jueves, 19 de diciembre de 2013

RADIO 3 NO SE TOCA





















RADIO 3 NO SE TOCA

La finalidad de las artes es excitar o sosegar, entretener o edificar, en todo caso jugar con nuestras emociones.
Mario Bunge, Tratado de Filosofía Tomo I pág. 118.

Un desafortunado día de noviembre de 2013 leí la noticia de que: “El presidente de RTVE anunciaba convertir Radio 3 en una radio fórmula al estilo de los 40 principales”. Radio 3 es una emisora pública española que funciona desde 1979, tras leer la noticia, mi cerebro, en piloto automático, repasó todos los programas de esa emisora que a lo largo de los últimos 25 años me han hecho disfrutar de buena música: Diálogos 3, El Ambigú, El sótano, Cuando los elefantes sueñan con la música, Flor de pasión, Discópolis,  Melodías Pizarras, Toma uno, Ruta 61, Sateli 3, Carne cruda, Peligrosamente juntos, UNED, El rimadero, Atmósfera, Músicas posibles, Disco grande, Capitán  demo, Alma de león, casi pongo toda la programación. Los programas no han sido elegidos entre toda la parrilla semanal, simplemente los he escuchado cuando el devenir del día a día me ha obsequiado con la soledad, conduciendo, trabajando, en casa, cuando he podido, pero siempre solo. A veces en horarios intempestivos como las 4 de la mañana.  No recuerdo quien me puso tras la pista de la emisora, seguramente fue una recomendación de alguno de mis amigos (Jaime o Ramón), lo que si recuerdo es el primer programa que me enamoro, es el que he puesto el primero de la lista: Diálogos 3 del gran Ramón Trecet, de su mano fui descubriendo una lista de autores que marcaron mi vida musical para siempre,  Trecet es el culpable de la compra de un buen puñado de discos de gente como: Bill Douglas, Brian Eno, Carlos Núñez, Durruti Columne, Hedningarna, Lito Vitale, Madredeus, Michael Nyman, Nitghnoise, Paul Winter, Penguin Café Orchestra, Philip Glass, Richard Stoltzman, Suzanne Ciani, The Chieftains, Win Mertens. ¿En qué programa de radio fórmula hubiera descubierto estos músicos? A pesar de que el programa desapareció en 2008, una prueba de su importancia es la existencia de un blog que se llama Huérfanos de Diálogos 3, como olvidar la frase con la que terminaba el programa:
"Buscar la belleza, que es la única protesta que merece la pena en este asqueroso mundo".
Una vez puesta Radio 3 en el dial, fui escuchando los demás programas.
Si descartamos las emisoras que emiten música clásica, no he encontrado otra emisora en la que encontrar tanta buena música junta.
He usado un par de veces la expresión “buena música”, (ellos en la emisora utilizan la expresión “música de calidad”), esto no es más que un residuo de mi prehistoria, cuando era más joven tenía unas ideas estéticas más “radicales” y podía sin vacilar evaluar música buena y mala, con o sin calidad, etc. Recuerdo que cuando tuve mi primer coche (un viejo Seat 127 de segunda mano) y me paraba en un semáforo al lado de un Mercedes o un BMW, pensaba en broma, tú tienes mejor coche pero yo tengo mejor música. Años después y algunas reflexiones por medio, no sería capaz de hacer semejantes distinciones, simplemente diría “música que me gusta”, dado que sería incapaz de argumentar contra una adolescente fan de One Direction  o de Shakira si mi música es mejor o peor que la suya, buena o mala, bella o fea, etc.
Así, siguiendo esa argumentación, podría decir que no defiendo la fórmula actual de Radio 3 porque ahora pongan buena música y con la radio fórmula no la pusieran, tendría que decir, con una argumentación subjetiva, que la música que ahora ponen me gusta más que la de la radio fórmula. Pero claro esta argumentación no haría que el presidente de RTVE cambiase de opinión (suponiendo que perdiese el tiempo leyendo esto) así que voy a intentar mostrar las virtudes objetivas de Radio 3 sin apelar a la calidad de sus programas:
Mi argumentación tiene dos ideas centrales, que considero las dos características principales de la emisora, el conjunto y la diferencia. El conjunto que forman los programas de la emisora y el tipo de músicas diferentes que ponen en esos programas en comparación con los programas de radio fórmula tipo 40 principales.
Radio 3 tiene una cobertura nacional, cuando la mayoría de emisoras son locales, provinciales o autonómicas, hay zonas de España donde la oferta de emisoras es abundante, pero en otras no, zonas rurales o de baja población, de tal forma que si bien en estas zonas si se reciben programas de radio fórmula no se recibiría ninguna con músicas diferentes, minoritarias, poco rentables económicamente, tendrían que depender de Internet para ello, pero no todo el mundo dispone de Internet, tampoco se puede buscar algo que se desconoce absolutamente, Radio 3 es un puente en ese aspecto. Nunca olvidare en un viaje a una pequeña capital de provincia española, mi visita a una pequeña librería, donde la emisora que acompañaba la contemplación de los libros era Radio 3.
No tiene publicidad, algo que solo se puede sostener de forma pública,  con una audiencia de medio millón de personas (el 1% de la población) supongo que poca publicidad se puede poner. Contiene un buen número de programas especializados, es decir que interesan a una variedad de pequeños grupos de personas. Pero que no tendrían cabida en emisoras más “mayoritarias”. Algo que de nuevo solo podría sostener una emisora pública, pues para una emisora privada no le sería rentable.
Promociona músicos que empiezan, que difícilmente tendrían otra forma de promocionarse sin apoyo monetario.
Tiene una gran variedad musical, tanto por los programas como por los contenidos de los programas, hasta el punto de que puede considerarse la antítesis de las radio formulas, basadas en la repetición machacona de las mismas músicas lo más comerciales posibles, para que el oyente las reconozca y las escuche, Radio 3 por el contrario se basa en la mínima repetición de sus contenidos, hasta el punto de que por ejemplo en mi caso, la finalidad de escuchar Radio 3  ha pasado del modelo de cuando escuchaba a Trecet, oír cosas para profundizar en autores nuevos y comprar música de estos autores, al modelo actual que supone escuchar música nueva diariamente que me gusta en esa primera audición. Sin necesidad de profundización en ello pero sin descartarlo, ahora con Internet es más fácil esa profundización.
Me diréis, con la cantidad de recortes que se están haciendo en la actualidad en España, sanidad, educación, etc., por qué preocuparse de una cosa así, primero, el tema de los recortes ha sido tratado en el blog con alguna breve referencia, pero en general gente mucho más preparada que yo lo ha tratado en múltiples sitios, segundo, el de Radio 3 se trataría de un recorte emocional (aquí entra la frase de Bunge de la cabecera), seguramente menos importante que los otros recortes, pero si se añade a estos el efecto es más demoledor.
Quizás alguna lectora o lector se estará preguntando ahora mismo ¿Qué tiene que ver todo esto con la filosofía? De forma directa se puede responder que en el apartado que dedica la emisora a la UNED (Universidad Nacional de Educación a Distancia), si se elimina, se perderían unas interesantes charlas filosóficas (y de otros temas). De forma indirecta se podría argumentar que la música es un arte y que del arte se ocupa la filosofía a través de la filosofía del arte o estética, en cuanto ciencia de lo bello. Aquí volvería a lo subjetivo, podría utilizar muchos adjetivos para describir la belleza de la música que suena en la emisora diariamente (esa belleza que Trecet nos conminaba a buscar), el conjunto que se logra a lo largo de un día es de un nivel tan alto que no lo he encontrado en ninguna otra emisora.
Convertir Radio 3 en unos 40 principales públicos es absurdo, solo tendría sentido si se intentara aumentar la audiencia y poner publicidad, pero lo primero que conseguirían es perder la audiencia que en la actualidad tienen pues esta audiencia quiere escuchar radio3 formulas y no otras radio formulas.
No creo que sea por causas ideológicas, si algún programa molesta se le elimina y ya está, como en el caso de Carne cruda, no sé si la excusa es el dinero, hacer una emisora más barata que gaste menos en compra de música a base de comprar menos y repetirla más, o a base de eliminar programas, para reducir la plantilla.
He llegado a un punto que cuando me preguntan qué clase de música me gusta tendría que responder: la que ponen en Radio 3.
Una de las frases promocionales de la emisora dice: "eres lo que escuchas", si nos cambian la programación de Radio 3, habría que preguntar ¿en que nos convertiremos el medio millón de oyentes?

sábado, 9 de noviembre de 2013

CARTA A FERMIN HUERTA


















Carta a Fermín Huerta

Francisco Aguilar Piñal



Como autor de “La quimera de los dioses”, creo que no sólo debo dar las gracias a Fermín Huerta por su detallada recensión de mi libro, sino también responder con algunas precisiones al comentario, para aclarar mi pensamiento sobre temas concretos.
1. “Círculos de trigo” como un misterio inexplicado, me da pie para rebatir mi supuesta candidez con argumentos de sensatez, sin acudir ni a la filosofía ni a la ciencia, que, por ahora, no han conseguido descifrar el misterio.
Cándido será quien acepte como solución al enigma el “fraude” o la “broma” de dos vejestorios como autores de esos “agroglifos”, como afirman en los enlaces de la reseña Ernesto Carrasco (dice que son “obra humana”) y Luis Alfonso Gámez (afirma que es “un negocio típicamente británico”) amparados por la web arp-sac.org. Ellos son los crédulos en la superchería. Como tantos otros que han escrito sobre el tema.
Llevo más de veinte años recopilando artículos y estudios sobre los dibujos en los campos de trigo y tengo la firme convicción de que, aunque hubiera algún bromista que pretendiera sacar beneficio, la inmensa mayoría de esos dibujos no se han podido hacer de forma chapucera. Todos (o casi todos) responden a unas ecuaciones matemáticas y geométricas de alta complejidad, precisos en los límites y distancias; algunos siguen los más sofisticados patrones fractales, que sólo pueden surgir de mentes superiores a las de simples bromistas (fuesen o no subvencionados para hacer declaraciones de autoría) que no empleaban para su fraude más que un tablón, unas cuerdas y linternas. (Fácilmente se rebate esta teoría con decir que no todos son círculos, hay también triángulos, cuadrados, líneas serpenteantes, etc.).

Nunca he calificado de sobrenaturales a tales fenómenos, sí de paranormales, puesto que se salen de lo normal. Tampoco, por supuesto, pienso en bromistas extraterrestres (aunque los ovnis no pertenezcan al campo de lo sobrenatural). Todavía no hay una solución científica, pero confío en que algún día la habrá. De momento, yo sólo descarto el fraude. ¿Tantos bromistas hay en el planeta como para que hayan aparecido tales fenómenos en Estados Unidos, Alemania, Suiza, Austria, Bélgica, Italia, Canadá, Rusia, Filipinas y Kazajstán? ¿Sabes que hasta en España aparecieron los círculos en junio de 1004 en Castellfollit, cerca de Manresa? Desde luego, los más bellos y sofisticados han aparecido al sur de Inglaterra, sobre todo en el condado de Wiltshire, y el sorprendente de Walkershill, un dibujo de geometría fractal, que no ha podido salir de unas manos humanas, mucho menos en unos pocos minutos, durante una madrugada.
No, amigo Fermín, no soy una mente brillante, pero tampoco cándida. No sé cuál es el secreto de estos “pictogramas”, pero que nadie me hable de bromistas nocturnos.
2. Ciencia. Creo que mi “optimismo” por los resultados científicos está más que justificado, a la vista de todo lo que se ha avanzado en el último medio siglo. Cuando hablo de Ciencia (con mayúscula) me refiero a todas las ciencias (excepto la teología, que no puede ser ciencia porque carece de libertad para la investigación, al estar sometida a unos dogmas intocables). Ciertamente ninguna ciencia en concreto estudia el “problema de Dios”, porque para ellas no existen los espíritus, que son una “invención humana”, una “fantasía sin fundamento real”.
Admito, con los grandes científicos materialistas de hoy que la “hipótesis de un Dios es innecesaria”, por la sencilla razón de que la ciencia última puede explicar todo lo que existe sin necesidad de una creación “ex nihilo”. Los avances cosmológicos, neurológicos o de física cuántica en los últimos años han sido tan espectaculares como desconocidos para el gran público. Por eso es tan necesaria la divulgación de tantos descubrimientos, que repelen instintivamente a la cultura recibida hasta hoy.
Sabemos que los grandes científicos del pasado, y muchos del presente, aún no han podido asimilar la idea de un universo (o puede ser que multiverso) increado. A los anteriores se les puede disculpar su creencia en un dios creador porque en su tiempo no existían los datos de que hoy disponemos. Pero a los científicos creyentes de hoy no se les puede disculpar, porque están obligados a conocer los avances de la mecánica cuántica y del nacimiento de la vida en un laboratorio científico.
3. Ateísmo. No me gusta el calificativo de “ateo” porque parece incluir en su concepción semántica un activismo proselitista de que carezco. Con mi actitud y mis escritos no pretendo convencer a nadie para que siga mi camino. Una persona que, como yo, es feliz no creyendo en ninguna otra vida después de esta terrestre, no debe buscar un “compañero de camino” creyente, al que, sin duda, le hará sufrir en el cambio de su fe.
El sentido de esta vida (aparte de la supervivencia) es la búsqueda de la felicidad (diga lo que diga el bueno de Bueno). Por tanto, ¿quién soy yo para apartar a nadie de su fe, si le hace plenamente feliz? Cada cual debe buscar la felicidad donde quiera, aunque esté tan equivocado como los creyentes en las cientos de religiones existentes, todas falsas. Pero mi postura es neutral: Libertad y respeto a toda conciencia que, a su vez, me respete, aunque no me comprenda.

