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viernes, 15 de mayo de 2020
MARIO BUNGE Y DAVID BOHM
MARIO BUNGE Y DAVID BOHM
Fermín Huerta Martín
Si bien el método científico es analítico, de cuando en cuando la comunidad científica es barrida por vientos holísticos, especialmente cuando la ciencia no consigue desvelar la composición real y el funcionamiento interno de ciertas cosas.
El moblaje del mundo. Mario Bunge.
En sus magníficas memorias, Mario Bunge (1919-2020) describe su relación con David Bohm (1917-1992), Bunge estaba suscrito a Physical Review, en 1952 leyó algo de Bohm y decidió escribirle, intercambiaron varias cartas sobre la reformulación de Bohm de la mecánica cuántica y Bohm le invito para ir a conversar cara a cara, le consiguió a Bunge una beca posdoctoral del Conselho Nacional de Pesquisas Físicas do Brasil durante 6 meses en 1953. Bunge paso el primer mes preguntando y objetando sobre los artículos de Bohm (a quien Bunge define en primera instancia como de “prodigiosa imaginación y nervios a flor de piel”), dice en una entrevista: “Al principio fui muy entusiasta de la teoría de Bohm y la enseñé en Buenos Aires primero y después Estados Unidos -la idea de variables ocultas- pero de pronto me di cuenta que no servía para nada, no era como creía Bohm la teoría causal, porque él no deducía la distribución de probabilidades, sino que lo suponía, que era el mismo modo que la teoría de Copenhague. Además, no sugería experimentos nuevos, ni siquiera parecía susceptible de verificación experimental. Entonces cambié de problema de trabajo y me propuse formular la mecánica cuántica habitual, en términos puramente objetivos, en términos de cosas físicas. Esta tarea me llevó un par de años. Tuve la suerte de conseguir una beca Humboldt y pasé un año muy productivo en Freiburg, al sur de Alemania, escribiendo mi libro Foundations of Physics, en el que axiomatizo una pila de de teorías básicas, entre ellas la mecánica cuántica no relativista.” En su libro Ser, saber, hacer Bunge insiste: “Yo la adopté y expliqué en mis cursos, cuando Bohm respondió a mi satisfacción las treinta objeciones que le expuse”. En otra entrevista comenta Bunge:
“Los científicos suelen escribir artículos, no libros, y eso hice yo. Pero mi primer libro filosófico, sobre el problema de la causalidad, salió de mis discusiones con David Bohm, el autor de dos artículos publicados en 1951 en Physical Review.”
Continua Bunge en sus memorias diciendo que “Bohm le convirtió pero que al repensar sus trabajos y sus respuestas en el curso de la década siguiente y al discutir las ideas de Bohm con otros físicos mi fe en ellas se fue evaporando.”
Posteriormente ambos se encontraron en 1958 en Bristol, en 1961 en Londres y posteriormente en Buenos Aires y Montreal, donde Bunge se negó a gestionarle una invitación a su universidad, terminando su relación.
Yo mantengo que esa influencia temprana marco su noción de cuantón a través del concepto de campo-psi de Bohm. El campo-psi sería un paso intermedio entre la propuesta onda/corpúsculo y el cuantón. Dice Bunge en Ser, Saber, Hacer:
“La física cuántica no es local y, por tanto, los componentes de un sistema no son separables “Once a system, always a system”. Por ejemplo, si un sistema se divide en dos partes que se alejan mutuamente a gran distancia, lo que se le hace a una de ellas repercute en la otra, como si ambas siguieran unidas (…) este es un hecho contraintuitivo, tanto como el aspecto ondulatorio de las “partículas”, el efecto túnel y la sustancialidad del vacío. Pero resulta natural si se piensa que la teoría cuántica es una teoría de campos. En todo caso, la no-localidad es parte del paquete cuántico, tan desconcertante para el sentido común, como excitante para la imaginación científica. Al fin y al cabo, no es más extraño que la flotación de los barcos, la propulsión a chorro, el nacimiento de los fotones o la levitación electromagnética.”
Aunque a veces he criticado que Bunge no proponga ningún mecanismo para el entrelazamiento cuántico (Bunge y el colapso) bastan dos propuestas suyas para fabricar uno. Una pareja de cuantones entrelazados que forman un sistema al separarse estarían unidos (por el campo-psi) y podría comunicarse por medio de lo planteado en El moblaje del mundo pág. 226 (capítulo 4, sección 2.5. Criterios de posibilidad) donde dice: “la mecánica relativista excluye la posibilidad de que haya partículas superlumínicas (taquiones). Pero la teoría no tiene nada que decir acerca de entidades no corpusculares que viajen más rápido que la luz”.
