sábado, 28 de septiembre de 2013

HOLBACH QUE ESTAS EN LOS CIELOS (y III)



















Holbach que estas en los cielos (y III).

Holbach moralista.



Las pasiones son los verdaderos contrapesos de las pasiones.

Holbach



He de confesar que de las tres partes en que he dividido Sistema de la naturaleza (y que se corresponden con los tres artículos que he publicado sobre Holbach en el blog) la última (el presente artículo) es la que más me ha sorprendido. El Holbach ontólogo y el Holbach ateo eran en cierta medida previsibles, el Holbach moralista no tanto, y sin embargo la concepción moral que da el barón está muy próxima a la mía. Mientras leí el Holbach moralista recordé una conversación mantenida en un blog con un católico “profundo e informado” donde decíamos:

“Irichc:

No hay convicción moral que defina al ateísmo. Por tanto, nadie más sensible que el ateo a la demagogia y a la sensiblería, ya que su condición de tal no guarda una relación clara con los principios que sigue o dice seguir. No hay mandamientos ateos, virtudes ateas, doctrinas ateas, consuelos ateos ni penitencias ateas. Puede sostener una cosa y acto seguido la contraria, sin que su calidad de descreyente se resienta por ello. Hoy puede ser Lenin y mañana Buda.

Yo:

El ateísmo no tiene convicción moral, pero eso no quiere decir que no lo tenga cada ateo particular.

Irichc:

Tampoco quiere decir que la tenga, y de eso me quejo.

Yo:

Yo como ateo si tengo convicción moral, al resto de ateos tendrás que preguntarles.”

Desde luego la postura moral defendida por Holbach es la antítesis de lo comentado por Irichc, para empezar lejos de cambiar de opinión gratuitamente Holbach defiende: “La moral debe ser estable, la misma para todos los individuos de la raza humana, no debe variar de un país o de un tiempo a otro”.

Pero no adelantemos acontecimientos y empecemos por el principio, por lo que Holbach entiende que es la moral:

La moral es una ciencia de los hechos.

La moral es la ciencia de las relaciones existentes entre los espíritus, las voluntades y las acciones de los hombres, al igual que la geometría es la ciencia de las relaciones existentes entre los cuerpos.

La moral es la necesidad de las relaciones existentes entre los hombres enseñada a seres razonables.

Ya en las primeras páginas del libro Holbach matiza: Es muy importante para los habitantes de este mundo ser justos, bondadosos y pacíficos.

Más adelante pregunta: ¿Cuál es el objetivo del hombre en la esfera que ocupa? Conservarse y llevar una existencia feliz.

El hombre virtuoso es aquel cuyas acciones tienden constantemente al bienestar de sus semejantes.

La felicidad es la coordinación del hombre con las causas que actúan sobre él.

La política debería ser el arte de regular las pasiones de los hombres y dirigirlas hacia el bien de la sociedad.

La libertad es la facultad de hacer todo lo que no perjudica a la felicidad de los semejantes para conseguir la propia felicidad.

No hay patria sin bienestar, una sociedad sin justicia sólo contiene enemigos (…) La libertad, la propiedad y la seguridad, hacen amar a la patria, y el amor a la patria es lo que constituye al ciudadano.

La sociedad es justa, buena y digna de nuestro amor cuando satisface las necesidades físicas de todos sus miembros.

(Podríamos decir que en la España actual, hay muchas personas a las que solo les queda la libertad, porque la propiedad la han perdido al quedarse sin trabajo y les han desahuciado de sus viviendas, la seguridad queda relativizada, ya no hay trabajo seguro (duradero) ni vivienda segura si no está terminada de pagar, y la libertad que les queda se convierte en libertad de emigrar. En estas circunstancias es difícil amar la patria que esta encallada en un modelo de capitalismo que parece no tener alternativa porque los que podrían cambiarlo son los que más se benefician de su inmovilismo, así solo pueden amar a la patria los que trabajan y conservan sus viviendas y pueden vivir, aunque con el temor de perderlo todo).

Recalca la importancia de la educación:

Nuestros padres e instructores son quienes nos hacen buenos o malos, sabios o insensatos, estudiosos o distraídos, firmes o frívolos y vanos. Sus ejemplos y discursos nos modifican para toda la vida.