Me defino como religioso no-creyente porque quiero distinguirme del ateo violento o del indiferente. Soy religioso porque no hay nada que más me interese que la religión, es decir, ese “meme” que, según Dawkins, desde la infancia se ha agarrado a mi cerebro como una garrapata a la piel del perro. He estudiado el tema religioso hasta el fondo, sin desfallecer, y mi conclusión ha sido La quimera de los dioses, que me he permitido dar al público por si hiciera algún bien en alguna conciencia timorata, incapaz de luchar contra lo aprendido.
Por mucho que lo afirmen los papas católicos, la fe y la razón son incompatibles. Nunca se encontrarán en el camino intelectual. Porque la fe es un “sentimiento” que no depende de la razón, el único atributo que nos hace humanos. La fe se basa en algo tan fraudulento como las “revelaciones” y las consignas de los eclesiásticos (seguir por este camino me llevaría muy lejos). En cambio, la razón me anima a aceptar las conclusiones científicas, empíricas, que me hablan de un mundo misterioso y eterno, sin necesidad de un Ser superior que lo creara (porque, ¿quién creó a ese Ser? La eternidad se puede predicar de algo o de alguien, sin solución de continuidad).
Lo mío no es agnosticismo, sino convicción en la imposibilidad de una existencia divina, porque así me lo enseña la Ciencia moderna, desde la cosmología hasta la física cuántica, no por deducciones filosóficas. Por eso puedo escribir (en la pág. 249) que “el ateísmo está fundamentado en la razón”, aunque debería añadir científica. El “ateísmo esencial total” de Gustavo Bueno tiene un poso espiritual que no se acomoda con el fundador del materialismo filosófico. Con el catedrático de Oviedo estoy muy de acuerdo en sus opiniones políticas, pero en cambio, soy deudor de Gonzalo Puente Ojea en sus opiniones sobre “el mito del alma” y sobre la falsedad de las religiones. Por lo demás, todos somos tan insignificantes que dentro de muy poco estaremos convertidos en un puñado de cenizas. Que sigas con salud.

sábado, 26 de octubre de 2013

EXTENSA INTRODUCCIÓN AL ATEÍSMO



















EXTENSA INTRODUCCIÓN AL ATEÍSMO

Fermín Huerta Martín


Con estas páginas quisiera contribuir a que, voluntariamente, abrieran los ojos para ver la verdad de la Ciencia y de la Razón.
Francisco Aguilar Piñal


A pesar de que al autor no le gusta la palabra ateo y se declara religioso no creyente, durante la lectura del libro La quimera de los dioses de Francisco Aguilar Piñal tuve la sensación de leer una interesante, documentada y extensa introducción al ateísmo. Por su variedad temática y su exposición asequible a un público no iniciado, resulta un libro muy recomendable para adentrarse por primera vez en los vericuetos del ateísmo, las abundantes referencias bibliográficas  pueden servir de guía para futuras lecturas o profundizar en cualquiera de las múltiples argumentaciones que sustentan sus opiniones. Comparado con otros libros que se podrían considerar de iniciación al ateísmo, cojo los tres ejemplos que tengo más a mano en mi biblioteca, Curso acelerado de ateísmo de A. López y J. I. Ferreras (79 páginas), Doce pruebas que demuestran la no existencia de Dios de S. Faure (92 páginas) y Ateos clandestinos de A. Izquierdo (192 Páginas), el libro que aquí nos ocupa muestra una diferencia, su extensión, 549 páginas. Nueve años de lectura tras su jubilación le han dado para mucho al autor que hace un despliegue de citas bibliográficas sencillamente impresionante. Quizás su extensión puede desanimar al lector perezoso pero asegura una iniciación más sólida y argumentada.
Un buen libro iniciático debe ser un puente, el primero que cruza un neófito (que a pesar de serlo ya ha tenido la inquietud de ponerse a andar) que le da acceso a un cruce de caminos con múltiples opciones de seguir avanzando, ese es el valor de las citas bibliográficas, dar la posibilidad al lector de profundizar en las cuestiones que le hayan parecido más interesantes. Por qué no nos engañemos, cuando uno lee por puro placer intelectual sin obligación académica, la lectura tiene que enganchar y satisfacer, de lo contrario se puede abandonar.
Afortunadamente el número de libros “ateos” se ha multiplicado en los últimos tiempos, hasta el punto de ser complicado seguir a todos los autores que en la actualidad tratan el tema, o la constelación de temas que involucran la palabra ateísmo. Sin embargo en esta ocasión me permito recomendar uno de ellos, que no cuenta con la publicidad de otros autores, que el autor ha publicado en autoedición y que merece la pena leer.
Tuve conocimiento del libro porque su autor tuvo la amabilidad de escribirme y preguntarme si lo había leído.
De su contenido, especialmente interesante y documentado me ha parecido el capítulo dedicado a El mito del alma y el dedicado a El dios bíblico. El capítulo dedicado a Jesucristo es un buen resumen de investigaciones mucho más extensas (por citar un ejemplo que yo he leído las de Gonzalo Puente Ojea), pero es una exposición que ha sabido mantener lo esencial de la crítica atea a este fenómeno y que como todo el libro contiene un impresionante despliegue bibliográfico que puede orientar en futuras lecturas.
Algunas posibles críticas al contenido del libro podrían ser estas:
Pienso que peca de optimismo cuando dice en la pág. 451: “La comprobación de la teoría de cuerdas dará la explicación a todos los “misterios” de la naturaleza”, hay misterios que no se resolverán aunque se compruebe la teoría de cuerdas o la gravedad cuántica de bucles, porque se encuentran en otro nivel ontológico, o es que la comprobación de alguna de esas teorías explicaría el paso del organismo unicelular al multicelular, por ejemplo.
Dice en la página 365 que la verdad solamente se puede encontrar en la Ciencia. Para empezar solo metafóricamente puede hablarse de Ciencia, lo que existe son ciencias determinadas, Física, Química, etc., que nos ofrecen datos (que suponemos verdaderos), pero la construcción que realizamos con esos datos que nos dan las ciencias ya no es ciencia, es filosofía (que también puede ser verdadera). La misma construcción que realiza en este libro, que le lleva al ateísmo, es una reflexión filosófica basada en los datos científicos, ¿Qué ciencia concreta sería pertinente para atacar el problema de Dios? Las cosmovisiones o concepciones del mundo solo pueden ser filosóficas, aunque las realicen físicos, antropólogos, etc.
Me ha parecido detectar una cierta candidez en algunos de sus comentarios relativos a hechos “paranormales” como la Qui-ja, o en una entrevista leída por Internet donde comenta el tema de los círculos del trigo, donde dice:
“El segundo de los misterios que me confunden es el de los “círculos” del trigo y maíz en las cosechas de tantas tierras y lugares diferentes. Es imposible el fraude humano.” Le recomiendo la lectura de estos enlaces:
http://www.escepticos.es/repositorio/elesceptico/articulos_pdf/ee_15/ee_15_los_creadores_de_circulos_de_cereal_reivindican_su_arte.pdf
http://www.escepticos.es/node/3038
Me parece equivocada su opinión:
“Desde un punto de vista filosófico, no me gusta la palabra ateo, porque la negación de Dios supone un conocimiento absoluto que no se tiene.”
Hay otras maneras de enfocar el asunto que no dependen de un conocimiento absoluto, que en el caso ateo sería imposible, si se exigiera lo mismo al creyente, solo podría creer aquel al que se le apareciese Dios de forma inequívoca, pero al ateo no le bastaría que no se le apareciese Dios para demostrar que no existe, pues siempre cabría esa posibilidad. Tanto el creyente como el ateo se basan en sus respectivas posturas de otros argumentos que la mera “comprobación”. De  aceptar esta opinión del señor Aguilar, la única postura posible seria el agnosticismo, que no deja de ser una apuesta por el desconocimiento (el agnóstico “desconoce” si Dios existe o no). El mismo autor de La quimera de los dioses, que confiesa haber sido educado en el catolicismo, de haber tenido en cuenta ese argumento, difícilmente hubiera podido pasar de su postura crédula a la de “religioso no creyente”. En cualquier caso no cuadra con su frase de la pág. 249 donde dice:”El ateísmo está fundamentado en la razón” o con lo dicho en la pág. 276: “En el cual la idea de un Dios, tal como se ha concebido hasta hoy, no tiene cabida”, o con este texto de la pág. 361: “Para ser ateo no es preciso ser marxista ni extremista de izquierda política. Basta tener un juicio medianamente crítico y libertad de pensamiento” o con esto de la pág. 532: “Nada hay más sagrado en el hombre que la libertad de conciencia, siempre tan perseguida y menospreciada. En mi caso, y en el de otros muchos, me ha conducido al ateísmo”, o con esto de la pág. 539: “Admito, pues, con la Ciencia, que la hipótesis de Dios es innecesaria”.
Basta leer la exposición de Gustavo Bueno sobre ateísmo esencial total que realiza por ejemplo en La fe del ateo, para entender este otro enfoque.
Termino con una lista de los errores que he encontrado en el libro, la edición en papel ya no es posible corregirla (si una posible reedición), pero teniendo en cuenta que existe una edición digital (más barata), esta si podría corregirse.
A veces escribe Internet con minúsculas (pág. 81) y otras con mayúsculas (pág. 99).
A veces escribe Ácido Desoxirribo-Nucleico (pág. 68) y otras ácido desoxirribonucleico (pág. 71).
Pág. 26, dice: más dos milenios atrás, debería decir: más de dos milenios atrás.
Pág. 106, desconsoladoras - desconsoladora.
Pág. 160, ver a hablar – ver o hablar.
Pág. 181, falta cerrar comillas después de: (como quieren hacerlo las religiones dogmáticas).
Pág. 183, al final de la hoja falta la G de Gili.
Pág. 186, falta un punto y seguido entre Jesús y Si.
Pág. 254, todo lo que hay es mi cerebro – todo lo que hay en mi cerebro.
Pág. 267, he venido abolir la ley – he venido a abolir la ley.
Pág. 268, Darrin M.McMahon - Darrin M. McMahon.
Pág. 310, 1874 – 1974.
Pág. 313, Pilles Kepel, La Yihad, Península 201 - Gilles Kepel, La Yihad, Península 2001. (Error en el nombre y en la fecha).
Pág. 358, falta punto y aparte después de hebreo.
Pág. 380, Milton Ash – MiltonAsh.
Pág. 394, falta punto y aparte tras “Vaticano)”.
Pág. 398, la mayoría de lo textos – la mayoría de los textos.
Pág. 399, textos agnósticos – textos gnósticos.
Pág. 420, del hebreo naz_r – del hebreo nazir.
Pág. 426, Richard Ambelain, Jesús o el secreto mortal de los Temparios - Robert Ambelain, Jesús o el secreto mortal de los Templarios. (Error en el nombre del autor y en el título del libro).
Pág. 427, Richard Ambelain, Jesús o el secreto mortal de los templarios - Robert Ambelain, Jesús o el secreto mortal de los Templarios. (Error en el nombre del autor y en la “T” de Templarios puesta en minúsculas).
Pág. 427, llega mis oídos – llega a mis oídos.
Pág. 429, ¡siete¡ - ¡siete!
Pág. 429, surgidos otros – surgido otros.
Pág. 445, Flp 2:6-9) – (Flp 2:6-9).
Pág. 447, de de las religiones – de las religiones.
Pág. 456, el la “cristianización” - la “cristianización”.
Pág. 463, priscialianismo – priscilianismo.
Pág. 463, del la “Gran iglesia” - de la “Gran iglesia”.
Pág. 463, desde que, consiguiera - desde que consiguiera.
Pág. 475, msma – misma.
Pág. 476, Yahvéh.. – sobra un punto y aparte.
Pág. 478, ¿”Cuál fue – comillas iniciales puestas como comillas finales.
Pág. 488, parta alta – parte alta.
Pág. 513, tal puerta?) – falta punto y aparte.
Pág. 543, autosugestionada que – autosugestionada de que.

sábado, 28 de septiembre de 2013

HOLBACH QUE ESTAS EN LOS CIELOS (y III)



















Holbach que estas en los cielos (y III).

