sábado, 31 de agosto de 2013

HOLBACH QUE ESTAS EN LOS CIELOS (II)















Holbach que estas en los cielos (II).
Holbach ateo.

Fermín Huerta Martín

Si la ignorancia de la naturaleza dio a luz a los dioses, el conocimiento de la naturaleza está hecho para destruirlos. Holbach

De todo lo expresado en el artículo anterior, Holbach ontólogo, debería deducirse el ateísmo de Holbach. Sin embargo a veces se ha propuesto que “Hay dos maneras de sortear la incompatibilidad entre teísmo y materialismo. La primera consiste en hacer de los dioses entidades corpóreas, como hacen, entre otros, Epicuro y Hobbes (…) La segunda consiste en añadir un principio racional divino que opera causalmente en el mundo (…) Spinoza acepta la equivalencia entre Dios, la Sustancia y la Naturaleza.” Esto lo cuenta Alberto Hidalgo en su interesante artículo Materialismo filosófico. Voy a intentar confrontar lo expuesto por Hidalgo con lo desarrollado por Holbach en Sistema de la naturaleza (y expuesto en parte en Holbach ontólogo) para intentar averiguar si en el caso del barón  es posible compatibilizar su materialismo con algo de lo expuesto por Hidalgo.
Un principio fundamental del materialismo de Holbach es este: La materia es eterna y necesaria pero sus combinaciones y formas son pasajeras y contingentes.
En base a esto podríamos empezar por preguntar si por ejemplo Holbach admitiría los dioses de Epicuro. Estos son descritos en el libro Epicuro de Carlos García Gual:
“La eterna felicidad de los dioses es incompatible con el cuidado por los asuntos humanos. Su eterna vida es incompatible con el existir dentro de nuestro mundo, que, como todos los demás mundos en el universo atómico e infinito, está sujeto a nacimiento y destrucción. Los dioses epicúreos habitan, pues, en los espacios íntercósmicos, en esos intermundia que quedan al margen de las catástrofes cósmicas. También los dioses tienen cuerpo, aunque éste es de una increíble sutilidad, y están formados por agregación de átomos en renovación continua, sin decadencia ni desgaste corporal. Y tienen forma humana.”
“Son seres apáticos y ociosos”. “La divinidad eterna y feliz”. “Serenos e inmortales”
Está claro que estos dioses a pesar de ser corpóreos no encajan con lo expuesto por Holbach que no admite ninguna realidad concreta como eterna al margen del gran todo y de esos “elementos indestructibles” incluso menciona “átomos de Epicuro”, lo de que “están formados por agregación de átomos en renovación continua, sin decadencia ni desgaste corporal”  implica un mecanismo sobrenatural y además iguala a los dioses eternos con un universo eterno en una coexistencia difícil de explicar.
Lo del principio racional divino; o el principio es inherente al mundo y entonces se podría aplicar lo que dice Holbach: “Esta fuerza, que crees conocer mejor llamándola Dios, no es sino la energía del gran conjunto”. O si es impuesto desde fuera implica la existencia de un Dios que no acepta Holbach. Finalmente si se establece la equivalencia entre Dios y naturaleza, o toda la realidad sería espiritual o material, o una tercera cosa que desconocemos (para Holbach también se desconoce lo que es el espíritu, del que dice que es la negación de todo lo que conocemos), la cuestión entonces es si esa sustancia de innumerables atributos tiene o no conciencia, si tiene conciencia sería algo parecido a algún Dios teológico, si no tiene conciencia estaríamos en el plano materialista y llamar realidad material o espiritual a esa sustancia sería una cosa de etiquetas.
Aunque su posición ontológica excluye a dios, Holbach se enfrenta a las hipótesis espiritualistas analizando la naturaleza de lo que denomina un fantasma con cualidades imposibles de conciliar, profundizando en las contradicciones que se derivan de ello: Sustancia privada de extensión que actúa sobre órganos materiales extensos. Un ser privado de extensión no podría moverse ni comunicar movimiento  al cuerpo puesto que tal ser, al no tener partes, es incapaz de cambiar sus relaciones de distancia respecto a otros cuerpos ni provocar movimientos en el cuerpo humano, que es material. El motor del mundo material es un espíritu puro, un ser inmenso puede llenar el espacio sin excluir por ello a la naturaleza, un ser inmutable es la causa de los cambios continuos que se operan en el mundo, un ser omnipotente no puede impedir el mal que le disgusta, la fuente del orden está obligada a permitir el desorden.
