martes, 29 de mayo de 2012

TIEMPO EN BUNGE





















TIEMPO EN BUNGE

Fermín Huerta Martín



El tiempo ha pasado
la vida ha cambiado
tú no me recuerdas
y yo te he olvidado

Letra de un bolero cantado por Eliades Ochoa.



En su libro El moblaje del mundo (tomo 3 de su Tratado de Filosofía) Mario Bunge hace las siguientes afirmaciones:
“Lo que vale para todas las cosas simples --es decir, que son mudables-- vale también para la cosa compuesta por todas las cosas, o sea el universo. Es decir, el mundo como totalidad está en flujo, aunque no como un sistema simple y altamente integrado o cosmos. El flujo universal consiste en un gigantesco haz de procesos, algunos de los cuales se entrelazan (se influyen de manera mutua) en tanto que, probablemente, la mayoría no lo hace. De ahí que sea un error hablar de la “serie mundial de sucesos”, como si fuera algo así como una descomunal serie mundial de béisbol. A Fortiori, es incorrecto afirmar o negar que tal serie posee un principio o un final. Sencillamente no existe tal serie mundial de sucesos. Dado que la relación de precedencia entre sucesos es local (dependiente de un marco de referencia), la totalidad de los sucesos no tiene un orden general. Todo lo que podemos afirmar es que todo proceso particular es precedido y sucedido por otros procesos. En consecuencia, aunque el mundo como totalidad no participa en una carrera de relevos, cada trozo de él sí participa en alguna carrera de relevos local.” Pág. 332, capítulo 5, sección 5.2. El dinamismo.
“La relatividad de los ordenamientos temporales respecto de las cosas no tiene remedio: las dos teorías de la relatividad --la especial y la general-- nos han enseñado que cada cosa tiene su tiempo propio, de suerte que no hay un tiempo universal. (Lo habría si el universo pulsara como totalidad, pero no es el caso). En otras palabras, no hay tiempo absoluto o sin cosas. Esta es una generalización del enunciado de la física relativista de que el tiempo es relativo a algún marco de referencia. Creemos que se trata de una generalización justificada porque, tal como se ha señalado anteriormente, casi todo puede considerarse un reloj, ya que se supone que todas las cosas marcan su ritmo de un modo o de otro. Por supuesto, algunas cosas marcan de modo más exacto que otras y por consiguiente, constituyen mejores relojes. Pero éste es un tema para los metrólogos, astrónomos y físicos atómicos, no para ontólogos. Desde el punto de vista de los principios  ontológicos, cualquier cosa cuyos estados estén ordenados de cierta forma, puede considerarse un reloj, sea que realmente se lo use como tal, sea que no se lo utilice en absoluto.” Pág. 366, capítulo 6, sección 3.2. Antes y después.
Podemos empezar por este trozo:
“cada cosa tiene su tiempo propio, de suerte que no hay un tiempo universal. (Lo habría si el universo pulsara como totalidad, pero no es el caso).“
Dado que Bunge habla del universo como: individuo (pág. 56, capítulo 1, sección 1.2. Fundamento axiomático de la teoría de asociación), cosa (pág. 152, capítulo 3,sección 1.2. Supuestos), sistema (pág. 325, capítulo 5, sección 4.2. Agregados y sistemas) y totalidad (pág. 332), bastaría decir que si cada cosa tiene su tiempo propio y el universo es una cosa, el universo debe tener su tiempo propio.
Pero Bunge nos da una especificación añadida, confieso que el “pulsar” me desconcierta bastante, imagino que se refiere a “pulso como latido del corazón o una arteria”. Naturalmente para que un todo pulse de esa manera tiene que ser un organismo vivo de una especie determinada o un corazón artificial conectado (Dice Ferrater Mora en su diccionario, del que Bunge dijo que era el mejor diccionario de filosofía, en la página 3495: “Los hebreos “conocieron“ el tiempo y determinaron, o midieron, las grandes unidades de tiempo (las épocas del año) mediante la posición del Sol en el espacio: y las “pequeñas” unidades de tiempo (el día y la noche) por la cantidad de luz u oscuridad. Pero, junto a ello, concibieron el tiempo como una serie de “percepciones temporales” en forma de “latidos” (reghá), “interiorizando” de este modo el tiempo y convirtiéndolo en lo que se llama “duración“ y “temporalidad“). Bunge menciona el tema en El moblaje del mundo (pág. 363, capítulo 6, sección 3.1. La idea intuitiva), donde dice: “ Para hacernos una idea de esta teoría, pensemos en un universo que consta de una única cosa cuyos estados se pueden aplicar al conjunto de los números naturales: puede ser un reloj o un corazón. La historia de este corazón es, grosso modo, la secuencia de sus latidos, y la vida del corazón es el número total de sus latidos. Puesto que en nuestro universo imaginario no hay otros corazones  (o relojes), no es posible retardar o acelerar el ritmo de los latidos, ni siquiera no realizar algún que otro latido. El