Holbach moralista.



Las pasiones son los verdaderos contrapesos de las pasiones.

Holbach



He de confesar que de las tres partes en que he dividido Sistema de la naturaleza (y que se corresponden con los tres artículos que he publicado sobre Holbach en el blog) la última (el presente artículo) es la que más me ha sorprendido. El Holbach ontólogo y el Holbach ateo eran en cierta medida previsibles, el Holbach moralista no tanto, y sin embargo la concepción moral que da el barón está muy próxima a la mía. Mientras leí el Holbach moralista recordé una conversación mantenida en un blog con un católico “profundo e informado” donde decíamos:

“Irichc:

No hay convicción moral que defina al ateísmo. Por tanto, nadie más sensible que el ateo a la demagogia y a la sensiblería, ya que su condición de tal no guarda una relación clara con los principios que sigue o dice seguir. No hay mandamientos ateos, virtudes ateas, doctrinas ateas, consuelos ateos ni penitencias ateas. Puede sostener una cosa y acto seguido la contraria, sin que su calidad de descreyente se resienta por ello. Hoy puede ser Lenin y mañana Buda.

Yo:

El ateísmo no tiene convicción moral, pero eso no quiere decir que no lo tenga cada ateo particular.

Irichc:

Tampoco quiere decir que la tenga, y de eso me quejo.

Yo:

Yo como ateo si tengo convicción moral, al resto de ateos tendrás que preguntarles.”

Desde luego la postura moral defendida por Holbach es la antítesis de lo comentado por Irichc, para empezar lejos de cambiar de opinión gratuitamente Holbach defiende: “La moral debe ser estable, la misma para todos los individuos de la raza humana, no debe variar de un país o de un tiempo a otro”.

Pero no adelantemos acontecimientos y empecemos por el principio, por lo que Holbach entiende que es la moral:

La moral es una ciencia de los hechos.

La moral es la ciencia de las relaciones existentes entre los espíritus, las voluntades y las acciones de los hombres, al igual que la geometría es la ciencia de las relaciones existentes entre los cuerpos.

La moral es la necesidad de las relaciones existentes entre los hombres enseñada a seres razonables.

Ya en las primeras páginas del libro Holbach matiza: Es muy importante para los habitantes de este mundo ser justos, bondadosos y pacíficos.

Más adelante pregunta: ¿Cuál es el objetivo del hombre en la esfera que ocupa? Conservarse y llevar una existencia feliz.

El hombre virtuoso es aquel cuyas acciones tienden constantemente al bienestar de sus semejantes.

La felicidad es la coordinación del hombre con las causas que actúan sobre él.

La política debería ser el arte de regular las pasiones de los hombres y dirigirlas hacia el bien de la sociedad.

La libertad es la facultad de hacer todo lo que no perjudica a la felicidad de los semejantes para conseguir la propia felicidad.

No hay patria sin bienestar, una sociedad sin justicia sólo contiene enemigos (…) La libertad, la propiedad y la seguridad, hacen amar a la patria, y el amor a la patria es lo que constituye al ciudadano.

La sociedad es justa, buena y digna de nuestro amor cuando satisface las necesidades físicas de todos sus miembros.

(Podríamos decir que en la España actual, hay muchas personas a las que solo les queda la libertad, porque la propiedad la han perdido al quedarse sin trabajo y les han desahuciado de sus viviendas, la seguridad queda relativizada, ya no hay trabajo seguro (duradero) ni vivienda segura si no está terminada de pagar, y la libertad que les queda se convierte en libertad de emigrar. En estas circunstancias es difícil amar la patria que esta encallada en un modelo de capitalismo que parece no tener alternativa porque los que podrían cambiarlo son los que más se benefician de su inmovilismo, así solo pueden amar a la patria los que trabajan y conservan sus viviendas y pueden vivir, aunque con el temor de perderlo todo).

Recalca la importancia de la educación:

Nuestros padres e instructores son quienes nos hacen buenos o malos, sabios o insensatos, estudiosos o distraídos, firmes o frívolos y vanos. Sus ejemplos y discursos nos modifican para toda la vida.

En la moral la educación  no es otra cosa que la agricultura del espíritu.

Educados así, los hombres no tendrán necesidad de las recompensas celestes para conocer el valor de la virtud, ni de ver a sus pies el abismo en llamas para sentir el horror del crimen.

(Otra cosa que peligra en la España actual, los recortes en la educación, la limitación de becas o la subida de tasas universitarias, prepara el terreno para perpetuar ese inmovilismo del que hablaba antes, solo aquellos que provienen de las clases que más se benefician del estado actual de las cosas podrán licenciarse y perpetuar la situación de un capitalismo que culpa del paro a la clase política y no lo ve como una responsabilidad propia, pues el empresario defenderá su parcela particular y no la totalidad del bien público que concierne a todos los ciudadanos, así los más beneficiados son muchas veces los menos patriotas, pues evitan pagar impuestos o evaden capital al extranjero que podría invertirse aquí).

Dice también:

Para que el hombre fuese virtuoso sería necesario que tuviese interés o encontrase ventajas en practicar la virtud. Sería necesario que la educación le inculcase ideas razonables, que la opinión pública y el ejemplo le mostrasen la virtud como el objeto más digno de estima, que el gobierno le recompensase fielmente, que la gloria le acompañase siempre y que el vicio o el crimen fuesen constantemente despreciados y castigados.

(El ejemplo falla también en la España actual, repleta de evasores fiscales y una clase política corrupta en parte, y que parece afectar al mismo gobierno y su presidente que afirma no estar en política por dinero pero no dejaba de cobrar  “presuntamente” sobresueldos).

La sociedad puede, con el fin de conservarse, amedrentar y castigar a quienes intenten dañarla o cometan acciones que reconoce verdaderamente perjudiciales para su reposo, seguridad y felicidad.

La ley no tiene derecho a castigar a quienes la negligencia de la sociedad ha privado de los medios de subsistencia, del ejercicio de su laboriosidad y sus talentos, de la oportunidad de trabajar para ella.

La sociedad tiene el derecho de quitar la vida a sus miembros.

Aunque el hombre actúe por necesidad en todo lo que hace, sus acciones son justas, buenas y meritorias siempre que tienden a la utilidad real de sus semejantes y de la sociedad en la que vive.

Cuando decimos que la virtud es su propia recompensa queremos decir simplemente que en una sociedad cuyas intenciones fueran guiadas por la verdad, por la experiencia y por la razón, todos los hombres conocerían sus verdaderos intereses, sentirían el objetivo de la asociación, encontrarían  ventajas o motivos reales para cumplir sus deberes; en suma, se convencerían de que, para ser verdaderamente feliz, el hombre debe ocuparse del bienestar de sus semejantes y merecer su estima, afecto y ayuda.

Una política fundada sobre la naturaleza del hombre y de la sociedad, armada de leyes equitativas, vigilante respecto a las costumbres de los hombres, fiel en recompensar la virtud y castigar el crimen, sería mucho más adecuada para hacer la moral respetable y sagrada que la autoridad quimérica de ese Dios.

Volviendo a lo planteado por Irichc: “No hay convicción moral que defina al ateísmo”, podríamos decir, lo que no hay es un ateísmo que sea un calco en negativo del cristianismo (a cuya rama católica pertenece Irichc) y eso se ve claro al decir que no hay mandamientos, virtudes, doctrinas, consuelos y penitencias ateas, tampoco hay sacerdotes, obispos, cardenales ni Papas ateos, ni cielo ni infierno ateo. Lo que Holbach demuestra es que puede haber argumentaciones morales en base al ateísmo que podrán ser compartidas o discutidas por otros ateos, pues el ateísmo no tiene una jerarquía ni dogmas que hagan inútil la reflexión pues lo único que exigen es la obediencia. Como describe Holbach en su libro: “El cristianismo ha causado más divisiones, disputas, guerras civiles y políticas y crímenes de toda clase que todas las demás religiones del mundo juntas”, por lo tanto no le ha servido de gran cosa tener mandamientos, virtudes, doctrinas, consuelos y penitencias. Holbach intenta poner otras bases distintas y debo decir que el resultado no está mal para ser una moral materialista y atea.

sábado, 31 de agosto de 2013

HOLBACH QUE ESTAS EN LOS CIELOS (II)















Holbach que estas en los cielos (II).
Holbach ateo.

Fermín Huerta Martín

Si la ignorancia de la naturaleza dio a luz a los dioses, el conocimiento de la naturaleza está hecho para destruirlos. Holbach

