peligro la supervivencia misma del género humano. Estamos ensuciando el agua, la atmósfera, nos estamos acabando el petróleo, y la naturaleza tiene una cierta capacidad de recuperación, pero llega un momento que la pierde. Nosotros no somos una especie en vías de extinción, somos la especie extinguidora, las más parásita, la más depredadora, la especie que pone en peligro a todas las demás especies. Habría que alcanzar la época en que había mil o dos mil millones de habitantes en la Tierra.”

Para Bunge lo criminal no es el aborto sino su prohibición. Para llegar a esta conclusión hay que transcender la posición de que con lograr el nacimiento de un SHIC ya esta todo resuelto, como si este SHIC no tuviese necesidades, alimentos, medicinas, educación, etc. para mantenerse vivo, y como si esta responsabilidad no fuera de los padres en quienes recae el peso de todo eso si no se le da la opción del aborto. Naturalmente se debe educar en el uso de anticonceptivos, pues el argumento del despilfarro que supone el aborto frente los métodos anticonceptivos, es cierto, además de lo peligroso que puede resultar para la madre. Sin embargo si se cobraran dichos servicios recaeríamos en los mismos peligros que con la prohibición, en junio de 2010 saltaba la noticia de la venta de un producto en locutorios usado como abortivo entre población inmigrante, se trata del Cytotec, indicado para el tratamiento de úlceras a un precio de 20 euros.

No por casualidad en ese mismo mes salía a la luz un informe de la Fundación La Caixa que revela que las familias numerosas y las monoparentales son las principales afectadas por la crisis.

Tenemos que acostumbrarnos a un cierto tipo de tolerancia hacia cosas con las que estamos radicalmente en contra pero que no nos afectan directamente. Por ejemplo, los antiabortistas con la ley del aborto (que no obliga a nadie a abortar) o por ejemplo los antitaurinos con las corridas de toros (a las que nadie esta obligado a ir). Me repugnan las corridas de toros, pero nunca firmaría para que las prohibieran, me basta con no ir a verlas o cambiar de canal cuando en la TV hablan de toros o toreros. De alguna manera soy capaz de entender que la tortura y muerte del toro en la corrida produce goce al aficionado (quizás por que mi abuelo lo era y de pequeño vi muchas corridas con el por TV).

De igual forma el antiabortista debería poder entender las circunstancias que pueden llevar a una mujer a abortar aunque esto le repugne profundamente.

En la sociedad actual deberíamos acostumbrarnos a estas leyes que a algunos les solucionan problemas (divorcio, aborto, matrimonio gay, etc.) y a los que no las usamos no nos obligan a nada. Muchas veces determinadas posturas en esos temas se sustentan en la religión, y los seguidores de la misma intentan exportarla a todos los ciudadanos, incluidos los no religiosos o de otra religión.

Con la presión para lograr la prohibición de las corridas de toros se tendría la misma situación, una parte de la población impondría sus puntos de vista al resto. Soy partidario de que la fiesta de los toros muera (como me gustaría que muriesen los toros) de muerte natural, cuando la gente deje de ir a ver los toros, porque se han “civilizado”.

Esta actitud de entender al otro con el que se discrepa, construye espacios de tolerancia, que ayudan a la convivencia (o deberían ayudar). Porque no siempre es posible convencer al contrario de nuestras ideas, pero convivimos todos en el mismo territorio, en la misma Patria.

Dado que Gustavo Bueno ha tenido 5 hijos, mi pregunta seria: ¿Cuál es su relación con los 25 hijos que ha dejado de tener? (Aceptando así sus preferencias monógamas y fidelidad conyugal). ¿Es consciente de que de alguna forma ha impedido el desarrollo como SHIC a esos 25 hijos que no ha tenido?

El libro de Bueno El fundamentalismo democrático habla de la corrupción de la democracia, pero al finalizar su lectura he tenido la sensación de leer un libro que confirma la corrupción de la ultima fase del pensamiento filosófico de un autor que considero el mejor filósofo español de todos los tiempos.




INFORMACION

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