Bunge acusa a Bohm de cosmovisión globalista (holista), irracionalista, idealista y de usar un lenguaje oscuro. Cita como ejemplo de todo ello su libro La totalidad y el orden implicado, que leí en 1988, en el verano de 2014 leí Los sueños de los que está hecha la materia que incluía un texto de Bohm lo que me motivó a releer el libro de este autor, mientras lo releía conseguí las memorias de Bunge y la tentación fue demasiado fuerte así que abandone la lectura de Bohm y me puse con Bunge, tras leer lo que Bunge dice sobre Bohm y terminar sus memorias recobre el interés por terminar la relectura de La totalidad, puse las críticas de Bunge a Bohm (holista, irracionalista, idealista y oscuro) a bailar en mi cabeza mientras terminaba de leer su libro. La relectura de La totalidad y el orden implicado, me ha producido un estremecimiento sostenido en el tiempo, una especie de escalofrío que me viene cuando leo algo profundo e interesante, buena filosofía, su lectura ha sido un tanto discontinua, pues no podía digerir lo que leía sin rumiarlo y esto me hacía parar de leer muchas veces.
Está claro que es un texto holista, pero no creo que Bohm (por lo menos en ese libro) sea ninguna de las otras tres cosas, no veo idealismo por ningún sitio, basta mirar su Diccionario filosófico, en su entrada Idealismo, leerla y comprender que por lo menos en lo que respecta al libro que nos ocupa, la acusación de idealismo no tiene por dónde cogerse. Su apelación a la oscuridad solo la entiendo suponiendo las continuas apelaciones de Bohm a lo “incognoscible”, es decir más que a como lo dice, la oscuridad vendría de lo que propone, en cierto sentido, la propuesta de Bohm rompe determinados esquemas mentales de Bunge muy apegados a la ciencia, como si fuera de estos solo fuese posible la oscuridad. Mucho más difícil de aceptar me ha parecido su acusación de irracionalismo, solo con una visión muy estrecha de “razón” ligada a la ciencia y a lo comprobable y experimentable, se puede hablar de irracionalidad de la propuesta de Bohm. Al menos Bohm intenta dar una explicación del entrelazamiento (de hecho da dos explicaciones, ver mi artículo El campo-psi de David Bohm), cosa que Bunge no ha hecho (Ver mi texto Bunge y el colapso). La cuestión es ¿es científica la propuesta de Bohm? ¿Y si las ciencias tal como las conocemos ahora estuviesen limitadas finalmente para explicar la realidad? ¿Y si las propuestas filosóficas no fuesen verificables? En alguna ocasión he criticado la postura de Gustavo Bueno sobre el tema mente-cerebro, elogiando la posición de Bunge pues hace avanzar la ciencia (ver mi texto El problema más importante del materialismo), considero que la ciencia no ha agotado su capacidad de avanzar en este tema, pero mi posición actual se ha aproximado más a la de Bueno como queda explicado en mi reciente artículo Teoría filosófico-onírica de los dos lados, el principal culpable de este acercamiento a Bueno en este tema ha sido la lectura de la obra completa de Henri Bergson que me descubrió entre otras cosas las similitudes en algunos aspectos de su ontología con la de Bueno (ver Esbozos de Gustavo Bueno en Henri Bergson).
Esto nos sitúa ante un debate que me fascina y preocupa desde hace años, la propuesta de Bohm en este libro me parece que tiene similitudes con algunos aspectos de la ontología del filósofo español Gustavo Bueno (1924-2016), en especial con su concepto de Materia ontológico-general. Baste leer por ejemplo lo que dice en la página 257: “Nuestra propuesta de comenzar con el orden implicado como básico significa que lo que es primario, existente independientemente, y universal, se tiene que expresar según el orden implicado. De modo que estamos sugiriendo que es el orden implicado el que es autónomamente activo, mientras que, como indicamos antes, el orden explicado fluye de una ley del orden implicado, por lo que es secundario, derivado, y solamente apropiado dentro de ciertos límites concretos. O, para ponerlo de otra manera, las relaciones que constituyen la ley fundamental están entre las estructuras plegadas que se entremezclan e interpenetran mutuamente y por completo, a través de la totalidad del espacio, antes que entre las formas abstractas y separadas que se manifiestan a nuestros sentidos (y a nuestros instrumentos).