De todo lo expresado en el artículo anterior, Holbach ontólogo, debería deducirse el ateísmo de Holbach. Sin embargo a veces se ha propuesto que “Hay dos maneras de sortear la incompatibilidad entre teísmo y materialismo. La primera consiste en hacer de los dioses entidades corpóreas, como hacen, entre otros, Epicuro y Hobbes (…) La segunda consiste en añadir un principio racional divino que opera causalmente en el mundo (…) Spinoza acepta la equivalencia entre Dios, la Sustancia y la Naturaleza.” Esto lo cuenta Alberto Hidalgo en su interesante artículo Materialismo filosófico. Voy a intentar confrontar lo expuesto por Hidalgo con lo desarrollado por Holbach en Sistema de la naturaleza (y expuesto en parte en Holbach ontólogo) para intentar averiguar si en el caso del barón  es posible compatibilizar su materialismo con algo de lo expuesto por Hidalgo.
Un principio fundamental del materialismo de Holbach es este: La materia es eterna y necesaria pero sus combinaciones y formas son pasajeras y contingentes.
En base a esto podríamos empezar por preguntar si por ejemplo Holbach admitiría los dioses de Epicuro. Estos son descritos en el libro Epicuro de Carlos García Gual:
“La eterna felicidad de los dioses es incompatible con el cuidado por los asuntos humanos. Su eterna vida es incompatible con el existir dentro de nuestro mundo, que, como todos los demás mundos en el universo atómico e infinito, está sujeto a nacimiento y destrucción. Los dioses epicúreos habitan, pues, en los espacios íntercósmicos, en esos intermundia que quedan al margen de las catástrofes cósmicas. También los dioses tienen cuerpo, aunque éste es de una increíble sutilidad, y están formados por agregación de átomos en renovación continua, sin decadencia ni desgaste corporal. Y tienen forma humana.”
“Son seres apáticos y ociosos”. “La divinidad eterna y feliz”. “Serenos e inmortales”
Está claro que estos dioses a pesar de ser corpóreos no encajan con lo expuesto por Holbach que no admite ninguna realidad concreta como eterna al margen del gran todo y de esos “elementos indestructibles” incluso menciona “átomos de Epicuro”, lo de que “están formados por agregación de átomos en renovación continua, sin decadencia ni desgaste corporal”  implica un mecanismo sobrenatural y además iguala a los dioses eternos con un universo eterno en una coexistencia difícil de explicar.
Lo del principio racional divino; o el principio es inherente al mundo y entonces se podría aplicar lo que dice Holbach: “Esta fuerza, que crees conocer mejor llamándola Dios, no es sino la energía del gran conjunto”. O si es impuesto desde fuera implica la existencia de un Dios que no acepta Holbach. Finalmente si se establece la equivalencia entre Dios y naturaleza, o toda la realidad sería espiritual o material, o una tercera cosa que desconocemos (para Holbach también se desconoce lo que es el espíritu, del que dice que es la negación de todo lo que conocemos), la cuestión entonces es si esa sustancia de innumerables atributos tiene o no conciencia, si tiene conciencia sería algo parecido a algún Dios teológico, si no tiene conciencia estaríamos en el plano materialista y llamar realidad material o espiritual a esa sustancia sería una cosa de etiquetas.
Aunque su posición ontológica excluye a dios, Holbach se enfrenta a las hipótesis espiritualistas analizando la naturaleza de lo que denomina un fantasma con cualidades imposibles de conciliar, profundizando en las contradicciones que se derivan de ello: Sustancia privada de extensión que actúa sobre órganos materiales extensos. Un ser privado de extensión no podría moverse ni comunicar movimiento  al cuerpo puesto que tal ser, al no tener partes, es incapaz de cambiar sus relaciones de distancia respecto a otros cuerpos ni provocar movimientos en el cuerpo humano, que es material. El motor del mundo material es un espíritu puro, un ser inmenso puede llenar el espacio sin excluir por ello a la naturaleza, un ser inmutable es la causa de los cambios continuos que se operan en el mundo, un ser omnipotente no puede impedir el mal que le disgusta, la fuente del orden está obligada a permitir el desorden.
¿Cómo pueden influir las acciones físicas de un ser material sobre una sustancia inmaterial y hacerle experimentar sentimientos desagradables?
Si es bueno, ¿cómo puede consentir que se les haga sufrir, aunque sólo sea  por algún tiempo?  Si lo sabe todo, ¿por qué necesita poner a prueba a sus favoritos, de los que nada tiene que temer? Si en verdad es todopoderoso, ¿no podría ahorrarles estas desgracias pasajeras y procurarles de una vez una felicidad duradera?
Si Dios supera en bondad a todos los seres de la especie humana ¿por qué no utiliza su poder infinito para hacerlos a todos felices?
¿No es él mismo la causa primera o el cómplice de las ofensas que le hacen? ¿No es él el  verdadero autor del mal o del pecado que permite cuando podría impedirlo?
No es infinito si la naturaleza entera, sin ser él, puede existir junto a él. No está en todas partes si no está en el hombre que peca o si se retira en el momento en que comete el pecado.
Toda revelación, ¿no supone en los hombres una ignorancia, una imperfección, una perversidad que un Dios sabio, bueno, todopoderoso y previsor habría tenido que prever?
Pero Holbach va más allá de exponer las contradicciones que se derivan de la idea de Dios, para el barón: El espíritu es la negación de todo lo que conocemos. Es imposible para cualquier ser material formarse una idea real de un espíritu.
Me gustaría comentar dos opiniones de los traductores, una expuesta en el epilogo donde se habla de que Holbach es terriblemente anticlerical, obsesivamente antirreligioso. Parecen expresiones vertidas desde el bando confesional, me recuerda algunos fragmentos de la definición de ateísmo del Diccionario de teología de L. Bouyer donde se dicen cosas como estas: El ateísmo es un fenómeno que aparece en todas las civilizaciones, pero que corresponde a un momento de decadencia… Su ateísmo provine de que un desarrollo intelectual desordenado… La vuelta a Dios, para el ateo, aparece, pues, como una condición de su curación psicológica…
Por  cierto, curiosamente, dice la entrada: El materialismo, al negarse a admitir cualquier realidad que no sea material, implica evidentemente el ateísmo.
Por lo que a mí respecta, si en la actualidad (especialmente  aquí en España) encuentro motivos sobrados para ser anticlerical (hablo naturalmente de un anticlericalismo no violento) en la época de Holbach mucho más.
También resulta muy curiosa la siguiente nota: Holbach no se cansa de decir que Dios es aquello de lo que no se puede hablar, pero no opta por callar. Una y otra vez insiste en mostrar la insensatez  de decir lo indecible, pero él sigue diciendo indecible a lo indecible, impensable a lo impensable. Su espíritu filosófico le lleva a aceptar el juego de marcar los límites de la razón, donde ésta se enrosca y hace piruetas para poseerse, para decir sus formas dignas e indignas de ser usada. Ahí, donde Holbach parece menos convincente, es donde se muestra más filósofo.
Parece el comentarista querer decir que cuando Holbach se contradice es cuando se muestra más filósofo. Pero entonces cuando es convincente y no se contradice ¿Qué es? ¿Menos filósofo? ¿Científico? o ¿Jardinero?
Por lo menos en este punto Holbach no se contradice, el no habla de Dios, no propone a Dios, lo que hace es hablar de la imposibilidad de Dios, lo cual es muy diferente, no dice lo indecible, dice que lo indecible es indecible. El comentarista parece querer poner en el mismo plano al que propone lo imposible y al que lo niega.
Aquí merece la pena recordar las palabras de Bunge en su segundo tomo del Tratado de Filosofía donde dice: “En cualquier semántica extensionalista, que la teología sea significante o no significante depende de las creencias religiosas del individuo. Según nuestra concepción, los enunciados teológicos pueden ser perfectamente significantes en sus propios contextos, los cuales determinan tanto su sentido como su referencia. La creencia, así como el escepticismo, deben apoyarse en la asignación de extensiones, no de sentido o de referencia. Así pues, mientras que para un teísta E(Creador)=R(Creador)={Dios}, para un ateo R(Creador)={Dios}, pero E(Creador)=conjunto vacío. (Donde E significa extensión y R referencia). En consecuencia, si alguien deseara argumentar a favor o en contra de una religión en particular, no debería buscar apoyo en nuestra semántica: debería recurrir a medios alternativos. En particular, el no creyente no logrará salirse con la suya por medio de la simple afirmación de que la teología no tiene sentido. (Pero sí puede conseguir mostrar que algunas teologías son contradictorias o que todas carecen de pruebas empíricas positivas)”.
Holbach expone con verdadera maestría un argumento que yo usé una vez en un artículo sin publicar y que me hace pensar en si ateos de diferentes épocas llegamos a los mismos argumentos, el problema es que en muchas ocasiones para llegar al ateísmo hay que leer mucho, y esas lecturas muestran los argumentos sobre los que después se reflexiona y nos terminan volviendo ateos, en mi caso, sin duda, mi argumento favorito contra la existencia de Dios lo leí en el libro de Bertrand Russell  Por qué no soy cristiano: ”Si todo tiene que tener alguna causa, entonces Dios debe tener una causa. Si puede haber algo sin causa, igual puede ser el mundo que Dios”.
Cuando atravesé mi desierto de agnosticismo entre mi fase crédula y la actual atea (ver mi artículo Fervoroso creyente, fervoroso agnóstico, fervoroso ateo), leí durante mucho tiempo a Gustavo Bueno, algunos de sus argumentos ateos me fascinaron, como no puede ser de otra manera, ahora que he leído a Holbach veo a muchos de los argumentos de Bueno como actualizaciones de los argumentos de Holbach (quien tenga conocimientos más profundos sobre el tema podrá señalar que los argumentos de Holbach actualizaban o repetían ideas de autores anteriores), en su libro La fe del ateo da un puñado de estos argumentos que muestran a Dios como un mosaico de ideas incompatibles. Pero en aquella época había un argumento más “técnico”  al que le di muchas vueltas, que se encuentra en el segundo tomo de su Teoría del cierre categorial: «Entrelazamiento y, a su vez, desconexión de cosas entrelazadas con terceras: el principio de Symploké, así interpretado, alcanza un significado claramente materialista. Al menos, él es incompatible con cualquier tipo de concepción ontoteológica del mundo que presuponga un Dios creador y gobernador del Universo, omnipotente y omnisciente, y que mantenga coordenadas todas las realidades del Universo (desde el astro más grande hasta la hoja más pequeña del árbol, pero que ‘no se mueve si Dios no dispone las cadenas de causas para moverla’). La symploké, al reconocer ‘cortaduras’ en el Mundo, implica propiamente el ateísmo ‘terciario’, es decir, la negación de un Dios omnisciente y omnipotente, y aquí reside su principal significación gnoseológica. No es posible un entendimiento capaz de conocer todas las cosas, porque la symploké las hace incognoscibles (en este sentido). El reconocimiento de esta implicación entre la tesis de la symploké y el ateísmo terciario (el que niega el Dios omnisciente de Molina, pero también el ‘genio’ de Laplace), será acaso considerado como abusivo por algunos teólogos; sin embargo, nos parece que la implicación está reconocida, al menos en su forma contrarrecíproca por el propio teísmo molinista, no sólo en su versión tradicional escolástica, sino también en la versión del monismo idealista del pasado siglo».
Caí en la cuenta de que las objeciones que yo ponía (desde mi posición agnóstica) al argumento de Bueno eran de índole crédula, espiritualista. Es decir, si se aceptaba el principio de symploké (ver mi artículo Críticas de Gustavo Bueno a la causalidad en Mario Bunge), el razonamiento de Bueno es impecable, por eso la importancia de una base materialista que fundamente el ateísmo, estos dos conceptos se sustentan conjuntamente.
Solo lecturas incompletas pueden permitir “redescubrir” argumentos clásicos como si fueran propios. El argumento que Holbach  expone es también muy interesante, tiene que haber “relaciones morales” entre Dios y los hombres para que el invento cristiano funcione, debe haber nociones análogas de bien en Dios y en los hombres, pero si se acepta eso se abre paso a un alud de críticas que Holbach desarrolla en este libro que no en vano es considerado la biblia del ateísmo.

domingo, 28 de julio de 2013

HOLBACH QUE ESTAS EN LOS CIELOS (I)



















Holbach que estas en los cielos (I). 
Holbach ontólogo.
Fermín Huerta Martín 

El espíritu de un hombre que piensa obtiene de un buen libro más que el espíritu de un ignorante de todos los placeres que le proporcionan sus riquezas. Estudiar es reunir un arsenal de ideas. La cantidad y combinación de sus ideas es la que establece las diferencias entre los hombres y les confiere ventaja sobre los otros animales.
Holbach


