martes, 25 de febrero de 2014

MATERIALISMO Y ENTRELAZAMIENTO CUÁNTICO



















MATERIALISMO Y ENTRELAZAMIENTO CUÁNTICO

Fermín Huerta Martín


“Multitud de filósofos espiritualistas han abrazado con gran alegría estas teorías”
Javier Pérez Jara, La filosofía de Bertrand Russell.


Espoleado por la lectura del libro En busca de lo real de Bernard d´Espagnat  decidí leer el libro La realidad cuántica de A. Cassinello y J.L. Sánchez, así como  releer otros artículos o fragmentos de libros relacionados con el tema de la no-separabilidad en mecánica cuántica. El tema me persigue desde hace tiempo (más bien yo lo persigo a él), como no puede ser de otra manera si tenemos en cuenta la importancia que tiene dentro del panorama científico, consecuentemente debe interesar a quien se interese por la ciencia (como es mi caso) aunque sea un interés derivado del interés filosófico (intereses mezclados en mi caso). En este caso concreto el tema tiene mucho de interés filosófico, basta leer frases como estas:
“Es el realismo estricto, lo que la experiencia ha invalidado en el terreno de la realidad cuántica”, Las carencias de la realidad. R. Lapiedra.
“La no-separabilidad viola el postulado del multitudinismo y esto acaba con el cientificismo”, En busca de lo real. B. d´Espagnat.
“El teorema de Bell fuerza a abandonar la imagen realista del mundo”. La realidad cuántica, A. Casinello y J. L. Sánchez.
“Dicho experimento se mueve casi por completo dentro del campo filosófico”. La hipótesis del realismo y las desigualdades de Bell, M. Ferrero.
“Resultados experimentales comienzan a dilucidar cuestiones filosóficas”. Realidad del mundo cuántico, A. Shimony, Investigación y ciencia, Temas 10.
“Un área donde algunos valerosos experimentadores han puesto recientemente la filosofía a prueba experimental”,  J. S. Bell, Lo decible y lo indecible en mecánica cuántica.
Una de las dificultades a la hora de abordar el tema es el andamiaje matemático con el que está unido, por eso libros como La realidad cuántica son una buena aproximación al tema. Entre otros interesantes asuntos explican dos maneras de entrelazamiento cuántico encontradas en determinados experimentos, el relacionado con la denominada desigualdad de Bell (al que dedicare el siguiente artículo de mi blog)  y el relacionado con el interferómetro de Mach-Zender, que da ocasión de leer frases como estas:
“Si no está colocado el espejo semirreflector F, el fotón, o bien va por la ruta A, o bien va por la ruta B. Cuando está puesto el espejo semirreflector F el fotón va a la vez por las rutas A y B como haría una onda.”
“Nadie sabe cómo la partícula “fotón” se las ingenia para afectar a la vez a ambas rutas, nadie lo sabe porque, insistimos, la condición para que eso suceda es precisamente que nadie lo vea”
“Si hay dos (o más) alternativas indistinguibles de llegar a un resultado, la función de onda será la superposición de las funciones de onda de las diferentes posibilidades (…) en cuanto hay manera de distinguir cuál de las alternativas puede darse, la función de onda colapsa”
“Como el fotón no está seguro, se ha de poner en el caso peor. No va a permitir que haya interferencia y a la vez sepamos la ruta. Por eso ante la amenaza, rompe la interferencia, colapsa la función de onda”
“El mero hecho de poder distinguir por qué camino ha ido el fotón es suficiente para producir el colapso de la función de onda: el fotón superior ya no va por las dos rutas a la vez sino por una de ellas. ¡Sencillamente porque yo podría averiguar su ruta, si quisiera, observando su compañero de abajo!
Remito al libro o a Internet al que quiera profundizar en estas cuestiones, lo que parece claro es que son resultados experimentales, no hipótesis o elucubraciones, son hechos comprobados que nos ponen delante de cuestiones interesantísimas.
El modesto objetivo de este artículo es reunir las opiniones que sobre el tema se manifiestan desde los dos materialismos que más me han influenciado, el materialismo filosófico de Gustavo Bueno y el materialismo emergentista de Mario Bunge.
Por parte del materialismo filosófico el tema ha sido tratado por un representante tan cualificado como Javier Pérez Jara (de plena actualidad por la publicación del libro La filosofía de Bertrand Russell) que aborda el tema de pasada en su artículo “De la Física a la Metafísica: cuestiones sobre Teología Natural, Mecánica Cuántica y Cosmología” donde habla de la imposibilidad de las relaciones a distancia y dice:
“Tenemos que comenzar por señalar que siempre que se ha creído detectar una relación o acción a distancia, como en los fenómenos del magnetismo, o de la gravitación, &c., la Física siempre ha acabado demostrando que la «acción a distancia» no era más que una mera apariencia –como no podía ser de otra manera desde una Ontología no mágica–; es decir, que la acción no era «a distancia», sino mediada por una tercera materialidad o «mecanismo».”
Propuesta de lo más sensata desde mi punto de vista.
Por su parte Mario Bunge dice en Ser, Saber, Hacer:
