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miércoles, 28 de marzo de 2012
UN VERANO CON HEGEL
UN VERANO CON HEGEL
Fermín Huerta Martín
La filosofía griega es un pensamiento libre, mientras que el pensamiento de la escolástica no lo es, porque su contenido le es dado por la Iglesia. Vol. I pág. 54
Si nuestra conciencia religiosa fundada sobre la autoridad de la Iglesia nos enseña que es Dios quien por su voluntad omnipotente ha creado el mundo, que es Él quien dirige los astros en sus movimientos y quien comunica a toda criatura su ser y su bien, queda siempre la cuestión del por qué y la respuesta a esta cuestión es lo que constituye el campo común de la ciencia, de la empírica lo mismo que de la filosofía. Vol. II pág. 49
En diciembre de 2008 dijo Gustavo Bueno:
“El crucifijo es un símbolo histórico, teológico y artístico que forma parte de nuestra cultura. Quitar el crucifijo es quitarse el vestido. Los que lo defienden son unos indoctos. El que haya leído no a Santo Tomás sino a Hegel, sabe que el crucifijo no se puede quitar.»
En mi contestación a estas palabras en mi artículo Gustavo Bueno y los crucifijos, confesé que no había leído a Hegel, y era verdad en parte, no había leído ningún libro suyo completo, pero si fragmentos, definiciones de diccionarios, y un manual escolar sobre el, aprovechando la cercanía del verano revisé mi proyecto de biblioteca y encontré una obra de Hegel (Lógica) en dos tomos y dediqué unos días de agosto a su lectura.
La verdad es que el cúmulo de temas interesantes contenidos en estas 383 páginas es muy grande y todos ellos muy extensos. Intentaré tocar unos cuantos en la medida en que mi pobre cerebro de aficionado indocto que se acerca al medio siglo de funcionamiento me responda.
Por ser lo menos numeroso, empezare por copiar algunas de las frases de Hegel que me han gustado.
Vol. I, pág. 15. Un alma aún sana y pura experimenta la necesidad de alcanzar la verdad en cuyo reino la filosofía habita, el cual funda y del cual participamos cultivándola.
Vol. I, pág. 16. Nada se pensará demasiado grande de la magnitud y el poder de la inteligencia. La esencia oculta del universo no tiene fuerza que pueda resistir al amor a la verdad. Ante este amor, el universo debe revelarse y desplegar todas las riquezas y profundos misterios de su naturaleza.
Estas frases que cito las usa para terminar su Discurso pronunciado el 22 de octubre de 1818 en la apertura del curso académico en Berlín.
Aunque las frases me gustan mucho, no puedo compartir el optimismo que pretende transmitir a sus alumnos al inicio del curso. Desde hace algún tiempo vengo considerando muy seriamente la posibilidad de la irresolubilidad de la cuestión que plantea Kant en una de sus antinomias y que Hegel pretende despachar a su manera a lo largo de este libro, se trata de la infinidad del tiempo.
Vol. 2, pág. 135. Para hacer razonamientos exactos hace tan poca falta haber estudiado la lógica como haber estudiado la anatomía y la fisiología para digerir y respirar convenientemente.
Vol. I, pág. 142. Los sistemas filosóficos posteriores envuelven a los anteriores como momentos suprimidos.
Me gusta esta imagen que da de los sistemas filosóficos como una gran familia en la que todos sus miembros tienen alguna relación con cualquier otro miembro por mediación de familiares interpuestos. Termino con esta frase:
Vol. I, pág. 147. La filosofía es precisamente la ciencia que debe libertar al hombre de un número infinito de fines y miras y colocarle en un estado de indiferencia tal que le de lo mismo que sean o no estos fines.
Esta terrible frase de Hegel tiene una alta significación para mi, con el paso de los años, las experiencias tenidas y las lecturas filosóficas realizadas, mi actitud vital esta deslizándose en espiral como por un embudo en cuya salida está la postura que define la frase.
Esta “indiferencia” a veces puede confundirse con “superioridad”, como si las cosas que preocupan a los simples mortales no preocuparan a los filósofos que mantienen esta actitud. Lo peor de esta “indiferencia” es que resulta placentera. Esto me hace plantearme alguna vez si esta postura no nos hace ser menos humanos, o si por el contrario nos acerca a la verdadera humanidad.