latir origina un tiempo uniforme y moderado, vale decir, los mismos intervalos entre latidos.” No es el caso del universo. Por lo tanto si no se trata de un uso que yo desconozca del termino pulsar en argentino (tanto Bunge como su traductor son argentinos), quizás debemos deducir que Bunge se refiere a que a pesar de decir del universo que es un individuo, una cosa, un sistema y una totalidad, no funciona como una unidad, “el mundo como totalidad está en flujo, aunque no como un sistema simple y altamente integrado o cosmos”. Debido a su característica presupuesta de ser infinito. Otra característica especial del universo aplicable al tema que tratamos sería la de no tener entorno, en la pág. 344, capítulo 6, sección 1.1. Las tres concepciones principales, iguala el entorno con los marcos de referencia, y estos son el fundamento del tiempo “el tiempo es relativo a algún marco de referencia”, con estos dos argumentos se podría justificar “que no hay un tiempo universal”. Para apoyar esta tesis afirma “la totalidad de los sucesos no tiene un orden general”, pero creo que esta afirmación es de naturaleza diferente de las dos anteriores. En esta discusión Bunge se somete al magisterio de las dos teorías de la relatividad, dice Bunge en su Diccionario de filosofía pág. 209: “Los tiempos relativos a un marco de referencia determinado son compartidos por todas las cosas que pueden conectarse con este marco a través de señales electromagnéticas”. ¿Qué ocurriría si existiesen señales mas rápidas que las electromagnéticas? El propio Bunge trata el tema en la pág. 226 de El moblaje del mundo (capítulo 4, sección 2.5. Criterios de posibilidad) donde dice: “la mecánica relativista excluye la posibilidad de que haya partículas superlumínicas (taquiones). Pero la teoría no tiene nada que decir acerca de entidades no corpusculares que viajen más rápido que la luz”.
El campo de “tiempos compartidos” se iría ampliando, ¿y si existiese una señal que fuese instantánea independientemente de la distancia? Esta suposición (aparte de disparatada) tiene como objeto poner de manifiesto que de existir se podría conocer el orden de los sucesos por muy distantes que fueran, aunque entonces nos encontraríamos con otra limitación, la existencia de seres inteligentes capaces de manejar la señal (si existieran un numero infinito de seres inteligentes capaces de manipular la señal, el problema ya no sería la comunicación, el conocimiento de acontecimientos lejanos en el acto, sino la imposibilidad de manipular esa cantidad de información infinita. Pero esto seguiría siendo una limitación nuestra como lo es en la actualidad la no existencia de esa señal), solo podríamos conocer los “tiempos compartidos” de los lugares donde hubiese vivientes corpóreos inteligentes. Porque este orden existe independientemente de que se conozca. O dicho de otra manera, que lo correcto sería decir “desconocemos el orden general de la totalidad de los sucesos”. Pero de aceptar esto, repercutiría sobre lo antes expuesto, pues si existe un orden general de los sucesos, el universo debe tener un tiempo propio como todo.
Pero esto no es ajeno a la ciencia y a la filosofía, los científicos no dudan en poner una edad al universo (15 mil millones de años) como un todo. Y los filósofos tampoco, el propio Bunge al decir que el universo es eterno. En su opúsculo La teoría relacional y objetiva del tiempo físico (1968), pág. 26 dice: “Nuestra teoría puede ser modificada en varios sentidos. En primer lugar, permitiendo que el cosmos en su totalidad actúe como marco de referencia, podría introducirse la noción de tiempo cósmico aparentemente sin contradecir la física de la relatividad, porque podría haber todavía un número ilimitado de marcos de referencia. Cada parte del universo podría conservar su tiempo propio pero, además, al universo como totalidad podría corresponderle un único tiempo propio. Este no sería un tiempo universal ampliado, en el sentido de que excluiría todos los otros tiempos, sino en el sentido de que, a diferencia de los tiempos locales, se refiere a los eventos cósmicos. Más precisamente, si el conjunto E de LT está restringido al conjunto de los eventos cósmicos, y se selecciona un miembro particular de K, entonces se obtiene una subteoría del tiempo universal o cósmico --a condición de que el universo en su totalidad sea descripto como un marco de referencia y con tal que haya eventos cósmicos (lo cual parecería requerir un universo espacialmente finito, en vista de la velocidad finita de propagación de cualquier perturbación conocida). De cualquier modo, parece que la cosmología encierra algún concepto de tiempo de este tipo. Así, cuando los cosmólogos fechan el origen de la presente fase evolutiva del universo en diez mil millones de años atrás, parece estar utilizando este concepto de tiempo universal. De la misma forma, las gráficas de densidad de tiempo en el modelo expansivo y las gráficas del tiempo radial en el modelo pulsante del universo parecen utilizar un concepto de tiempo que no es el de tiempo local, puesto que se refiere al universo en su totalidad. Dándolo por supuesto, es difícil que el universo pueda tomarse como marco de referencia, en todo caso, no sería práctico, y se ignora si hay algún evento cósmico. Sin embargo se necesita algo semejante si se quiere hacer consistente con la física relativista el concepto cosmológico de duración de cualquier fase cósmica dada.”