Hubiera bastado con leer los piropos que Mario Bunge dedica a Holbach para haber tenido la tentación de leer su obra, piropos como estos:
“La visión sistémica de la sociedad fue anticipada por Ibn Jaldún, el gran sociólogo tunecino de fines de siglo XIV. La misma concepción fue formulada y usada explícitamente cuatro siglos después por el Barón de Holbach, colaborador insigne de la enciclopedia dirigida por d´Alembert y Diderot. Holbach fue el fundador del Sistemismo filosófico, con sus obras Système de la nature (1770) y Système social (1773). Fue muy influyente en su tiempo, pero hoy se le ignora sistemáticamente en las facultades de humanidades del mundo entero.”
Filosofía y sociedad
“De hecho, la primera filosofía sistémica fue elaborada por el famoso barón d´Holbach. Al principio mismo de su Système social (1773) escribió: “Todo está unido en el mundo moral (social) como en el mundo físico”. Tres años antes, en su Système de la nature, había explicado sus razones a favor de la sistematicidad (y materialidad) de la naturaleza. Esto no hizo gracia a los altos poderes de aquel tiempo: sus influyentes trabajos fueron prohibidos en Francia, el país adoptivo de d´Holbach. Y la ilustración francesa en su integridad es ignorada en la mayoría de las universidades, donde el sistemismo, confundido a menudo con el holismo, es tan popular como el materialismo, el espanto de los pusilánimes. “
Emergencia y convergencia
“El crédito por haber unido el materialismo con el Sistemismo hay que otorgárselo al barón D´Holbach (1773), uno de los más importantes enciclopedistas. En efecto, parece haber sido él el primero en sostener no solamente que todos los existentes son materiales, sino también que todo, tanto en la naturaleza como en la sociedad, está relacionado. Esta ontología, el materialismo sistémico, prosperó en las ciencias naturales, todas las cuales estudian sistemas materiales, sean estos tangibles como los sistemas nerviosos o intangibles como las moléculas y los sistemas sociales.
A la caza de la realidad
Sin embargo hasta que no leí Historia del materialismo de Lange, que contiene un capítulo con el título de la obra de Holbach no me decidí a comprarme el libro.
Este volumen es una edición de Laetoli de 2008, cuenta Vidal Peña en su artículo El barón Holbach, hoy que se trata de una versión con pequeños cambios de la edición de 1982 de Editora Nacional, uno de los cambios es usar la introducción como epílogo, en mi caso esto no surtió efecto, leí primero el epílogo. La edición es casi impecable, el libro se tiene que leer con 4 puntos de libro, uno para la página por donde va la lectura y otros para las notas de la edición de 1770, 1821 y las notas de los traductores. Se han tomado la molestia de traducir las citas en otros idiomas, muy abundantes, sobre todo en latín. Se echa de menos un índice de nombres y otro de palabras clave, tan útiles en este tipo de libros para futuras consultas.
No hay demasiados errores tipográficos, pero he encontrado un puñado que paso a copiaros:
Pág. 82, dice “hay podido”, debe decir “haya podido”.
Pág. 100, hacerme un idea – hacerme una idea.
Pág. 230, sufelicidad – su felicidad.
Pág. 232, el vuelco – al vuelco.
Pág. 261, que no se no acuse – que no se nos acuse.
Pág. 311, sus dejan de existir – sus deberes dejan de existir.
Pág. 321, esencialmente diversas – esencialmente diversos.
Pág. 445, no este Dios – no es este Dios.
Pág. 469, somos responsable – somos responsables.
Pág. 471, ssólo – sólo.
Pág. 472, décil – dócil.
Pág. 487, podoroso – poderoso.
Pág. 517, y que no la virtud – y que la virtud.
Pág. 530, la nota 44 se ha numerado 14.
En las notas de la edición de 1770 de la primera parte, las notas 61 y 81 no aparecen en el libro.
Por cierto dice Vidal Peña que el estilo de Holbach es seco, reiterativo y mortalmente plúmbeo y dice también José Manuel Bermudo: “su obra, leída con nuestros hábitos analíticos, resulte tosca, recurrente, amateur. En cambio, leída espontáneamente, sin necesidad de analizarla, resulta refrescante, purificadora, bienhechora”. La mía, sin duda, ha debido ser una lectura espontanea, pues he disfrutado mucho con ella, hasta el punto de casi haber seguido la norma de Bunge cuando estaba leyendo el Quijote y Guerra y Paz, no superar el límite de cinco páginas por día, para disfrutarlas. En mi caso procuraba leer un capítulo diario. La importancia de este libro me hace considerarlo ya mi tercer libro de ontología materialista favorito junto con El moblaje del mundo de Bunge y Ensayos materialistas de Bueno.
El planteamiento ontológico que ofrece Holbach en este libro seria el siguiente:
La naturaleza es el gran todo fuera del cual nada puede existir.
(La expresión “gran todo”, o en otras ocasiones “gran conjunto”, “conjunto eterno” o “conjunto universal”, se repite a lo largo de toda la obra, siempre que la leo me acuerdo de Gustavo Bueno para quien un todo no puede ser infinito, “un todo es una multiplicidad limitada” dice Bueno. Ver mi artículo Infinito, yo te cito).
La naturaleza es un todo actuante, en ella todo está en continuo movimiento. A su vez el movimiento es un modo de ser que resulta necesariamente de la esencia de la materia, la cual se mueve por su propia energía, la variedad de sus movimientos se deben a la diversidad de propiedades de las materias primitivas de las cuales la naturaleza es el conjunto. Tanto la materia como el movimiento han existido siempre. La materia no es un cuerpo homogéneo. Existen diferentes materias que han pesado unas sobre otras eternamente.
(Una de las notas de los traductores ya nos advierte de que en Holbach no hay monismo de la sustancia, sino pluralidad de sustancias todas ellas materiales, una vez Iñigo Ongay calificó mi posición como materialismo monista, pienso que son monistas todos los materialistas, en tanto que niegan la existencia del espíritu, incluyo aquí al materialismo filosófico, el ejemplo de la nota lo aclara “pluralidad de sustancias todas ellas materiales”. Una prueba de la confusión que se puede tener sobre el tema se puede ver en esta entrevista de Alberto Hidalgo a Mario Bunge, dice Hidalgo: Habría un materialismo monista, otro dualista y finalmente, otro pluralista, según los géneros o especies de materialidad que uno admitiese. Responde Bunge: Sí. Yo soy monista pluralista).
Sus movimientos nacen sin interrupción unos de otros, son alternativamente causas y efectos, forman un vasto círculo de generaciones y destrucciones, combinaciones y descomposiciones, que no ha podido tener ningún comienzo ni puede tener jamás fin.
(Holbach no se plantea el problema kantiano de cómo ha podido transcurrir esa eternidad hasta el momento presente, reconoce en una parte del libro: “No le está dado al hombre saberlo todo”. Añade también en otra parte que “Alguna cosa ha existido desde toda la eternidad es una proposición evidente y no necesita pruebas”. Sobre la cuestión del tiempo ver mis artículos Tiempo y devenir en el materialismo filosófico y Tiempo en Bunge).
Las propiedades comunes a toda materia son: extensión, divisibilidad, impenetrabilidad, figurabilidad, movilidad y movimiento de masa.
El movimiento hace nacer, mantiene durante algún tiempo y destruye sucesivamente unas y otras partes del universo, mientras que la suma de la existencia permanece siempre la misma.
Puede haber modos de existir y actuar infinitamente diversos.
En la naturaleza sólo puede haber causas y efectos naturales, las leyes de las operaciones naturales que están al alcance de nuestro juicio y conocimiento son suficientes para permitirnos descubrir las que se sustraen a nuestra mirada, que podemos, al menos deducir por analogía.
La naturaleza tiene recursos que no conocemos.
El todo no puede tener un fin puesto que nada existe fuera de él hacia el que pueda tender, las partes que contiene si tienen un fin.
(Sin embargo dice en otra parte del libro: ¿cuál es la finalidad de la naturaleza?, actuar, existir y conservar su conjunto).
La naturaleza puede producir seres inteligentes reuniendo materias apropiadas para formar cuerpos organizados de un modo particular.
Existen unas reglas universales a las que todo está sometido.
La materia es eterna y necesaria pero sus combinaciones y formas son pasajeras y contingentes.
(Esta es una clara anticipación tanto de la Materia ontológico-general de Gustavo Bueno como del subconjunto propio B de S, tal que todo individuo concreto es la agregación de miembros de B, de Mario Bunge).
El hombre es materia y tiene ideas solo acerca de la materia. Todo en el universo está relacionado, ligado.
(Aquí, sin embargo chocaría Holbach con el principio de Symploké de Bueno aceptado tácitamente por Bunge, ver  mi artículo Criticas de Gustavo Bueno a la causalidad en Mario Bunge)
En el sistema general del mundo no vemos otra cosa que una larga sucesión de movimientos recibidos y comunicados por contigüidad por seres puestos al alcance unos de otros.
(Aquí de nuevo resuena la idea de espacio como plenum de materia aceptada por Bunge y Bueno,  dice Holbach en otra parte  “cadena universal de los seres”).
La esencia de la materia es incomprensible.
Si todo lo que existe es materia, esta materia es infinita es decir, no puede estar limitada por nada.
La naturaleza es única, aunque sus elementos o sus partes sean infinitamente variados y estén dotados de propiedades muy diferentes.
La naturaleza sólo hace cosas necesarias.
Infinitos intentos, realizados durante la eternidad con elementos y combinaciones infinitamente  variados bastan para producir todo lo que conocemos y muchas otras cosas que no conoceremos jamás.
Por naturaleza entendemos un conjunto de materias existentes y provistas de propiedades.
Si no podemos remontarnos a las causas primeras,  contentémonos con las causas segundas y los efectos que la experiencia nos muestra; recojamos hechos verdaderos y conocidos que nos permitirán juzgar lo que no conocemos.
Somos partes sensibles de un todo desprovisto de sentimiento.

Hasta aquí unas pinceladas del planteamiento ontológico que hace Holbach en esta obra.
Holbach presenta un esquema de sistema materialista que mezcla conocimientos e ignorancias (dice Bermudo en el epílogo: El pensamiento ha de poner lo que la experiencia no revela: pero no ha de ponerlo arbitrariamente sino de modo que dé  cuenta coherente, pragmática y económicamente de aquello que muestra la experiencia. Ahí está el lugar de la filosofía en sentido fuerte, y Holbach lo asume y sitúa en él su reflexión en el marco trazado por Diderot)  o como dice una de las notas de los traductores “Holbach elabora un sistema filosófico flexible, en el que caben diversas hipótesis científicas rivales”, pero que expresa una idea ontológica clásica, recurrente a través del tiempo, una apuesta metafísica (si se quiere llamar así, una apuesta que por supuesto los materialistas consideramos mejor fundamentada que la opuesta). Con más datos es la misma apuesta que en la actualidad realizan Bueno y Bunge, de hecho de no haber “duplicado” al y hombre y a la naturaleza (en feliz expresión de Holbach) hubiera sido la única apuesta, que hubiese tenido múltiples modulaciones, es la apuesta materialista que desarrolla a lo largo de todo el libro, la negación de las entidades sobrenaturales. En este sentido es muy claro cuando habla de los filósofos que le han precedido: “Por lo que se refiere a la filosofía antigua, si exceptuamos la de Demócrito y Epicuro, fue en general una verdadera teosofía, concebida por los sacerdotes de Egipto y Asiria. Pitágoras y Platón no fueron otra cosa que unos teólogos, llenos de fervor y tal vez de mala fe. Encontramos al menos en ellos un misterioso espíritu sacerdotal que es siempre señal de que se intenta engañar o que no se quiere instruir a los hombres. Hemos de extraer una filosofía inteligible y verdadera de la naturaleza y no de la teología.”
A diferencia de Ensayos materialistas y El moblaje del mundo, Sistema de la naturaleza no tiene formulas complicadas y que requieran para su compresión de algunos “conocimientos técnicos” pero a su manera no deja de ser un libro denso y desde luego extenso, la densidad obliga al esfuerzo, pero la extensión cuando va acompañada de placer es una felicidad.
En el fondo estos tres libros materialistas están expresando lo mismo, por supuesto con matices que los distinguirían, del mismo tipo que existen entre Bunge y Bueno (por ejemplo la distinción emergencia/anamórfosis).
Holbach me ha desbordado con sus palabras, he practicado mucha relectura sobre la marcha y he tomado multitud de notas (78 páginas), casi no había una página de la que no mereciera tomar una nota. Eso solo pasa con los grandes libros.

viernes, 28 de junio de 2013

LA VIEJA POLEMICA ENTRE MANUEL SACRISTAN Y GUSTAVO BUENO



















LA VIEJA POLEMICA ENTRE MANUEL SACRISTAN Y GUSTAVO BUENO

Fermín Huerta Martín


“No hay un saber filosófico sustantivo superior a los saberes positivos; los sistemas filosóficos son pseudo-teorías, construcciones al servicio de motivaciones no-teoréticas, insusceptibles de contrastación científica (o sea: indemostrables e irrefutables) y edificados mediante un uso impropio de los esquemas de la inferencia formal.”
M. Sacristán, Sobre el lugar de la filosofía en los estudios superiores.