Con respecto a lo que ha motivado la lectura de esta obra, es decir, la frase de Bueno vinculando crucifijos y Hegel, he encontrado un par de argumentos, ignoro si Bueno se refería a otras obras de Hegel pero yo os hablo de lo que he leído.
Dice en la pág. 24 del primer volumen:
“Y estos ataques contra la religión y el Estado, estas dos cosas esencialmente unidas, acarrearon el destierro y la muerte a los filósofos.” Mas adelante llega a hablar de “el Dios de las naciones”.
Dice en la pág. 44:
“La filosofía no debe empequeñecerse ante la religión, como si debiera considerarse dichosa siendo tolerada por ella. Pero, de otra parte, debe también guardarse de considerar semejantes mitos, y, en general, las representaciones religiosas como cosas viejas y sin valor, porque han sido honradas durante siglos entre las naciones.”
Dice en la pág. 62:
“Pero el pensamiento debe moverse libremente en sí mismo, y en este respecto, hay que observar que el resultado a que ha llegado el libre pensamiento coincide con el contenido de la religión cristiana, porque ésta es la revelación de la razón.”
Estas tres citas serian un apoyo a la tesis de que no se deben retirar los crucifijos de los espacios públicos, si la religión y el Estado están esencialmente unidos, si las representaciones religiosas han sido honradas durante siglos y si la religión cristiana es la revelación de la razón, todo ello hace del símbolo de la cruz un símbolo verdadero que el Estado debe proteger.
Curiosamente en la pág. 118 se puede encontrar un argumento que podría usarse contra esta toma de postura:
“Antes se colocaba entre las pruebas de la existencia de Dios el consensus gentium; a esta prueba acude también Cicerón. El consensus gentium es una gran autoridad y del hecho de encontrarse un objeto en la conciencia de todos los hombres se llega naturalmente a concluir que tiene su razón en la naturaleza de la conciencia y que es un elemento suyo necesario. Lo que hay de esencial en esta categoría del acuerdo universal es la convicción, que se encuentra aun en los espíritus menos cultivados, de que la conciencia de lo individual no tiene sino un valor limitado y contingente. Si no se indaga la naturaleza de esta conciencia, es decir, si no se distingue lo que hay en ella de absoluto y universal, lo que no puede ser sino obra de la reflexión, el consentimiento universal será una opinión que habrá que tener en cuenta, puesto que constituye un elemento de la conciencia, pero que no podrá satisfacer completamente al pensamiento que, aparte la universalidad, quiere conocer la necesidad de las cosas. Además, aun admitiendo que la universalidad de un hecho pueda procurar una prueba suficiente, el hecho de que hay individuos y pueblos en los cuales no se halla esta creencia en Dios ha hecho abandonar esta prueba.”
Para Hegel estaría justificado no retirar los crucifijos porque el identifica ese símbolo con la verdad, cuando en una comunidad todos tienen la misma creencia, no hay problema en mostrar sus símbolos en los espacios públicos, incluso una comunidad fraccionada entre católicos y protestantes podrían ponerse de acuerdo en el crucifijo como símbolo común, cuando este consenso no existe hay que acudir a la legislación y ceñirnos a ella, si la ley permite esta exhibición pública la protesta ira dirigida para cambiar la ley, ahora bien, la ley (la Constitución en este caso) recoge el carácter no confesional del Estado, que no es sino reflejo de la realidad social pues no solo hay en España católicos, aunque sean mayoría, según el CIS 71,7 %, en agosto de 2011, también hay un 2,4% de creyentes de otra religión, y lo que es mas importante hay un 24,3% sumando no creyentes y ateos (sería interesante saber los motivos del CIS o del periódico que publica la noticia para esta distinción no creyente-ateo, cuando los ateos somos no creyentes, en todo caso se debería especificar dentro de los no creyentes como se define cada cual, si ateo, agnóstico o lo que sea, igual que se puede desglosar la categoría creyentes de otra religión en musulmanes, judíos, etc. Por cierto que dice Hegel en una nota de la página 118 del primer volumen: “ Los atenienses miraban a los poetas y a los filósofos como ateos, porque, a sus ojos, Júpiter y los demás dioses sólo existen en la opinión del pueblo y tal vez no reconocían sino un solo Dios”).