¿Cómo pueden influir las acciones físicas de un ser material sobre una sustancia inmaterial y hacerle experimentar sentimientos desagradables?
Si es bueno, ¿cómo puede consentir que se les haga sufrir, aunque sólo sea  por algún tiempo?  Si lo sabe todo, ¿por qué necesita poner a prueba a sus favoritos, de los que nada tiene que temer? Si en verdad es todopoderoso, ¿no podría ahorrarles estas desgracias pasajeras y procurarles de una vez una felicidad duradera?
Si Dios supera en bondad a todos los seres de la especie humana ¿por qué no utiliza su poder infinito para hacerlos a todos felices?
¿No es él mismo la causa primera o el cómplice de las ofensas que le hacen? ¿No es él el  verdadero autor del mal o del pecado que permite cuando podría impedirlo?
No es infinito si la naturaleza entera, sin ser él, puede existir junto a él. No está en todas partes si no está en el hombre que peca o si se retira en el momento en que comete el pecado.
Toda revelación, ¿no supone en los hombres una ignorancia, una imperfección, una perversidad que un Dios sabio, bueno, todopoderoso y previsor habría tenido que prever?
Pero Holbach va más allá de exponer las contradicciones que se derivan de la idea de Dios, para el barón: El espíritu es la negación de todo lo que conocemos. Es imposible para cualquier ser material formarse una idea real de un espíritu.
Me gustaría comentar dos opiniones de los traductores, una expuesta en el epilogo donde se habla de que Holbach es terriblemente anticlerical, obsesivamente antirreligioso. Parecen expresiones vertidas desde el bando confesional, me recuerda algunos fragmentos de la definición de ateísmo del Diccionario de teología de L. Bouyer donde se dicen cosas como estas: El ateísmo es un fenómeno que aparece en todas las civilizaciones, pero que corresponde a un momento de decadencia… Su ateísmo provine de que un desarrollo intelectual desordenado… La vuelta a Dios, para el ateo, aparece, pues, como una condición de su curación psicológica…
Por  cierto, curiosamente, dice la entrada: El materialismo, al negarse a admitir cualquier realidad que no sea material, implica evidentemente el ateísmo.
Por lo que a mí respecta, si en la actualidad (especialmente  aquí en España) encuentro motivos sobrados para ser anticlerical (hablo naturalmente de un anticlericalismo no violento) en la época de Holbach mucho más.
También resulta muy curiosa la siguiente nota: Holbach no se cansa de decir que Dios es aquello de lo que no se puede hablar, pero no opta por callar. Una y otra vez insiste en mostrar la insensatez  de decir lo indecible, pero él sigue diciendo indecible a lo indecible, impensable a lo impensable. Su espíritu filosófico le lleva a aceptar el juego de marcar los límites de la razón, donde ésta se enrosca y hace piruetas para poseerse, para decir sus formas dignas e indignas de ser usada. Ahí, donde Holbach parece menos convincente, es donde se muestra más filósofo.
Parece el comentarista querer decir que cuando Holbach se contradice es cuando se muestra más filósofo. Pero entonces cuando es convincente y no se contradice ¿Qué es? ¿Menos filósofo? ¿Científico? o ¿Jardinero?
Por lo menos en este punto Holbach no se contradice, el no habla de Dios, no propone a Dios, lo que hace es hablar de la imposibilidad de Dios, lo cual es muy diferente, no dice lo indecible, dice que lo indecible es indecible. El comentarista parece querer poner en el mismo plano al que propone lo imposible y al que lo niega.
Aquí merece la pena recordar las palabras de Bunge en su segundo tomo del Tratado de Filosofía donde dice: “En cualquier semántica extensionalista, que la teología sea significante o no significante depende de las creencias religiosas del individuo. Según nuestra concepción, los enunciados teológicos pueden ser perfectamente significantes en sus propios contextos, los cuales determinan tanto su sentido como su referencia. La creencia, así como el escepticismo, deben apoyarse en la asignación de extensiones, no de sentido o de referencia. Así pues, mientras que para un teísta E(Creador)=R(Creador)={Dios}, para un ateo R(Creador)={Dios}, pero E(Creador)=conjunto vacío. (Donde E significa extensión y R referencia). En consecuencia, si alguien deseara argumentar a favor o en contra de una religión en particular, no debería buscar apoyo en nuestra semántica: debería recurrir a medios alternativos. En particular, el no creyente no logrará salirse con la suya por medio de la simple afirmación de que la teología no tiene sentido. (Pero sí puede conseguir mostrar que algunas teologías son contradictorias o que todas carecen de pruebas empíricas positivas)”.
