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martes, 31 de julio de 2012
LOS CIENTIFICOS SIN DIOS
LOS CIENTIFICOS SIN DIOS
Fermín Huerta Martín
(Escrito en 1994)
En el libro Los científicos y Dios, el señor Antonio Fernández Rañada pretende fundamentar su tesis de que la ciencia es neutra frente a la religión y que la practica de la ciencia ni aleja al hombre de Dios ni lo acerca a el. Por su parte Mario Bunge en su libro Seudociencia e ideología expone la tesis de que ciencia y religión se excluyen mutuamente porque hacen afirmaciones contradictorias. Como quiera que ambos señores son físicos y están interesados en la filosofía, sería interesante averiguar por que motivos divergen tanto en sus afirmaciones.
Empecemos por exponer las opiniones de Bunge en síntesis y después analizaremos que hace Rañada para superar esas afirmaciones.
Para Bunge la ciencia excluye a la religión por:
1- Los miembros de una iglesia están unidos por compartir creencias y practicas que no han sido consagradas por la investigación científica. Los miembros de una comunidad científica están unidos por una actitud critica y exploratoria así como por un fondo de conocimientos que han pasado pruebas conceptuales y empíricas.
2- Toda religión incluye dogmas acerca de entes sobrenaturales o de procesos como resurrección o reencarnación, que están fuera del alcance de la ciencia o son tenidos por imposibles.
3- El pensamiento religioso no hace uso de la matemática.
4- La religión no hace uso de las ciencias facticas. Muchos dogmas religiosos (la Tierra es plana, el Sol gira sobre la Tierra, las especies biológicas fueron creadas, el alma es separable del cuerpo) han sido refutados por la investigación científica.
5- Toda teología contiene dogmas antes que teorías.
6- Todo sistema de valores religiosos está dominado por la creencia en entes sobrenaturales en lugar de confiar en el poder del hombre para alcanzar la verdad por la investigación.
7- La eficacia de las practicas religiosas (sacrificio, oración) nunca ha sido comprobada experimentalmente.
8- La fe religiosa descansa sobre la autoridad, la revelación y la gracia, ninguno es científicamente aceptable.
¿Cómo se las arregla Rañada para superar estas objeciones de Bunge a la relación ciencia/religión?
Básicamente utiliza tres argumentos:
1- El relato bíblico es simbólico y necesita una interpretación, no se puede leer literalmente.
2- Niega la ortodoxia religiosa.
3- Cree que hay dos vías de conocimiento, la de la sutileza y la geométrica.
En efecto, en la pág. 135 nos dice: “El mito cristiano de la creación esta escrito en lenguaje poético y no debe interpretarse literalmente. Hoy comprenden todos que eso es absurdo.”
Con esta sencilla formula elimina todas las objeciones del nº 4 de Bunge. Cuando la ciencia descubre la “verdad” de cada una de esas cuestiones, el mito bíblico alcanza su verdadero significado, claro que bien mirado la otra opción que queda es la de reconocer que lo que literalmente dice la Biblia es falso. Por lo tanto se tiene una formula de convalidar siempre las “sagradas escrituras”, cuando no concuerdan con la ciencia basta con advertir que la escritura es simbólica.
Su punto 2 niega la ortodoxia religiosa.
Así nos presenta numerosos ejemplos de científicos que aunque teniendo ideas religiosas, no se acaban de amoldar del todo con ninguna iglesia. O critica directamente al catolicismo, como en la pág. 283, por insistir en las respuestas inmutables. Este punto es importante, pues sabe que decidido a conservar la mayor cantidad de ciencia posible no puede aceptar por completo ninguna religión.
En el punto 3 expone su creencia en dos vías de conocimiento representadas en lo intelectual y lo vital. Nos advierte en la pág. 171, las dos vías son necesarias para aproximarnos a lo que son las cosas, cada una por su lado da una visión deformada y pobre.
Entre estos dos últimos puntos se puede encontrar material para desmontar el resto de los puntos de Bunge.
1- No es necesario ser miembro de un iglesia para aceptar la idea transcendente.
2-3-5-6-7-8, son posibles si existen dos vías de conocimiento no reducibles mutuamente, en la que cada una tiene su parcela.
Sin embargo estos tres planteamientos de Rañada tienen sus aspectos negativos que los hacen dudosos por lo menos.