Manuel Sacristán Luzón (Madrid, 1925- Barcelona, 1985), estuvo relacionado con Mario Bunge y con Gustavo Bueno, a Bunge le tradujo La investigación científica, dijo de él en una entrevista que era el mejor de sus traductores.
En 1968 escribió Sobre el lugar de la filosofía en los estudios superiores (donde proponía “suprimir la licenciatura en filosofía y eliminar la asignatura de filosofía en la enseñanza media“), el texto dio pie a la respuesta de Gustavo Bueno en su libro El papel de la filosofía en el conjunto del saber. Este era el motivo de que tuviera el libro recopilatorio de Sacristán Papeles de filosofía panfletos y materiales II, comprado en 1999 (el año en que leí El papel de la filosofía en el conjunto del saber), del libro solo había leído ese texto, pero desde luego el índice era lo suficientemente interesante como para leer el libro entero, así que el verano de 2012 decidí leerlo íntegramente y releer dicho fragmento. Esto me ha dado la posibilidad de reflexionar sobre estas críticas que Sacristán realiza y que yo mismo me he hecho en alguna ocasión, me parece un tema interesantísimo y capital. He comentado el tema con motivo de algunas opiniones de Bueno relativas a la cuestión, concretamente en la exposición de la Materia ontológico-general como algo más allá de las ciencias categoriales. Opiniones con las que Bueno intentaba (bajo mi punto de vista) dar la vuelta a la tortilla de lo expuesto por Sacristán  y supeditar el saber positivo al filosófico, llevo muchos años moviéndome entre estas “dos aguas”, entre la ciencia y la filosofía y pienso como Bunge que las aguas van revueltas y no se pueden separar.
La discusión tenía un toque “personal” dado que Sacristán proponía la supresión de la producción de licenciados en filosofía, y Bueno tenía esa condición (por cierto que Sacristán también, habla Bueno de hara-kiri filosófico), así como la de funcionario del Estado (los profesores de filosofía son sin duda el cuerpo más excelso dentro de los funcionarios del Estado). En mi caso no hay intención personal pues yo no soy ni licenciado ni funcionario, en este sentido la argumentación de Sacristán no podría “ofenderme” monetariamente (por lo de funcionario) ni orgullosamente (por lo de licenciado), en la actualidad la ofensa monetaria la proporciona el gobierno con sus recortes “justificados” por la crisis económica. No sé si les queda el orgullo de la licenciatura o este ha sido también mermado por el desprestigio de la función docente en general entre los padres de alumnos, recientemente asistí a un hecho insólito, en un acto de presentación de un Instituto de educación secundaria  (para captar nuevos alumnos) el profesor de filosofía recibió un prolongado aplauso al término de su charla, en la que había aludido a la necesidad de formar alumnos felices, intracranealmente me vino una carcajada al recordar una frase de Bueno de una entrevista donde decía que su época de mayor felicidad coincidió con la de mayor ignorancia, desconozco que hubiera respondido el licenciado-funcionario si le hubiera comunicado tal opinión.
Desde luego a nivel personal Bueno tenía derecho a la réplica que dio en su libro El papel de la filosofía en el conjunto del saber, una obra impresionante, aún recuerdo una crítica de J. L. Abellán en su libro Panorama de la filosofía española actual:
«En el libro de Gustavo Bueno se expone una idea de la filosofía con la que se contesta contundentemente a las argumentaciones de Sacristán, y es de una riqueza de planteamientos y una sugerencia de puntos de vista que hacen el libro altamente interesante y valioso. Es cierto, por otro lado, que el libro resulta con frecuencia farragoso, confuso, innecesariamente oscuro y complicado en su exposición, pero, librado de estos defectos, sigue manteniendo una considerable dosis de interés.»
El libro de Bueno lo tuve que conseguir primero en fotocopias gracias a la Biblioteca Nacional de España, luego lo pude comprar gracias a Internet, y en la actualidad puede conseguirse gratis gracias a la valiosa labor de la Fundación Gustavo Bueno en http://www.fgbueno.es/gbm/gb70pf.htm
Bueno, siendo licenciado-funcionario está lejos de la mediocridad y puede ser comparado con cualquier filósofo o pensador de la historia, en su caso no puede hablarse (visto externamente por un simple aficionado que solo ha tenido trato con Bueno a través de su obra) como cita Sacristán de “institución parasitaria”. Es más, me atrevería a decir, la mera existencia del licenciado-funcionario Gustavo Bueno (de su obra) justificaría la existencia del cuerpo de profesores de filosofía en España, los pasados, los presentes y los futuros, el relevo ya está garantizado con Javier Pérez Jara.
La propuesta de Sacristán plantea crear un Instituto general de filosofía, donde los alumnos fueran licenciados en otras disciplinas. De hecho la propuesta de Bueno de la filosofía como saber de segundo grado, que se nutre de otros saberes, recoge de alguna manera la esencia de esa propuesta, lo que ocurre es que lo hace de forma voluntaria, mientras que la propuesta de Sacristán obligaría a tan actitud, de todas formas, una licenciatura o dos no solucionaría el problema que se desprende de la filosofía de segundo grado, si en el sistema vigente aun en la actualidad, un licenciado en filosofía que siguiese la máxima de Bueno, debería estudiar física, matemáticas, biología, etc., con el sistema de Sacristán ya se conocerían una o varias de esas disciplinas pero no las restantes. Y si resulta que el licenciado en matemáticas solo pudiese hablar de filosofía de las matemáticas terminaríamos en otra aberración similar a la precedente. Y si un licenciado en química puede hacer filosofía de la física ¿Por qué no iba a hacerlo un licenciado en filosofía? (Dice Federico Lange en Historia del materialismo:
“es la filosofía del profesor de física la que se subleva contra la del profesor de metafísica”).
La totalización (sistematización) que implica la filosofía es parcialmente ajena a cualquier ciencia categorial que por definición es sectorial, solo podría ser filósofo el licenciado en todas las ciencias categoriales, algo imposible. Por lo tanto su propuesta no tendría que producir mejores obras de filosofía de lo que se producen en la actualidad, al fin y al cabo los licenciados de las diversas ciencias interesados en la filosofía que quieren escribir sobre el tema lo hacen igual reciban las clases de filosofía al principio o al final de sus estudios.
La importancia de la filosofía esta en otro punto también, de la misma manera que cada persona debe saber si es religiosamente creyente o no (y actúa en consecuencia), el científico que realiza investigaciones debe tener una filosofía que dirija sus actos, leo en El País de fecha 11 de agosto de 2012, una reseña de un libro escrito por el cardiólogo Pim van Lommel, es el típico ejemplo de la importancia de ese saber no sustantivo, un cardiólogo filosóficamente materialista nunca plantearía la opción de investigar una conciencia sin base corporal, aceptaría la magnífica definición proveniente del materialismo filosófico de materialismo como negación de los “vivientes no corpóreos”. Y un periodista filosóficamente materialista tampoco. Intentaría agotar otras vías de investigación, sin embargo la opción elegida está a un paso de la pseudociencia, el espiritualismo, etc. Este matiz da importancia suprema a ese saber no sustantivo llamado filosofía, se estudie antes, durante o después de la licenciatura. Dicho lo cual, debo decir también que en alguna ocasión he criticado a Gustavo Bueno por su pretensión de superioridad de sus propuestas filosóficas con respecto a las ciencias categoriales, sin embargo, criticas aparte, Bueno está en su derecho de hacer tal propuesta, como la tendría cualquier Catedrático de Física o cualquier otra rama que hiciese lo mismo.
Nadie estaría capacitado para hablar de ontología en general ni podría tener un sistema. Aunque a esto también se diga que no es un saber sustantivo, me parece imprescindible para filosofar o practicar ciencia. Como se sabe, la situación que criticara Sacristán hace más de cuarenta años sigue igual aquí en España, pero su valiente apuesta sirvió para que Bueno escribiera el primero de sus libros imprescindibles.
Posteriormente Bueno ha tratado el tema en diversos lugares y con diversos enfoques, pero por su importancia os copio un fragmento de su obra ¿Qué es la filosofía?:
“Ante todo, la que suele llamarse «filosofía espontánea de los científicos» y, por extensión, la filosofía entendida como reflexión, de segundo grado, llevada a cabo «a pie de obra» de las ciencias positivas.  Según esta concepción la filosofía carecerá de sustancia propia; su cometido, si es que le queda alguno, es recoger los resultados arrojados por las ciencias categoriales, esclarecerlos, confrontarlos, a veces incluso coordinar sus principios o resultados. Por otra parte, cabe observar (por no decir denunciar) la creciente voluntad de los científicos (sobre todo físicos o biólogos) por hacerse presentes públicamente ante cuestiones de naturaleza filosófica, ofreciendo sus opiniones como «filosofía formulada desde el punto de vista de un científico». En nuestros días el género literario cultivado por físicos principalmente (aunque también por biólogos) en sus «obras de síntesis» constituye uno de los más notables sucedáneos de la filosofía. Decimos en este sentido que la «visión científica del mundo» propuesta por un científico en cuanto tal, es decir, desde la perspectiva de sus categorías científicas (otra cosa es que el científico se sitúe en la perspectiva del filósofo) es siempre un sucedáneo de la filosofía. Pues al científico, en cuanto tal (en cuanto matemático, en cuanto físico...), no le corresponde formular «visiones del mundo», sino que le corresponde formular «visiones de su propio campo». Y cuando pretende aplicar los conceptos categoriales, por rigurosos que sean en el ámbito de su esfera, a otros contextos, los distorsionará y tergiversará las ideas correspondientes. En este sentido, su perspectiva de científico estorba, más que favorece, su comprensión filosófica, y la hace acrítica, ingenua y, a veces, pueril.  Las «visiones científicas» del mundo suelen no ser otra cosa sino reexposiciones de concepciones arcaicas disimuladas con una vestidura científica o técnica y apoyadas en el prestigio de los científicos. Se comprende esta posibilidad si se tiene en cuenta que un científico no puede menos que distorsionar la realidad cuando pretende ajustarla a sus exclusivos conceptos categoriales; pero cuando utiliza categorías científicas que no son las de su especialidad deja de ser propiamente científico, por lo que no tiene por qué arrogarse esta condición al exponer su «visión científica del mundo».
Ahora bien: que las ciencias categoriales no tengan por sí mismas capacidad para dar lugar a una visión filosófica crítica del mundo —de otro modo: que la excelencia de un científico en su esfera no constituya ninguna garantía para asegurarle un dominio sobre el razonamiento filosófico— no quiere decir tampoco que las ciencias positivas se muevan en un terreno distinto y neutral respecto de cualquier concepción del mundo de índole metafísica, mitológica o teológica, porque, al menos en aquellos puntos en los cuales las referidas concepciones del mundo se comprometen en cuestiones que intersectan con las materias tratadas por las ciencias, la confrontación con éstas es inevitable. Carecen de todo fundamento, salvo el de interés ideológico, las afirmaciones, que hoy vuelven a ser reiteradas una y otra vez, según las cuales la ciencia o la racionalidad científica se mantienen en un plano neutral y paralelo al plano de la fe teológico-religiosa, con el cual, por tanto, y en virtud de ese paralelismo, no podrían nunca converger. Es cierto que la mayor parte de los conflictos históricos habidos entre la religión judeo cristiana y las verdades que las ciencias positivas fueron ofreciendo —el conflicto en torno al geocentrismo, en la época de Copérnico y Galileo; el conflicto sobre la edad de la Tierra en la época de Buffon o de Lyell; el conflicto sobre el origen del hombre en la época de Darwin o Huxley, &c.— fueron resolviéndose «en el terreno diplomático»; pero no porque los conflictos hubieran resultado ser aparentes, ni porque hubieran sido retiradas las conclusiones de la razón científica positiva: las que se replegaron, refugiándose en el alegorismo o en la doctrina de los «géneros literarios», fueron las Iglesias católicas y protestantes, obligadas precisamente por el empuje de la racionalidad científica. ¿Pueden decir con verdad estas Iglesias que el avance de las ciencias no afecta a su fe, considerada en el terreno de su dogmática, o podrán decir sólo con verdad que el avance de la ciencia no afecta, al menos tal como podía esperarse, a su organización social? El conflicto fundamental entre las «religiones superiores» y la «razón» no se libra en todo caso en el campo de batalla de las ciencias positivas, sino en el campo de batalla de la filosofía. Aquí se encuentran los lugares ocupados por el razonamiento filosófico (la existencia de Dios, la inmortalidad del alma humana) donde las Iglesias no pueden ceder, y por ello cabrá afirmar que es en estos lugares en donde los conflictos entre la fe y la razón se producen de un modo irreducible, más que en los lugares en donde se enfrenta una ciencia positiva determinada con un dogma particular.”