Holbach expone con verdadera maestría un argumento que yo usé una vez en un artículo sin publicar y que me hace pensar en si ateos de diferentes épocas llegamos a los mismos argumentos, el problema es que en muchas ocasiones para llegar al ateísmo hay que leer mucho, y esas lecturas muestran los argumentos sobre los que después se reflexiona y nos terminan volviendo ateos, en mi caso, sin duda, mi argumento favorito contra la existencia de Dios lo leí en el libro de Bertrand Russell  Por qué no soy cristiano: ”Si todo tiene que tener alguna causa, entonces Dios debe tener una causa. Si puede haber algo sin causa, igual puede ser el mundo que Dios”.
Cuando atravesé mi desierto de agnosticismo entre mi fase crédula y la actual atea (ver mi artículo Fervoroso creyente, fervoroso agnóstico, fervoroso ateo), leí durante mucho tiempo a Gustavo Bueno, algunos de sus argumentos ateos me fascinaron, como no puede ser de otra manera, ahora que he leído a Holbach veo a muchos de los argumentos de Bueno como actualizaciones de los argumentos de Holbach (quien tenga conocimientos más profundos sobre el tema podrá señalar que los argumentos de Holbach actualizaban o repetían ideas de autores anteriores), en su libro La fe del ateo da un puñado de estos argumentos que muestran a Dios como un mosaico de ideas incompatibles. Pero en aquella época había un argumento más “técnico”  al que le di muchas vueltas, que se encuentra en el segundo tomo de su Teoría del cierre categorial: «Entrelazamiento y, a su vez, desconexión de cosas entrelazadas con terceras: el principio de Symploké, así interpretado, alcanza un significado claramente materialista. Al menos, él es incompatible con cualquier tipo de concepción ontoteológica del mundo que presuponga un Dios creador y gobernador del Universo, omnipotente y omnisciente, y que mantenga coordenadas todas las realidades del Universo (desde el astro más grande hasta la hoja más pequeña del árbol, pero que ‘no se mueve si Dios no dispone las cadenas de causas para moverla’). La symploké, al reconocer ‘cortaduras’ en el Mundo, implica propiamente el ateísmo ‘terciario’, es decir, la negación de un Dios omnisciente y omnipotente, y aquí reside su principal significación gnoseológica. No es posible un entendimiento capaz de conocer todas las cosas, porque la symploké las hace incognoscibles (en este sentido). El reconocimiento de esta implicación entre la tesis de la symploké y el ateísmo terciario (el que niega el Dios omnisciente de Molina, pero también el ‘genio’ de Laplace), será acaso considerado como abusivo por algunos teólogos; sin embargo, nos parece que la implicación está reconocida, al menos en su forma contrarrecíproca por el propio teísmo molinista, no sólo en su versión tradicional escolástica, sino también en la versión del monismo idealista del pasado siglo».
Caí en la cuenta de que las objeciones que yo ponía (desde mi posición agnóstica) al argumento de Bueno eran de índole crédula, espiritualista. Es decir, si se aceptaba el principio de symploké (ver mi artículo Críticas de Gustavo Bueno a la causalidad en Mario Bunge), el razonamiento de Bueno es impecable, por eso la importancia de una base materialista que fundamente el ateísmo, estos dos conceptos se sustentan conjuntamente.
Solo lecturas incompletas pueden permitir “redescubrir” argumentos clásicos como si fueran propios. El argumento que Holbach  expone es también muy interesante, tiene que haber “relaciones morales” entre Dios y los hombres para que el invento cristiano funcione, debe haber nociones análogas de bien en Dios y en los hombres, pero si se acepta eso se abre paso a un alud de críticas que Holbach desarrolla en este libro que no en vano es considerado la biblia del ateísmo.