“La física cuántica no es local y, por tanto, los componentes de un sistema no son separables “Once a system, always a system”. Por ejemplo, si un sistema se divide en dos partes que se alejan mutuamente a gran distancia, lo que se le hace a una de ellas repercute en la otra, como si ambas siguieran unidas (…) este es un hecho contraintuitivo, tanto como el aspecto ondulatorio de las “partículas”, el efecto túnel y la sustancialidad del vacío. Pero resulta natural si se piensa que la teoría cuántica es una teoría de campos. En todo caso, la no-localidad es parte del paquete cuántico, tan desconcertante para el sentido común, como excitante para la imaginación científica. Al fin y al cabo, no es más extraño  que la flotación de los barcos, la propulsión a chorro, el nacimiento de los fotones o la levitación electromagnética.”
Dice también en Controversias en física:
“Quienes admitimos la teoría cuántica como una excelente aproximación, o sea como un mapa de la realidad que es aproximadamente verdadero, nos preocupamos solamente por las interpretaciones equivocadas  de que es objeto. Una de ellas es la pretensión de que la teoría nos obliga a abandonar el realismo, o sea la tesis de la existencia autónoma del mundo externo. Sin embargo, la teoría cuántica puede interpretarse de manera estrictamente objetiva o realista, como se vio en el capítulo 10. Más aún, es imposible refutar experimentalmente el realismo, ya que todo experimento bien diseñado y ejecutado involucra una distribución neta entre el objeto que se observa, el dispositivo experimental y el observador. (Incluso si hay interacciones entre los tres se mantiene la distinción entre ellos, ya que no hay interacción sino entre dos o más cosas distintas.) De lo contrario no sabríamos si estamos observando el objeto mismo o bien un “artefacto” introducido por los instrumentos de observación o medición; acaso ni sabríamos si somos víctimas de alucinaciones. En resumen, el experimento presupone el realismo. Si se abandona el realismo se debe proceder a clausurar todos los laboratorios.”
Podríamos decir que aunque los experimentos sean aceptados por todas las partes se difiere tanto en la interpretación de ellos como en su explicación, esta frase de A. Shimony puede ser sintomática:
“Dos entidades, separadas por varios metros de distancia y que no poseen ningún mecanismo para comunicarse entre sí, pueden a pesar de todo “entablar relaciones””.
Dice Bunge en Filosofía de la física:
“Para explicar en profundidad, para ir al meollo de las cosas, debemos conjeturar mecanismos (no necesariamente ni, por lo usual siquiera, mecánicos)”
En esto concuerdan los dos materialismos, porque la opción que ejemplariza la frase de Shimony parece apelar más a la magia que mencionaba Javier.
Llegados a este punto parece que la cuestión ya no sería materialismo/idealismo sino racionalismo/irracionalismo. Se descubre aquí la importancia de la filosofía en el quehacer científico.
Es como si este tipo de experimentos hubiera acentuado la vena idealista de muchos investigadores, o hubiera decantado a los científicos indecisos filosóficamente hacia un idealismo espontaneo (por no decir ingenuo) que les hacen abandonar las más básicas normas del método científico para en lugar de proponer alternativas (científicas y racionales) apelar directamente a la magia. Nos encontramos en ese punto que J. S. Bell describe en Lo decible y lo indecible en mecánica cuántica: “Lo que resulta mucho más probable es que la nueva manera de ver las cosas comportará un salto imaginativo que nos asombrará”.
Busquemos nuevas propuestas, señales que viajan más rápido que la luz (la comunicación a una velocidad superior a la de la luz o quizás instantánea, implicaría otro problema, ¿Cómo sabe una partícula hacia donde enviar el mensaje? ¿Lo manda en todas direcciones, o conoce la situación previa del destinatario?), entidades que conforman un todo a pesar de estar separadas sus partes “observables” pero que responden como una “unidad” en según qué circunstancias (Dice D´Espagnat en su artículo Teoría cuántica y realidad: "Pueden entenderse como elementos de un sistema físico único que se crea durante la primera interacción y progresivamente se va extendiendo más y más en el espacio hasta que la primera medición lo destruye"), etc.
Reorganicemos la inteligibilidad del mundo, dice Pérez Jara en su libro sobre Russell citándolo: “nuestro conocimiento es muy finito y limitado, y que del hecho de que no conozcamos las leyes, razones o motivos que mueven a tales o cuales fenómenos a comportarse de tal o cual manera, no significa que estas leyes, motivos o razones no existan. Afirmar lo contrario sería tan presuntuoso como gratuito. Según esto, no debería hablarse nunca de la “completud”, en sentido estricto, de tal o cual teoría; las ciencias están en continuo avance, y con casi toda probabilidad el ser humano jamás podrá llegar a conocer todo lo que se esconce detrás de una simple gota de agua. Ninguna ciencia, en suma, agota su campo.” O como dice J. S. Bell en Lo decible y lo indecible en mecánica cuántica: “La actitud científica es que las correlaciones están pidiendo a gritos una explicación”.
Porque para desistir de la razón, para abandonarnos a lo sobrenatural y al espiritualismo siempre estamos a tiempo.

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