Además se puede realizar un experimento mental que ponga a prueba lo que propone Sacristán, mientras que Bueno sería el prototipo de Sacristán de licenciado-funcionario en filosofía a hacer desaparecer, Mario Bunge sería el prototipo a potenciar, un licenciado en física que después tuvo preocupaciones filosóficas, hizo filosofía de la física y después filosofía de casi todo lo demás. Pues bien, a pesar de sus diferentes estudios iniciales ambos han desarrollado sendos sistemas filosóficos materialistas potentes y han escrito sobre ontología en sendos libros imprescindibles (Ensayos materialistas y El moblaje del mundo).
No me parece que ser Catedrático de Filosofía en vez de Catedrático de Física o al revés merme lo más mínimo la importancia de sus obras y sus sistemas. Como siempre, habrá de todo en la viña del Señor, licenciados en filosofía o física interesados solo en ser funcionarios y ganarse la vida y licenciados que intenten fundamentar sus opiniones más o menos sustantivamente.
Sea como sea, la cuestión es que Bueno escribió el primero de sus libros importantes, cuya lectura es muy recomendable, en especial para aquellos que se interesan por la filosofía en general y el materialismo en particular. Recientemente pude participar en un blog donde se criticaba a Gustavo Bueno (he vuelto a consultar la entrada de dicho blog pero desgraciadamente el autor la ha hecho desaparecer, así que me remito a mi pobre memoria), incluso se mencionaban las obras aquí tratadas Sobre el lugar… y El papel …, intentando ningunear el libro de Bueno. En general la situación se puede resumir con las opiniones de otro de los participantes en ese blog (Miguel Blanco) que escribió varios comentarios en la entrada de mi blog La unión de los ateos es posible y deseable, y que aquí os copio:
“En cuanto a G. Bueno, ¿crees que es necesario dedicarle tanta atención a un personaje lleno de ex-abruptos y contradicciones?”
“No dudo de las valiosas aportaciones que Bueno ha hecho al ateísmo o a la filosofía, pero no puedo leer con demasiado interés su obra después de haber leído ciertos artículos suyos o haber escuchado algunas de sus desafortunadas intervenciones”
Mi respuesta fue:
“Si no me he equivocado al contar creo que he escrito 10 artículos dedicados a Gustavo Bueno y su sistema filosófico el materialismo filosófico, 1 neutral (la bibliografía), 1 laudatorio (Apuntes mundanos sobre la bibliografía de Gustavo Bueno) y 8 críticos, todos están en mi blog.
Suelo distinguir dos etapas en la obra de Bueno, las anteriores a El mito de la cultura y las posteriores, en la primera etapa tiene una serie de libros excepcionales y totalmente recomendables para leer como son: El papel de la filosofía en el conjunto del saber, Ensayos materialistas, La metafísica presocrática, El animal divino, Cuestiones cuodlibetales sobre Dios y la religión, Materia, los 5 tomos de la Teoría del cierre categorial, ¿Qué es la filosofía?, ¿Qué es la ciencia?, El sentido de la vida, algunos de ellos se pueden conseguir gratis por Internet en http://www.fgbueno.es/
Leer estos libros es imprescindible para tener un conocimiento de la obra de Bueno y poder juzgarle, desgraciadamente en su etapa posterior y luego también en entrevistas de periódicos y sobre todo en apariciones en televisión ha adquirido una fama que tu expresas muy bien cuando hablas de “exabruptos y contradicciones“, sin embargo creo que quedarse solo con esto último y en base a ello tomar la decisión de Roberto Augusto y la tuya de no “dedicar más espacio ni tiempo a Bueno”, después de confesar Roberto: “La verdad es que no soy un conocedor del sistema buenista ni deseo serlo”, o tú mismo: “Gustavo Bueno es el máximo representante o impulsor del llamado materialismo filosófico, que no acabo de entender. Esto es razonable, puesto que no soy filósofo y, por tanto, me faltan muchos conocimientos previos”, es un error monumental bajo mi punto de vista.”
Quizás pueda parecer paradójico o contradictorio que alguien como yo que he criticado en varios artículos a Bueno saliese en defensa de su obra. Pero insisto en que perderse la lectura de obras como El papel de la filosofía en el conjunto del saber o Ensayos materialistas, por determinadas opiniones actuales me parece un disparate. Y para animar a su lectura que mejor que leer algunos fragmentos de esta impresionante obra:
“Por un lado, "Filosofía", en cuanto conserva su significado de Sabiduría, una sabiduría que consiste precisamente en no aceptarse en posesión de ningún saber definitivo.” Pág. 11.
“La Filosofía, como oficio, es, en suma, la institucionalización de ese trabajo con Ideas que llamamos "reflexión" —es decir, distanciamiento, reconsideración en "segundo grado"—, no sólo analizándolas, sino también componiéndolas "geométricamente", en la medida en que ello sea posible. La Filosofía académica aspira, sobre todo, a ser una "Geometría de las Ideas", para ofrecer un entramado ideal, que, por sí mismo, es ya una realidad cultural, cualquiera que sea el alcance que pueda tener en el conjunto de las realidades culturales.” Pág. 16.
“Pero "Filosofía" es también, para nosotros, una Idea, la Idea de una actividad mental, que regresa incesantemente, mediante una trituración integral, hacia un límite (que llamaremos después "materialidad trascendental") y que progresa —en virtud de la misma energía que le hacía regresar— hacia la construcción de conexiones de ideas, constantemente devoradas por un nuevo regreso —no hay "Philosophia perennis”.” Pág. 42.
“El límite universal de este componente regresivo de la totalización será la trituración de todas las partes en todos los marcos, es decir, lo que llamaremos la "materialidad trascendental" (M.T.). M.T. es algo así como el "espacio o universo ontológico" que contiene virtualmente todas las formas, a la manera como el espacio geométrico contiene virtualmente todas las figuras. La M.T. aparece así como una idea-límite de la razón y, para usar una terminología kantiana, como el "ideal de la razón". Pág. 104.
Ahora bien, las limitaciones de la razón no significan la destrucción de la razón, como tampoco los límites biológicos de la vida significan la destrucción de la medicina. Las totalizaciones categoriales siempre resultan ser el esquema mismo de toda racionalización. Pero las totalizaciones trascendentales siempre constituirán la crítica racional a las primeras, la indicación de un "ideal de la razón", para remontar las hipótesis, liberándose de ellas, aun cuando sea para tener que recaer en otras hipótesis, pero que contienen a las primeras. Preguntar por qué la M.T. —que no contiene ninguna forma determinada— se determina en unas formas más bien que en otras, es un ejemplo de pregunta capciosa, en tanto que significa un uso disfrazado de la M.T. como concepto metafísico positivo. Pero si la M.T. es un concepto puramente negativo, carece de sentido atribuirle una razón de la determinación. En cualquier caso, la M. T. no es la pura indiferencia, sino el límite de la descomposición, por tanto, la negación cualificada por las estructuras negadas. De este modo, la M.T. cambia según los niveles históricos dados desde los cuales se emprende la regresión absoluta. Pág. 107.
“La Filosofía es una forma de totalización racional crítica universal, no regional.” Pág. 113.
“Un problema filosófico es un hilo de la trama del mundo, en tanto que se quiere eliminar, en el momento en que se le considera como superfluo. Pero sólo en la medida en que este hilo aparece anudado a otros, resulta imposible eliminarlo sin romper el tejido total. La resignación al fatal entramado de las cosas constituye, tanto un reconocimiento de la propia incapacidad de sustitución, como una abolición de la conciencia filosófica. El escepticismo filosófico toma ahora la forma no ya de un escepticismo del saber —"no podemos saber nada"—, sino de un escepticismo del hacer, de un fatalismo —de lo que Hegel llamó la "conciencia desgraciada"—. Pero este escepticismo no es filosófico: el escepticismo filosófico, con palabras de Montaigne —que seguía a Sexto Empírico— no es el de los académicos, que dicen que nada es posible conocer —lo cual ya es saber demasiado—, sino el de los pirrónicos, que enseñan que ni siquiera sabemos si no podremos conocer. Si una estructura, filosóficamente problematizada, puede ser desarrollada por la síntesis recursiva, es porque en ella hay algún componente —llamémosle una "Idea" con palabras platónicas— que la anuda a otras estructuras de la conciencia. Ahora bien: los únicos nudos que enlazan a un hilo determinado del mundo con la conciencia, haciéndolos necesarios, son los nudos lógico-materiales; es decir, aquellos que unen una posición de la conciencia con alguna otra, dada explícitamente en alguna otra situación.” Pág. 152.
“La totalización que atribuimos a la racionalidad filosófica aparece en un contexto pluricategorial, por tanto, trascendental. Se establecería entre categorías diversas y, por tanto, a través de una explícita operación de la conciencia unificante, de la referencia mutua de unas categorías a otras. La contradicción filosófica consistirá en esa conexión de categorías distintas: no brota por la irrupción de una parte distinta de los términos categoriales, sino por virtud de los términos mismos, términos que, por otra parte, siguen siendo internos a la nueva totalización. Por eso, el efecto directo de la contradicción filosófica es el "regressus"; es decir, la destrucción de los todos o partes enfrentados por la contradicción.
Para decirlo de otro modo: las contradicciones filosóficas aparecen cuando la estructura de la conciencia queda comprometida, por cuanto no puede suponerse "a priori" —en una categoría— una razón suficiente, otro hecho o relación dentro de la categoría, sino más bien lo contrario. En este sentido, el problema filosófico exige siempre algo así como una "reforma del entendimiento", o, para decirlo con más precisión, una reforma de las categorías históricamente dadas. En este sentido, la Filosofía procede contra corriente del "sentido común", y supone siempre "el mundo al revés". Pág. 178.
“Si nos atenemos a las hipótesis precedentes, hay que concluir que la filosofía no es científica —en el sentido de que no procede según la racionalidad científica-abstracta—, pero que esto no significa que la Filosofía no sea racional. (Eliminando de nuestro concepto de Filosofía todas aquellas producciones que, aunque se titulan tales, pretenden recurrir a fuentes de conocimiento no racional.) Al declarar no científica a la Filosofía, no se trata de dejar un portillo abierto al irracionalismo en Filosofía. Por el contrario, la perspectiva en la que estoy situado es enteramente la perspectiva del racionalismo filosófico. Tan sólo pretendo colaborar a evitar que el racionalismo filosófico se convierta en un puro mimetismo (vacío) del racionalismo científico.
La Filosofía es razón, y razón crítica: es, pues, la misma razón científica. Pero —diría— es la razón abriéndose camino por terrenos diferentes. La razón filosófica no se mueve por terrenos acotados —esferas abstractas de racionalidad—, sino por terrenos salvajes, o por terrenos en los que se borran los lindes: el enfrentamiento de esferas heterogéneas. Por ello, la razón filosófica conoce a la razón matemática, o a la razón física, no como extraños, sino más bien como ella misma pisando otros terrenos.” Pág. 241.
“La Filosofía académica tiene, entonces, una función eminentemente pedagógica, pero en el sentido más profundo de esta palabra, en el sentido en que la Pedagogía es una parte de la Política. Es imposible una educación general al margen de la disciplina filosófica. La Filosofía, como paideia, es una disciplina crítica, se sitúa precisamente en el momento en que los mecanismos de maduración y equilibrio de la conciencia individual deben comenzar a funcionar, a desprenderse de la "matriz social", que es siempre una matriz mítica.” Pág. 275.
“Desde esta perspectiva la supresión de la Filosofía como especialidad académica (incluyendo en la Academia los propios estudios del Bachillerato superior) abriría un hueco que sólo podría ser rellenado por una mitología dogmática, religiosa o política, o por una acumulación tecnocrática de conocimientos y saberes; es decir, por el adiestramiento del individuo en los valores de una sociedad de consumo, por la orientación del individuo hacia el nivel del "consumidor satisfecho". La supresión de la disciplina filosófica en la Academia es un acto de barbarie.”
“La conciencia que la Filosofía trata de edificar es el juicio preparado para que los individuos convivan en el conflicto social.” Pág. 276.
“No construimos conexiones "geométricas" entre ideas filosóficas para que reflejen un saber absoluto que no existe, sino para reflejar nuestro propio saber en cada momento histórico, para conocer en cada momento la estructura de nuestra conciencia objetiva, que es una estructura cambiante.”
“Filosofar no es tanto mirar al pasado, con nostalgia; ni mirar al futuro, con la esperanza de que sustituye utópicamente la realidad actual. Filosofar es estar en el presente lógico, en cuanto unidad contradictoria del pasado y del futuro”. Pág. 310.
En la carpeta donde guardo una copia en papel de la Bibliografía de Gustavo Bueno (sin actualizar desde 2007) copie una frase de Felicísimo Valbuena de la Fuente dicha en un artículo de La Nueva España de fecha 11 de enero de 2001 que dice:
 “Para quienes no se acomplejan, porque les gusta descubrir relaciones nuevas en la realidad, interpretaciones que antes no ha encontrado en otra parte, los libros de Bueno son una aventura. En cualquier página puede saltar la sorpresa. Incluso, cuando acaban la primera lectura, sienten curiosidad por aprender los aspectos que les han superado.”
Si después de leer los fragmentos de su obra no os entran ganas de leer el libro entero os perderéis una gran aventura filosófica.