1. Interpretación de textos.
a) Si antes se aceptaba la literalidad y ahora no, se debe ni mas ni menos al progreso científico y no al religioso, no hay otra opción que el “simbolismo” de los textos por que si no hay que reconocer que son falsos.
b) Evita que exista un criterio de verificación o falsación, esto nunca sucede si cuando se presenta el conflicto se adopta la interpretación del texto al hecho o teoría científica pertinente.
c) Las interpretaciones no tratables científicamente (al no poder apelarse por su literalidad), pueden al menos ser sospechosas, y aquí podemos incluir partes muy importantes del cristianismo como la muerte o resurrección de Jesús y aun su misma existencia.
Claro que también se puede compaginar a gusto literalidad e interpretación, todo a la carta.
Por nuestra parte sostenemos que la apelación a la interpretación no es mas que una treta dialéctica para salvar en ultimo extremo a la Biblia, si a el le parece evidente el hecho simbólico de la Biblia se debe, o bien a que ha sido educado en esa idea, o porque la necesita para no echar por tierra lo que representa, no se entiende de otra forma esa “evidencia” que nosotros no vemos.
Basta con remitirnos a una época mas cercana que la actual, al momento de la divulgación de las ideas evolucionistas, como es principios de siglo, para encontrar un texto como el siguiente que explica admirablemente lo que pensamos:
Pág. 35 del libro de L. Gámbara El hombre y la teoría de la evolución:
“Dos puntos de interrogación propuestos a los secuaces de la Revelación.
¿Si el cuento bíblico respondiera en todo o al menos en parte siquiera a la verdad, sería él susceptible de tales desmentidas? ¿Qué clase de Revelación divina puede invocar el recopilador del Génesis, desde el momento que se tienen pruebas irrefutables para demostrar el absurdo, la falsedad de sus afirmaciones? La inmensa importancia de estos puntos fue reconocida, como es sabido, por los teólogos católicos, que gastaron ríos de tinta con el objeto de armonizar con argumentos especiosos las conclusiones más radicales de la ciencia con las conclusiones de tradición hebraica.
Pero inútilmente; porque, como observa Huxley, las palabras deben tener su significado también en el idioma hebraico, ni puede darse un idioma tan flexible que pueda admitir interpretaciones tan diferentes y a veces opuestas. ¿Y en verdad, por qué traducir épocas allá donde dice días, y por qué traducir en esta forma precisamente hoy, cuando la geología, interrogando las capas del subsuelo ha comprobado la edad milenaria del planeta? ¿Si es verdad que la ciencia de los teólogos católicos goza de la prerrogativa de conocer secretos divinos, por qué hasta ayer, puede decirse, ha permitido que la palabra días (que debería ser un error de quien escribió el Génesis bajo dictado de Dios) siguiera á producir la equivocación , y por qué, digo, no han dado los teólogos católicos, desde el principio la interpretación “científica” que dan ahora? ¿Y por otra parte, cómo puede concebirse que una Revelación, en la forma con que las entienden los católicos, tenga necesidad de tiempo en tiempo de correcciones para sostenerse? ¿Se querrá por los católicos admitir que Dios haya deliberadamente colocado algo de inverosímil en los pormenores del relato bíblico, para tener el pretexto de provocar la incredulidad humana, y así “endurecer el corazón de los hombres” y mandarlos a casa del Diablo?
¿Por qué (el estudioso no lo ignora) otras imposibilidades también, después de la que hemos confutado antes, relativa a la edad del hombre, están escritas en el cuento hebraico? ¿Es posible, en efecto, lo que el redactor del Génesis da como verdad, que las plantas hayan sido creadas en el tercer día, es decir antes que el Sol, la Luna y las estrellas que aparecieron en el cuarto?
A este respecto las desmentidas de los naturalistas son absolutamente categóricas. El estudioso sabe muy bien que existen plantas que no dan semillas sin la intervención de los insectos. Dicho esto ¿cómo no se habrían extinguido estas plantas si el Génesis hace crear los insectos en el quinto o sexto día? Otro ejemplo: se sabe que los animales domésticos descendieron de formas salvajes. Y bien, según el Génesis, estos animales constituyen una creación directa.
En el sexto día “Dios hizo los animales feroces de la tierra, según su especie: y los animales domésticos según su especie”. Y por otra parte ¿Cómo podían existir sobre la tierra animales domésticos, si el hombre que los había domesticado estaba todavía in mente Dei?
