Carta a Fermín Huerta
Francisco Aguilar Piñal
Como autor de “La quimera de los dioses”, creo que no sólo debo dar las gracias a Fermín Huerta por su detallada recensión de mi libro, sino también responder con algunas precisiones al comentario, para aclarar mi pensamiento sobre temas concretos.
1. “Círculos de trigo” como un misterio inexplicado, me da pie para rebatir mi supuesta candidez con argumentos de sensatez, sin acudir ni a la filosofía ni a la ciencia, que, por ahora, no han conseguido descifrar el misterio.
Cándido será quien acepte como solución al enigma el “fraude” o la “broma” de dos vejestorios como autores de esos “agroglifos”, como afirman en los enlaces de la reseña Ernesto Carrasco (dice que son “obra humana”) y Luis Alfonso Gámez (afirma que es “un negocio típicamente británico”) amparados por la web arp-sac.org. Ellos son los crédulos en la superchería. Como tantos otros que han escrito sobre el tema.
Llevo más de veinte años recopilando artículos y estudios sobre los dibujos en los campos de trigo y tengo la firme convicción de que, aunque hubiera algún bromista que pretendiera sacar beneficio, la inmensa mayoría de esos dibujos no se han podido hacer de forma chapucera. Todos (o casi todos) responden a unas ecuaciones matemáticas y geométricas de alta complejidad, precisos en los límites y distancias; algunos siguen los más sofisticados patrones fractales, que sólo pueden surgir de mentes superiores a las de simples bromistas (fuesen o no subvencionados para hacer declaraciones de autoría) que no empleaban para su fraude más que un tablón, unas cuerdas y linternas. (Fácilmente se rebate esta teoría con decir que no todos son círculos, hay también triángulos, cuadrados, líneas serpenteantes, etc.).
Nunca he calificado de sobrenaturales a tales fenómenos, sí de paranormales, puesto que se salen de lo normal. Tampoco, por supuesto, pienso en bromistas extraterrestres (aunque los ovnis no pertenezcan al campo de lo sobrenatural). Todavía no hay una solución científica, pero confío en que algún día la habrá. De momento, yo sólo descarto el fraude. ¿Tantos bromistas hay en el planeta como para que hayan aparecido tales fenómenos en Estados Unidos, Alemania, Suiza, Austria, Bélgica, Italia, Canadá, Rusia, Filipinas y Kazajstán? ¿Sabes que hasta en España aparecieron los círculos en junio de 1004 en Castellfollit, cerca de Manresa? Desde luego, los más bellos y sofisticados han aparecido al sur de Inglaterra, sobre todo en el condado de Wiltshire, y el sorprendente de Walkershill, un dibujo de geometría fractal, que no ha podido salir de unas manos humanas, mucho menos en unos pocos minutos, durante una madrugada.
No, amigo Fermín, no soy una mente brillante, pero tampoco cándida. No sé cuál es el secreto de estos “pictogramas”, pero que nadie me hable de bromistas nocturnos.
2. Ciencia. Creo que mi “optimismo” por los resultados científicos está más que justificado, a la vista de todo lo que se ha avanzado en el último medio siglo. Cuando hablo de Ciencia (con mayúscula) me refiero a todas las ciencias (excepto la teología, que no puede ser ciencia porque carece de libertad para la investigación, al estar sometida a unos dogmas intocables). Ciertamente ninguna ciencia en concreto estudia el “problema de Dios”, porque para ellas no existen los espíritus, que son una “invención humana”, una “fantasía sin fundamento real”.
Admito, con los grandes científicos materialistas de hoy que la “hipótesis de un Dios es innecesaria”, por la sencilla razón de que la ciencia última puede explicar todo lo que existe sin necesidad de una creación “ex nihilo”. Los avances cosmológicos, neurológicos o de física cuántica en los últimos años han sido tan espectaculares como desconocidos para el gran público. Por eso es tan necesaria la divulgación de tantos descubrimientos, que repelen instintivamente a la cultura recibida hasta hoy.
Sabemos que los grandes científicos del pasado, y muchos del presente, aún no han podido asimilar la idea de un universo (o puede ser que multiverso) increado. A los anteriores se les puede disculpar su creencia en un dios creador porque en su tiempo no existían los datos de que hoy disponemos. Pero a los científicos creyentes de hoy no se les puede disculpar, porque están obligados a conocer los avances de la mecánica cuántica y del nacimiento de la vida en un laboratorio científico.
3. Ateísmo. No me gusta el calificativo de “ateo” porque parece incluir en su concepción semántica un activismo proselitista de que carezco. Con mi actitud y mis escritos no pretendo convencer a nadie para que siga mi camino. Una persona que, como yo, es feliz no creyendo en ninguna otra vida después de esta terrestre, no debe buscar un “compañero de camino” creyente, al que, sin duda, le hará sufrir en el cambio de su fe.
El sentido de esta vida (aparte de la supervivencia) es la búsqueda de la felicidad (diga lo que diga el bueno de Bueno). Por tanto, ¿quién soy yo para apartar a nadie de su fe, si le hace plenamente feliz? Cada cual debe buscar la felicidad donde quiera, aunque esté tan equivocado como los creyentes en las cientos de religiones existentes, todas falsas. Pero mi postura es neutral: Libertad y respeto a toda conciencia que, a su vez, me respete, aunque no me comprenda.
Me defino como religioso no-creyente porque quiero distinguirme del ateo violento o del indiferente. Soy religioso porque no hay nada que más me interese que la religión, es decir, ese “meme” que, según Dawkins, desde la infancia se ha agarrado a mi cerebro como una garrapata a la piel del perro. He estudiado el tema religioso hasta el fondo, sin desfallecer, y mi conclusión ha sido La quimera de los dioses, que me he permitido dar al público por si hiciera algún bien en alguna conciencia timorata, incapaz de luchar contra lo aprendido.
Por mucho que lo afirmen los papas católicos, la fe y la razón son incompatibles. Nunca se encontrarán en el camino intelectual. Porque la fe es un “sentimiento” que no depende de la razón, el único atributo que nos hace humanos. La fe se basa en algo tan fraudulento como las “revelaciones” y las consignas de los eclesiásticos (seguir por este camino me llevaría muy lejos). En cambio, la razón me anima a aceptar las conclusiones científicas, empíricas, que me hablan de un mundo misterioso y eterno, sin necesidad de un Ser superior que lo creara (porque, ¿quién creó a ese Ser? La eternidad se puede predicar de algo o de alguien, sin solución de continuidad).
Lo mío no es agnosticismo, sino convicción en la imposibilidad de una existencia divina, porque así me lo enseña la Ciencia moderna, desde la cosmología hasta la física cuántica, no por deducciones filosóficas. Por eso puedo escribir (en la pág. 249) que “el ateísmo está fundamentado en la razón”, aunque debería añadir científica. El “ateísmo esencial total” de Gustavo Bueno tiene un poso espiritual que no se acomoda con el fundador del materialismo filosófico. Con el catedrático de Oviedo estoy muy de acuerdo en sus opiniones políticas, pero en cambio, soy deudor de Gonzalo Puente Ojea en sus opiniones sobre “el mito del alma” y sobre la falsedad de las religiones. Por lo demás, todos somos tan insignificantes que dentro de muy poco estaremos convertidos en un puñado de cenizas. Que sigas con salud.