jueves, 30 de mayo de 2013

LEYENDO HISTORIA DEL MATERIALISMO




















LEYENDO HISTORIA DEL MATERIALISMO

Fermín Huerta Martín



“No se trata de defender en este Ensayo al materialismo como una filosofía que reivindica democráticamente el derecho a que le sea reconocida, por lo menos, su capacidad para figurar como uno más entre los restantes sistemas filosóficos —la reivindicación tomaría su justificación a partir del veredicto de quienes, apoyándose en una tradición milenaria, declaran incompatible el materialismo con la filosofía. La tesis de este ensayo es mucho más radical: el materialismo no es una doctrina filosófica más o menos respetable y defendible entre otras. El materialismo estaría tan característicamente vinculado a la conciencia filosófica que toda filosofía verdadera ha de ser entendida como materialista, incluyendo, por tanto, aquellas construcciones filosóficas que pueden ser consideradas como no materialistas, y que habrán de aparecérsenos como necesitadas de una enérgica, aunque rigurosa y probada, reinterpretación.”
Gustavo Bueno, Ensayos materialistas.


Si hiciésemos caso de esta frase de Bueno, el libro que nos ocupa: Historia del materialismo debería haberse titulado Historia de la filosofía y debería haber incluido los sistemas idealistas “enérgicamente reinterpretados”. Da la casualidad que el libro lo he podido leer gracias al Proyecto Filosofía en español en el que pueden encontrarse otros textos relacionados con el materialismo como  Fuerza y materia de Luis Büchner, La materia y sus formas principales de existencia, Capítulo III de Fundamentos de filosofía marxista-leninista, Materialismo dialéctico de F. Konstantinov &c, muchos textos de Gustavo Bueno, o el libro El materialismo de Spinoza, todos ellos pueden leerse o descargarse gratis. Todo esto es fruto de los esfuerzos del entorno del maestro Gustavo Bueno, es esta una labor impagable, la de escanear libros como estos, difíciles de conseguir para ponerlos al alcance de todo el mundo (aunque ese “todo el mundo” se reduciría si se tiene en cuenta las siguientes limitaciones, saber leer, disponer de ordenador y conexión a Internet y lo más difícil, tener intereses filosóficos). En esto radica una de sus virtudes, poder leer el libro gratis, lo cual no es una cosa menor hoy en día. Por supuesto el libro tiene interés por sí mismo, son dos volúmenes y un total de más de 1100 páginas que naturalmente hacen un repaso a lo que el titulo expresa además de entrar en numeras cuestiones de la “actualidad” de cuando fue escrito, para mí (simple aficionado) ha sido una guía para futuras lecturas y un atajo que anticipa el contenido de esas lecturas. En cualquier caso muestra la riqueza del materialismo a través de la historia y los cambios que ha  sufrido hasta el momento en que se escribió el texto. También los problemas que el autor encuentra en su presente, dice por ejemplo:
“Sin duda el materialismo recibe golpes que no puede parar; siempre cae herido de la misma estocada por visible que sea la torpeza de su adversario, pues la conciencia no es posible explicarla por movimientos materiales, y, a pesar de la fuerza lógica con que se demuestra su absoluta dependencia de los fenómenos materiales, la relación del movimiento exterior con la sensación no es menos inaccesible, llegando a ser tanto más flagrante la contradicción cuanta más luz se proyecta en dicha relación.”
Esto lo dice en uno de los capítulos más interesantes titulado Kant y el materialismo.
Dice en otro lugar:
“La ciencia no debe desesperar de explicar, por medio de esta arma poderosa, los actos más complejos y los movimientos más importantes de la vida humana, recurriendo a la ley de la conservación de la energía y relacionando esos actos y movimientos con las fuerzas de tensión transformadas en el cerebro bajo la influencia de las excitaciones nerviosas, pero le estará eternamente vedado echar un puente entre el sonido más elemental, en tanto que es sensación de un sujeto (mi sensación) y los procesos de descomposición del cerebro que la ciencia está obligada a admitir para explicar esta misma sensación del sonido como un hecho del mundo material”, aquí me vuelven a resonar las palabra más actuales de Bueno cuando dice: “Los pasos reductivos no son transitivos (aunque se comprenda la reducción gradual de la estructura de un organismo a sus partes anatómicas, la de estas partes a sus tejidos, éstos a sus células, y éstas a las moléculas y, a su vez, a los átomos y estructuras subatómicas, el retorno desde las estructuras subatómicas a la estructura orgánica seguirá presentándose como inviable, y habrá que decir que la vía de retorno está cortada).”
Federico Alberto Lange 1828-1875, filósofo alemán, escribió el libro en 1866, una primera edición y en 1873-1875 la segunda edición un tomo en cada año.
Una cosa curiosa de la obra es la ubicación de las coordenadas desde las que Lange realiza su exposición, los dos textos que inician el libro coinciden en colocar al autor en el bando idealista, sin embargo puede leerse en la  enciclopedia symploké:
“La influencia de Lange no se reduce a ser pionero en la historia del materialismo desde posiciones materialistas (mantuvo contactos epistolares con Marx y Engels), sino que, respecto del comportamiento humano, divulgó la idea de psicología científica, al acuñar el concepto de «psicología sin alma», con el que proponía reemplazar el método especulativo por uno «somático».”
“La incapacidad o torpeza en la interpretación de la obra de Lange, o la simple manipulación ideológica interesada, ha llevado a los autores idealistas a confundir arteramente la memoria de Federico Alberto Lange. Así, la Enciclopedia Británica (undécima edición, 1910-1911) dice que «según Lange, pensar claramente sobre el materialismo es refutarlo», cuando lo que Lange sostiene es que el propio avance de la ciencia y de la filosofía materialista es el que obliga a arrinconar y superar posiciones materialistas que van quedando anticuadas y desconectadas del conocimiento cada vez más profundo que se va teniendo de la realidad.”
La verdad es que en mi caso y tras una primera lectura de la obra, parece como si el autor hubiera querido conscientemente alentar esa confusión, por lo menos así he terminado yo, confuso en este tema.
Otra curiosidad de la obra es la utilización de la expresión “materialismo filosófico” que como se sabe es el nombre que Bueno eligió para su sistema filosófico, por la fecha de redacción de Historia del materialismo es quizás la obra más antigua que he leído donde aparece ese concepto, otros autores que lo han usado son por ejemplo Lenin en Materialismo y empiriocriticismo (1908) o Mario Bunge en diversos lugares, llegando a recogerlo en su Diccionario de filosofía. Después de escrito este artículo encontré un texto de Alberto Hidalgo titulado Materialismo Filosófico donde dice: “El término fue utilizado por primera vez en 1647 por Robert Boyle en The Excellence and Grounds of the Mechanical Philosophy”.
Otra cosa que me ha resultado muy curiosa es las repetidas menciones al “gran todo”, dice por ejemplo:
“El verdadero materialismo se verá siempre impulsado a dirigir sus miradas al gran todo de la naturaleza exterior y a considerar al hombre como una ola en el Océano del movimiento eterno de la materia; la naturaleza del hombre no es para el materialista más que un caso especial de la fisiología general, como el pensamiento no es más que un accidente especial en la cadena de los procesos de la vida física”.
En esto sí que se aleja de Gustavo Bueno para quien un todo no puede ser infinito, así dice en su Diccionario filosófico: “En efecto, un todo es una multiplicidad limitada, delimitada entre otras multiplicidades que la envuelven o (para decirlo en lenguaje gestáltico) que constituyen su fondo y con las cuales se combina, manteniendo su unidad. Pero el universo no es una totalidad originaria, puesto que él no está «rodeado por ningún otro cuerpo», no tiene límites (aunque fuese finito, en la hipótesis einsteiniana) y, por consiguiente, no puede desempeñar el papel que una totalidad limitada tiene respecto de sus propias partes. La idea del universo como «totalidad única de todas las totalidades» se explica, mejor que como idea primitiva (a partir de la cual pudieran con-formarse, como totalidades fenoménicas, sus partes) como una idea derivada, como el límite dialéctico (y vacío) de un proceso de reiteración de las relaciones holóticas (consideradas en el postulado tercero).”
Aunque son muchas más las cuestiones que se podrían comentar. Voy a terminar con un par de reflexiones, dice Lange:
“Si el Estado se decide al fin, como es su natural deber, a introducir la enseñanza de las ciencias físicas en todas las escuelas primarias, se habrá obtenido un notable y fecundo progreso. El abismo que separa las ideas de la masa de las de los sabios se restringirá, aumentará la independencia de cada ciudadano y la posibilidad de resistir a las imposturas y supersticiones de toda especie, y las relaciones de esta enseñanza con la religión vendrán a ser, necesaria é insensiblemente, tales como las que existen ya entre dichos sabios, sin dar lugar a conflicto alguno de opiniones. Mientras con más imparcialidad se distribuya dicha enseñanza, sin el menor pensamiento de polémica, en nombre de los hechos, más fácil será la conciliación entre las ideas antiguas y las nuevas. Pero una Iglesia, o cualquiera comunidad religiosa, no puede de ningún modo tratar las cuestiones con tanta calma e imparcialidad; dará a las tesis sometidas a la enseñanza una consagración y una importancia que no necesitan y, mientras más se atenga a los detalles, más desnaturalizará el espíritu del conjunto.”
Más de un siglo después de dichas estas palabras el “notable y fecundo progreso” no parece haber alcanzado a una mayoría de la población que ha pasado por esas escuelas primarias. Pues bien la “enseñanza de las ciencias físicas en todas las escuelas primarias” no ha permitido a una mayoría la “independencia de cada ciudadano y la posibilidad de resistir a las imposturas y supersticiones de toda especie” y eso sin necesidad de incluir a las religiones dentro de las supersticiones. Quizás falta mucho por hacer o quizás nunca se erradicara del todo.
La otra cuestión es la del tema cerebro-mente, Lange expone la dificultad del asunto en su época (como se puede leer en la primera cita del libro que he copiado), la pregunta sería, en el tiempo transcurrido desde que se escribió el libro ¿se puede decir que el avance de la investigación científica ha resuelto el dilema?, naturalmente desde una posición materialista la respuesta más probable es que si, por lo menos es mi caso.

“Una «cosa» nos es conocida por sus propiedades, y un sujeto es determinado por sus atributos; ahora bien, la «cosa» no es en realidad más que el punto de reposo deseado por nuestro pensamiento; no conocemos más que las propiedades y su reunión en un desconocido, cuya hipótesis es una ficción de nuestro espíritu, si bien a lo que parece es una ficción necesaria é imperiosa exigida por nuestra organización.”
Federico Alberto Lange