¿Y que diremos de la precedencia que el Génesis da a la aparición de las aves antes que los reptiles; y de las ballenas consideradas como peces?
De manera, que concluyendo diremos con el ilustre Canestrini las ideas expuestas en el Génesis “aparecen la expresión natural de nuestros mecanismos psicológicos”. Está en la naturaleza humana “la tendencia de personificar las causas desconocidas y de atribuir el origen de las cosas a los seres divinos.” (…) “.
En otro momento el señor Rañada quiere justificar el lado metafórico de los textos bíblicos comparándolos con obras literarias, pág. 136. Cuando no debería olvidar que estos últimos no tienen la pretensión de ser sagrados o revelados. Además da la casualidad que los ejemplos que expone, “como citara de plumas” (pájaro cantor), con su muerte a cuestas, deben ser necesariamente metafóricos, por que es su interpretación literal la que no tiene sentido (a no ser surrealista) mientras que los textos bíblicos tuvieron muchos siglos sentido sin necesidad de interpretación.
2. Niega la ortodoxia religiosa.
El señor Rañada no se toma a las religiones desde un punto de vista ortodoxo, esto parece algo generalizado en muchos pensadores que dan por sentado que las visiones ortodoxas de las religiones son asfixiantes, pero ciertos aspectos de la religión les gustan hasta el punto de querer salvarla a toda costa (la inmortalidad del alma, un referente absoluto ético, etc.). Parece como si después de todo, los científicos fuesen de una pasta diferente a la de los demás mortales y no encajasen con los dogmas religiosos de las religiones establecidas (siempre hay excepciones claro esta). Así nos ofrece una lista de opiniones “personales” en materia religiosa de científicos que forman un grupo de desviaciones doctrinales (o incluso herejías, usando la óptica interna de cada religión).
Esto los coloca fuera del ámbito de los ateos y agnósticos por supuesto, pero también fuera de las religiones tradicionales, que aunque los pueden ver con buenos ojos (no como a las cabras incrédulas) no dejaran de considerarlos como ovejas descarriadas del rebaño, es lo que yo denomino opción Gardner, escoger lo que te gusta de una religión y rechazar lo demás, lo que puede verse como una tercera vía entre los creyentes y no-creyentes, o como una modalidad de creyentes. De cualquier manera esto nos revela que los hábitos críticos se mantienen en estos científicos ávidos de transcendencia metafísica, porque no se tragan todo de cualquier manera proveniente de las religiones.
3. Las dos vías de conocimiento.
Esta es la pieza que le falta para completar el rompecabezas, no puede admitir que todo sea racionalizable pues pondría en peligro sus anhelos transcendentales, por ello apela a la vieja tradición de las dos vías de conocimiento, la racional y la vital.
De esta manera da juego a sus deseos, por una parte garantiza la parcela científico-racional de su vida, no hay que olvidar que el señor Rañada es físico, y por otra parte satisface sus deseos transcendentales reservados al pensamiento vital, que trata con conceptos e ideas que están de alguna manera mas allá de la razón.
Para este tipo de dualismo del conocimiento existe una constante que también practica el señor Rañada y que consiste en buscar limites a la razón o a la ciencia, como en este caso apelando al principio de Heisenberg o al teorema de Godel. Así caemos en la típica paradoja de dar credibilidad a una parte de la ciencia, aquella que parece ponerse limites a si misma, y negamos otra parte de teorías, las que dan autoexplicaciones, como en el ejemplo aducido por Rañada de las teorías del surgir de la nada del Universo, a estas sabe criticarlas, con criterios perfectamente validos por otra parte, pero no así a sus dos ejemplos de los limites de la ciencia contra los que no menciona las criticas que también racionalmente podemos hacerles.
Como ejemplos de los limites de la ciencia apela en ocasiones a ejemplos como estos:
1- ¿Alguien podría reducir La Gioconda o La Venus del espejo a sucesiones de argumentos racionales?
2- ¿Podría hacerlo con las cantatas de Bach o con los cuartetos de Beethoven?, pág. 171.
3- ¿Debo ir al cine o a un concierto?
4- ¿Por qué se enamoraron Calisto y Melibea?
5- ¿Es mejor Bach o Mozart?
6- ¿Debe existir la pena de muerte?