En la moral la educación  no es otra cosa que la agricultura del espíritu.

Educados así, los hombres no tendrán necesidad de las recompensas celestes para conocer el valor de la virtud, ni de ver a sus pies el abismo en llamas para sentir el horror del crimen.

(Otra cosa que peligra en la España actual, los recortes en la educación, la limitación de becas o la subida de tasas universitarias, prepara el terreno para perpetuar ese inmovilismo del que hablaba antes, solo aquellos que provienen de las clases que más se benefician del estado actual de las cosas podrán licenciarse y perpetuar la situación de un capitalismo que culpa del paro a la clase política y no lo ve como una responsabilidad propia, pues el empresario defenderá su parcela particular y no la totalidad del bien público que concierne a todos los ciudadanos, así los más beneficiados son muchas veces los menos patriotas, pues evitan pagar impuestos o evaden capital al extranjero que podría invertirse aquí).

Dice también:

Para que el hombre fuese virtuoso sería necesario que tuviese interés o encontrase ventajas en practicar la virtud. Sería necesario que la educación le inculcase ideas razonables, que la opinión pública y el ejemplo le mostrasen la virtud como el objeto más digno de estima, que el gobierno le recompensase fielmente, que la gloria le acompañase siempre y que el vicio o el crimen fuesen constantemente despreciados y castigados.

(El ejemplo falla también en la España actual, repleta de evasores fiscales y una clase política corrupta en parte, y que parece afectar al mismo gobierno y su presidente que afirma no estar en política por dinero pero no dejaba de cobrar  “presuntamente” sobresueldos).

La sociedad puede, con el fin de conservarse, amedrentar y castigar a quienes intenten dañarla o cometan acciones que reconoce verdaderamente perjudiciales para su reposo, seguridad y felicidad.

La ley no tiene derecho a castigar a quienes la negligencia de la sociedad ha privado de los medios de subsistencia, del ejercicio de su laboriosidad y sus talentos, de la oportunidad de trabajar para ella.

La sociedad tiene el derecho de quitar la vida a sus miembros.

Aunque el hombre actúe por necesidad en todo lo que hace, sus acciones son justas, buenas y meritorias siempre que tienden a la utilidad real de sus semejantes y de la sociedad en la que vive.

Cuando decimos que la virtud es su propia recompensa queremos decir simplemente que en una sociedad cuyas intenciones fueran guiadas por la verdad, por la experiencia y por la razón, todos los hombres conocerían sus verdaderos intereses, sentirían el objetivo de la asociación, encontrarían  ventajas o motivos reales para cumplir sus deberes; en suma, se convencerían de que, para ser verdaderamente feliz, el hombre debe ocuparse del bienestar de sus semejantes y merecer su estima, afecto y ayuda.

Una política fundada sobre la naturaleza del hombre y de la sociedad, armada de leyes equitativas, vigilante respecto a las costumbres de los hombres, fiel en recompensar la virtud y castigar el crimen, sería mucho más adecuada para hacer la moral respetable y sagrada que la autoridad quimérica de ese Dios.

Volviendo a lo planteado por Irichc: “No hay convicción moral que defina al ateísmo”, podríamos decir, lo que no hay es un ateísmo que sea un calco en negativo del cristianismo (a cuya rama católica pertenece Irichc) y eso se ve claro al decir que no hay mandamientos, virtudes, doctrinas, consuelos y penitencias ateas, tampoco hay sacerdotes, obispos, cardenales ni Papas ateos, ni cielo ni infierno ateo. Lo que Holbach demuestra es que puede haber argumentaciones morales en base al ateísmo que podrán ser compartidas o discutidas por otros ateos, pues el ateísmo no tiene una jerarquía ni dogmas que hagan inútil la reflexión pues lo único que exigen es la obediencia. Como describe Holbach en su libro: “El cristianismo ha causado más divisiones, disputas, guerras civiles y políticas y crímenes de toda clase que todas las demás religiones del mundo juntas”, por lo tanto no le ha servido de gran cosa tener mandamientos, virtudes, doctrinas, consuelos y penitencias. Holbach intenta poner otras bases distintas y debo decir que el resultado no está mal para ser una moral materialista y atea.