¿Cuál es, pues, el significado de que, en el orden explicado, se nos aparezca el “mundo manifiesto”, aparentemente independiente y existente por sí mismo? La respuesta a esta cuestión viene indicada por la raíz de la palabra “manifiesto”, que procede del latín manus, que significa “mano”. En esencia, lo que es manifiesto es lo que puede tenerse en la mano: algo sólido, tangible y visiblemente estable. El orden implicado tiene su campo en el holomovimiento, que es, como hemos visto, vasto, rico, y en un estado de flujo sin fin o de pliegue y despliegue, con muchas más leyes que las que sólo hemos conocido vagamente, y que incluso, en último extremo, pueden ser incognoscibles en su totalidad. Siendo esto así, no puede asirse como algo sólido, tangible y estable para los sentidos (o para nuestros instrumentos). Sin embargo, como ya hemos indicado antes, se puede suponer que la ley de la totalidad (holonomía) es tal que, en un cierto suborden, dentro de todo el conjunto del orden implicado, existe una totalidad de formas que tienen una aproximada especie de recurrencia, estabilidad y separabilidad. Evidentemente, estas formas son capaces de aparecer como los elementos relativamente sólidos, tangibles y estables que forman nuestro “mundo manifiesto”. El suborden especialmente distinguido que hemos indicado, en el cual se basa la posibilidad de este mundo manifiesto, es pues, en efecto, lo que queremos decir cuando hablamos del orden explicado (…) Las cosas que aparecen ante nuestros sentidos son formas derivadas, y su verdadero significado solamente se puede ver cuando consideramos la plenitud, en la cual se engendran y sostienen, y en la cual acabarán desvaneciéndose.”
En Ensayos materialistas, Bueno utiliza un desplegable que titula Tabla de correspondencias entre los géneros de materialidad y conceptos filosóficos de diferentes sistemas, en el apartado de Materia (M) sitúa la idea del Bien de Platón, el Uno neoplatónico, la Sustancia de Espinoza, el Noúmeno de Kant y la Materia infinita del Diamat. No es difícil ver que el Orden implicado de Bohm podría estar en esa lista. Tampoco es difícil ver que no se puede acusar de irracionalistas a todos los de la lista. En su libro cita a Zenón, Kant, Aristóteles, Protágoras, Parménides, Demócrito, Leibniz o Piaget entre otros, en su juventud leyó a Marx, Engels y Lenin. En el presente libro se identifica parcialmente con la filosofía de Whitehead, algunas de sus propuestas me recuerdan al mencionado Bueno, a Bergson, incluso hay semejanzas con el monismo neutral de Russell. Finalmente sí parece que pasó de la influencia de Marx a la de Hegel, Bunge puntualiza con su obra Lógica. Desde luego si terminó en una fase idealista no es el caso del presente libro aquí analizado.
La cuestión me parece fundamental, ¿Cuánto se debe alejar de la ciencia una propuesta filosófica para poder llamarla irracional?, no considero irracional la ontología de Bueno ni tampoco la de Bohm, creo que la razón filosófica vuela más lejos que la razón científica, tiene menos ataduras y más peligros. ¿Cómo repercute la elección filosófica en el progreso científico? Da la casualidad que tanto Bohm como Bunge eran físicos. ¿Tiene un límite el conocimiento científico? ¿Llegara un momento en que una determinada filosofía no podrá fomentar más el progreso científico porque este habrá llegado a su límite?
Podría darse el caso de tener filosofías que ya hubieran encontrado “la verdad” pero que por el momento (o quizás nunca) no pueden ser comprobadas científicamente. Aquí podríamos incluir la filosofía del propio Bunge que pudiendo ser cierta no deja de contener cuestiones que es posible que nunca se puedan comprobar científicamente, como por ejemplo afirmaciones del tipo: “hay una infinidad de cosas” o “el mundo no tiene principio ni final”.
Al inicio de El moblaje del mundo (para mí su obra más importante) reflexiona sobre las relaciones entre la metafísica y la ciencia. Llegaba a decir: “Tanto la ciencia como la ontología indagan la naturaleza de las cosas, pero mientras que la ciencia lo hace en detalle y, por tanto, produce teorías que se prestan a la comprobación empírica, la metafísica es extremadamente general y sólo se la puede controlar por medio de su congruencia con la ciencia.” Es en la “congruencia” donde puede haber la discusión sobre su significado y alcance para aceptar o rechazar una propuesta ontológica. Después continuaba con una lista de principios ontológicos que se presentan a la investigación científica, todos ellos “congruentes” con la ciencia claro está, esto implica naturalmente supeditar todo a la ciencia, la parte positiva es que tratamos con lo “operable”, manipulable de alguna manera ahora o en el futuro, el problema es que la realidad ultima no tenga esta propiedad, que no pueda ser tratada empíricamente.
¿Ha pecado Bohm en su obra La totalidad y el orden implicado de excesiva incongruencia con la ciencia? Parece que a ojos de Bunge así es. Yo creo que no, que simplemente se ha arriesgado exponiendo una propuesta de cosmovisión del mundo que al igual que tantas en la historia de la filosofía no es inmediatamente operable científicamente. Pero esto no la convierte en irracional.
“Como los científicos, los metafísicos buscaban –y buscan— la unidad en la diversidad, las pautas en el desorden, la estructura entre el amorfo montón de los fenómenos y, en algunos casos, hasta un sentido, dirección o finalidad en la realidad como totalidad.”
El moblaje del mundo
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