7- ¿Por qué me emociona esta canción y aquella no?
8- ¿Merece la pena vivir?, pág. 257.
Como se ve hay una mezcla de cuestiones de las que trata de sacar partido, intentaremos esclarecer a que pertenece cada una de estas cuestiones.
La cuestión nº 1 y 2 relativa a reducir a sucesiones de argumentos racionales unos cuadros o composiciones musicales, habría que saber que entiende el señor Rañada por sucesiones de argumentos racionales. La obra en si misma puede ser analizada en sus componentes materiales de pintura en un caso y de sonido en otro, pero evidentemente lo que hace bella una obra de arte solo se da cuando hay una inteligencia apreciándola, por ello habría que conocer en cada sujeto observante su historia estética, que constaría de dos partes, una neurofisiológica referida a su capacidad neuronal por adquirir información y otra de su educación estética (pictórica o musical en cada caso) que modifica al tiempo su base neurofisiológica. Como estos dos últimos puntos son de una dificultad enorme en el caso de la educación estética e imposible en el caso de conocer totalmente la base neurofisiológica de su cerebro (hasta hoy en día) la respuesta al señor Rañada sería que no. No es posible hoy en día reducir a sucesiones de argumentos racionales un cuadro o una sinfonía.
La cuestión 3, necesitaría un trabajo similar al anterior, además de ensayar un criterio de intensidad de placer estético para averiguar cual es esa intensidad en el cine o en el concierto y después poder responder.
La cuestión 4, el asunto del amor esta dando primeros resultados experimentales científicos, como se puede leer en recientes artículos que habla de la química del amor (El País, febrero y mayo de 1993). Naturalmente es un ámbito a desarrollar.
Cuestión 5, para este asunto habría que apelar a 3 otra vez y coger el criterio de intensidad de placer estético de cada persona, la dificultad vendría cuando se intentase un criterio universal de esta norma. Bajo nuestro punto de vista no existen criterios universales estéticos, por lo tanto la pregunta solo puede responderse a nivel individual (sin excluir el empate). Si una vez conocidas todas las respuestas, se quiere dar una respuesta estadística, no dejaría de ser eso, una respuesta estadística.
Cuestión 6, esta podría decirse que es ética y por lo tanto filosófica, al igual que la estética, no creemos que existan criterios universales éticos, en el sentido de que si existen criterios universales para saber la verdad sobre la naturaleza de un elemento químico, en base al número de protones del núcleo atómico por ejemplo. Por lo tanto no es una cuestión científica.
Cuestión 7, volveríamos al punto 3.
Cuestión 8, este punto es también filosófico y la ciencia poco puede decir sobre el, sin salir de sus presupuestos científicos.
Todo esto nos parece indicar que hay un plan establecido previamente, cuya finalidad consiste en mostrar la validez de esas dos vías de conocimiento al enseñarnos los limites de una de ellas para tratar toda la realidad, como cuando en la pág. 282 se muestra escéptico de la explicación científica de la sensación del color.
En la pág. 136 enlaza su punto 1 de interpretación de textos con su punto 3 de las dos vías, al decir que los mitos religiosos tratan de transmitir lo necesario para una vida adecuada a una visión muy precisa del mundo. Están elaborados pensando en el hombre, de modo vital no intelectualmente.
Con todo lo dicho podríamos llegar a las siguientes conclusiones:
- El tono general del libro nos da la impresión de que está mas encaminado a demostrar que la ciencia y la religión son compatibles mas que incompatibles o neutrales. Contradiciendo así su mismo postulado inicial, que solo en apariencia sería neutral.
- El señor Rañada intenta salvar el hecho transcendente y por eso recurre a todo esto que aquí hemos criticado, quizás utilizando su lenguaje diremos que le ha valido el lado emotivo al intelectual al resolver esta cuestión.
- Es necesaria la solución vital para elegir a Dios pues la racional y científica mas que neutral, es improductiva para crear a Dios pues la ciencia no puede tratar con causas metafísicas. Así la neutralidad es una excusa para introducir lo vital.
Podríamos acabar diciendo que este libro aquí comentado es como una gran parafernalia con la que el señor Rañada intenta justificar una idea que tal vez le inculcaran de pequeño o que como un bello sueño a desarrollado en su vida, frente a la frialdad de las formulas físicas el señor Rañada a querido justificar de alguna manera la atractiva y calida metafísica.
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