Para estos no católicos (aunque habría que descartar de entre ellos a protestantes y ortodoxos) quizás no les guste que un crucifijo presida el aula del colegio de sus hijos. Si no se quiere retirar el crucifijo otra solución sería colocar los símbolos de las opciones no representadas. Esto sería complicado en el caso de los no creyentes, pues debería preguntarse a cada padre (pues no nos engañemos, no estamos hablando de las creencias de los alumnos sino de los padres de los alumnos) cual es el símbolo elegido. Ya dije una vez que si me preguntaban alguna vez a mi, quería una foto de Gustavo Bueno y Gonzalo Puente Ojea dándose la mano. Este verano tuve la ocasión de visitar el aula de un colegio público, tenían una foto del altar de la Virgen que se encuentra en la ermita de la localidad y debajo una foto del Rey de España. A primera vista ambas fotos son símbolos ante los cuales uno puede experimentar reacciones diversas, por ejemplo, yo como ateo y republicano podría sentir el mismo disgusto ante ambos, pero no es así, son fotos de naturaleza muy diferente, el Rey (guste o no) es el jefe de Estado y así lo recoge la Constitución. Yo como republicano asumo este hecho y lo respeto aunque este en contra de la monarquía, alguna vez he comentado que prefiero a Juan Carlo I como Rey de España que a Aznar como presidente de una España republicana. Otra opción sería poner al Rey de España como presidente de la república o buscar a alguien que guste a casi todos como podría ser Chiquito de la Calzada. Sobre el costo económico de la monarquía como argumento en contra suyo, leo en El País del 12 de febrero de 2012 que el presupuesto del Eliseo en 2010 se elevó a 113 millones de euros frente a los 50 millones de Isabel II o los 8 millones de España.
La foto del altar de la Virgen sin embargo no me merece la misma reacción, solo en el hipotético caso de que todos los alumnos del colegio sean hijos de católicos estaría justificado su exposición pública al mismo nivel que la foto del rey (una autoridad terrenal y otra celestial), pero con idénticas razones a colocar la foto de un equipo de futbol el emblema de un partido político o de un sindicato, para el hipotético caso de que todos los padres de los alumnos coincidieran en gustos (claro que visto así, las paredes de los colegios podrían terminar albergando fotos de Hitler, Stalin, una estrella porno, o el mismo diablo), pero si recordamos lo del “consensus gentium”, se puede decir también aquí : “el hecho de que hay individuos y pueblos en los cuales no se halla esta creencia en Dios ha hecho abandonar esta prueba”, del hecho de no ser todos los padres cristianos se debería de quitar el símbolo religioso correspondiente.
Para Hegel la concepción cristiana del hombre es, Vol. II pág. 110-111: “ Los griegos, que, por otra parte, tenían una tan alta civilización, no tuvieron la conciencia de la verdadera universalidad, ni de Dios, ni del hombre. No eran los dioses de Grecia sino potencias particulares del espíritu, y el Dios universal, el Dios de las naciones, era para los atenienses un Dios aun desconocido. Por no haber reconocido el valor infinito y el derecho infinito del hombre en cuando hombre, fue también por lo que a los ojos de los griegos existía, por decirlo así, un abismo entre ellos y los bárbaros. Se ha preguntado frecuentemente por qué la esclavitud ha desaparecido en la Europa moderna, y se ha dado tal o cual circunstancia por razón de este hecho. La verdadera razón de que no haya esclavos en la Europa cristiana debe ser buscada en el principio mismo del cristianismo. La religión cristiana es la religión de la libertad absoluta, y sólo los cristianos conceden un valor infinito y universal al hombre en cuanto hombre. Lo que se niega al esclavo es su personalidad, y el principio de la personalidad universal. El amo no considera al esclavo como una persona, sino como una cosa sin individualidad y sin yo, porque es él quien es su yo.”