Incluso decía en su artículo El espacio y el tiempo en la ciencia contemporánea (1971):
“Si queremos representar la evolución del universo en su conjunto, se hace necesario hacerlo con relación a un sistema de referencia privilegiado (el centro de las masas del universo, por ejemplo); por otra parte, debemos introducir un tiempo (cósmico) privilegiado que le es asociado, lo que, aparentemente, es incompatible con la teoría de la relatividad”
Por cierto, llegaba a decir en ese mismo sitio:
“Existen numerosos testimonios de todo género que llegan a la misma conclusión, a saber: que hace diez billones de años el universo fue teatro de un cierto acontecimiento de una importancia capital. Probablemente una explosión fue el origen de la fase contemporánea de la expansión del universo, En todos los casos, hasta el presente no se ha descubierto ningún indicio de la historia del universo anterior a la “gran explosión”, y probablemente todos los protocolos físicos ardieron en ese momento. ¿Quiere decir que no había nada antes de ese momento, que el universo fue creado o que apareció a partir de la nada? O bien, aunque existiera antes de la “gran explosión”, ¿no recuerda nada su existencia anterior?
Es evidente que los argumentos astrofísicos son insuficientes para responder a estas cuestiones, En consecuencia, debemos hacer un llamamiento a una filosofía que excluya toda clase de conjeturas anticientíficas. Si nos atenemos a la filosofía naturalista, rechazamos la idea de una creación, opuesta ésta al principio según el cual todo está sometido a leyes internas. Si concedemos alguna confianza a la física, rechazamos igualmente la hipótesis de una aparición espontánea de la materia a partir de la nada. Y si además, somos partidarios de la instrucción y no del oscurantismo, podemos admitir que la falta de pruebas materiales de la existencia del universo antes de la “gran explosión” sólo es provisional y no definitiva. Es posible que, a fin de cuentas, encontremos en algún rincón del universo algunos signos de sus ciclos precedentes, sobre todo si los buscamos.”
Me pregunto, si tenía estas expectativas sobre este tema, porque no suponer el desarrollo de una técnica que permita coordinar los tiempos locales aunque sea progresivamente. La tarea es infinita por la misma infinitud del universo (pero insisto en diferenciar las dificultades técnicas para conocer un hecho, del hecho en si mismo). pero como he dicho en otros lugares, si el universo es un plenum (como Bunge admite) dos partes cualesquiera del universo estarían enlazadas por las partes interpuestas.
Por lo tanto, reitero, si el universo es una cosa, un individuo, un sistema, una totalidad, es decir una unidad, debe tener un tiempo propio. Que no puede ser otro que la eternidad, dice en La teoría relacional y objetiva del tiempo físico, pág. 21:
“En el concepto de LT no tiene sentido preguntar ¿Cuál es la edad del universo?, puesto que el concepto de edad entraña el concepto de evento inicial, y LT implica que el universo es eterno. Dicho de otro modo, el concepto de edad es inaplicable al universo si es que éste no ha tenido comienzo.”
El orden, cuando se refiere al antes y el después es inapelable, a no ser que se considere que el orden lo ponen los sujetos. Otra cosa es que no se conozca, pero necesariamente debe existir un orden, un devenir, un cambio de las partes del universo. Desde el Materialismo Filosófico se habla de que “el tiempo es la medida de unos movimientos respecto de otros movimientos tomados como “reloj”, sólo podríamos hablar de un tiempo universal si hubiera un reloj universal”. Dice también que la Materia Ontológico-General es un devenir sin un antes y un después (postura criticada en mi artículo Tiempo y devenir en el Materialismo Filosófico) y desde del bungismo se dice que no hay un orden general. Pero el orden general surge de la codeterminación de los ordenes particulares y mas aceptando el plenum que implica que las regiones particulares de universo tocan con las vecinas. Aunque no se conozcan, necesariamente hay sucesos de una determinada región que han acaecido antes que otros sucesos de otra región. Negar esto sería como decir que todo acontece simultáneamente o que nada acontece antes o después, lo que es absurdo. Dilema: o imponemos el orden o esta dado, si esta dado, existe aunque no se le conozca. Es suficiente con observar lo que ocurre en las inmediaciones de nuestro sistema solar o galaxia y extrapolarlo al universo en su totalidad.
La idea de que cada parte del universo tiene un tiempo propio, al confrontarla con otras tesis de Bunge expuestas en El moblaje del mundo, da el siguiente resultado, ello solo sería posible si el universo fuese una reunión de partes separadas con anterioridad a su unión, una especie de multiversos previos e independientes  esto implica dos cosas que contradicen otros postulados suyos, primero, implicaría que estas partes estarían separadas por espacios donde no habría materia (algo imposible en la ontología de Bunge ) y segundo, si estas partes separadas tuviesen tiempos diferentes implicaría que no son todas eternas y que por lo tanto han surgido de la nada o han sido creadas en tiempos diferentes.  
Podríamos decir, aplicando el Postulado 1.4 que dice “Hay un subconjunto propio B de S, tal que todo individuo concreto es la agregación de miembros de B”. Todos los individuos concretos formados por los miembros de B tienen un comienzo y un final (tienen una edad) pero los miembros de B en si mismos no tienen edad. Y aquí podríamos enlazar con la tesis de la Materia Ontológico-General del Materialismo Filosófico, según la naturaleza de esos miembros de B. Según la “cercanía” con nuestros aparatos (como el LHC) hay posibilidad de llegar a contrastarlos, de lo contrario, si su naturaleza es mucho mas “lejana” hasta el punto de estar más allá de las ciencias categoriales, estaríamos en la perspectiva de la Materia Ontológico-General  y serian científicamente incontrastables. Sobre todo nos interesarían conocer sus leyes de movimiento y asociación (suponiendo que a estos niveles puedan usarse estos conceptos), que son los responsables de que sus agregados no sean estables, o quizás son estables y lo desconocemos, quizás la configuración actual de los miembros de B es eterna (a pesar de haber tenido un inicio) como ellos mismos y entonces su Big Bang particular sería el momento  en que adquirieron su constitución actual. En ese caso resta solo esperar encontrar “en algún rincón del universo algunos signos de sus ciclos precedentes, sobre todo si los buscamos.”
Quizás en este punto esté el secreto del tiempo y quizás nunca podamos llegar a resolverlo. Por lo menos del tiempo tal como lo nombramos en este ciclo del tiempo, entendido el tiempo a la manera relacional, como el ritmo de los sucesos, hasta el punto que llega Bunge a afirmar que en un universo inmutable no habría tiempo, y al imaginarse uno este universo inmutable pone el paso de su conciencia en la imagen y por lo tanto el tiempo, aunque luego enseguida niega la posibilidad  de un universo inmutable. También dice que en una cosa caótica (vale decir, ilegal) no habría tiempo, pero vuelve a argumentar: “el caos, si bien concebible (de un modo no caótico) es irreal”, “La realidad es, en gran medida, estocástica y hasta aleatoria, pero no caótica, vale decir, ilegal.”
Solo negando la unidad del universo (como hace Gustavo Bueno por ejemplo) se le puede negar el tiempo intrínseco, pero si no tiene unidad no puede ser una cosa, un sistema, un individuo, una totalidad, sin unidad ya no podemos hablar de plenum y entonces se trastoca toda la ontología materialista de Bunge. Bajo mi punto de vista, la infinidad (espacial, temporal) lo que hace es que el universo no sea medible, que escape a nuestra capacidad de manipulación numérica, pues “infinito” es una palabra no un numero. Pero no se puede confundir esta incapacidad de manipulación numérica con la negación de las características del universo infinito (ver mi artículo Niebla en la niebla). Bunge menciona que lo que no nace no tiene edad, por eso se aplica la palabra eterno o infinito para el universo, eso hace que la discusión sobre el tiempo (a la luz de esta idea) sea innecesaria. Sacrificar la idea de unidad implica unas consecuencias desastrosas.
Termino con esta frase de El moblaje de mundo: “Adviértase que la Definición 6.14 admite tantos tiempos como cosas haya. El supuesto de que todos esos tiempos son el mismo, vale decir, que el ritmo de los sucesos es el mismo relativamente a todas las cosas, es la hipótesis del tiempo universal. No hemos adoptado este supuesto porque deseamos que nuestra metafísica sea compatible con la física y ésta sólo admite los tiempos locales. No obstante, una teoría relacional del tiempo que incluya la hipótesis del tiempo universal aún sería relacional, aunque no relativista.”

Otros artículos míos sobre el tiempo:
Tiempo en Bunge
Tiempo y devenir en el materialismo filosófico
Tiempo para el presentismo filosófico
¿Qué es el ego para el eternalismo?
Henri Bergson y el eternalismo