Sin embargo dice en las páginas 149 y 163 del mismo volumen: “ Sin duda Dios es el objeto y el objeto en cuya presencia nuestro pensamiento y nuestra voluntad particular y subjetiva no tiene ni valor ni verdad”, “Se puede decir en este sentido que la Providencia divina es enfrente del mundo y de los hechos que en él pasan, la astucia absoluta. Dios concede a los hombres la satisfacción de sus pasiones y de sus intereses particulares, y lo que se halla realizado así son sus designios, que no son los de aquellos de que para realizarlos se sirve.”
Ese valor infinito parece que se desvanece en presencia de Dios, dice Hegel que no hay esclavos en Europa gracias al cristianismo, pero frente a Dios todos somos esclavos (sin valor), esta es la libertad absoluta de la que habla.
Para Hegel es de la mayor importancia la contradicción y la dialéctica de las cuales llega a decir en el volumen I:
Pág. 129. La dialéctica es el transito inmanente de un término a otro, tránsito en que lo exclusivo y limitado de las determinaciones del entendimiento muestra lo que son, es decir, que contienen su propia negación. Lo propio de toda cosa finita es suprimirse ella misma. Por consiguiente, la dialéctica es el alma viva de todo desenvolvimiento científico, es el único principio que introduce en el contenido de la ciencia la conexión inmanente y la necesidad de sus partes, y que le eleva, no de un modo exterior, sino real por encima de lo finito.
Pág. 131. Ahora, frente al entendimiento, que dirige todos sus esfuerzos contra la dialéctica, se puede mostrar que ésta no existe solamente en la conciencia filosófica, sino en cualquier otra, así como en la experiencia universal. Se puede hallar, en efecto, en todo cuanto nos rodea un ejemplo de la dialéctica.
Pág. 157. En el cambio se manifiesta la contradicción interna inherente a la existencia y que la estimula a ir más allá de si misma.
El ser vivo muere por la sencilla razón de que en cuanto vivo, tiene en sí mismo el germen de la muerte.
Volumen II, pág. 21. Lo que mueve al mundo en general es la contradicción, y es ridículo decir que ésta no se puede pensar. Lo que hay de cierto en esta opinión es que no es posible detenerse en la contradicción, y que ésta se suprime a sí misma.
Pág. 174. El ser vivo muere porque contiene en sí la contradicción de ser en sí lo universal, el género y al mismo tiempo de no existir inmediatamente sino como individuo. En la muerte, el género afirma su poder sobre el individuo inmediato. Para el animal, el processus de la generación es el más alto punto a que su vida puede alcanzar, Sin embargo, no se eleva a él de modo que sea para sí en su género sino de modo que esté sometido a su poder. El ser vivo inmediato se mediatiza en el processus de la generación consigo mismo y se eleva así por encima de su momento inmediato, mas para recaer al mismo tiempo en este estado. Así la vida no se desliza primeramente sino según el progreso de la falsa infinidad. Lo que realiza, sin embargo, según la noción, el processus de la vida es la supresión de la forma inmediata en la cual la idea de la vida se hallaba aún comprometida.
Esto ultimo hace ver hasta que extremos se está dispuesto a llegar en este tema, con estas definiciones no hacen falta estudios científicos, ya sabemos porque mueren los seres vivos, una cosa es que “ Para hacer razonamientos exactos hace tan poca falta haber estudiado la lógica como haber estudiado la anatomía y la fisiología para digerir y respirar convenientemente”, y otra cosa es que para hablar de hechos biológicos no se necesite tener conocimientos sobre el tema. Dice Bunge en El moblaje del mundo: “Ni las modalidades ni los modelos de modalidades dilucidan la noción de posibilidad real. Si lo hicieran, el idealismo subjetivo sería verdadero y la ciencia redundante: preguntaríamos al filósofo en lugar de al biólogo si los gorriones pueden transformarse en narcisos”.
De hecho todo el libro se lo pasa dando definiciones de cosas relacionadas, en las que interviene la contradicción y consecuentemente la dialéctica añadiendo casi siempre la palabra infinito. Así pasa con términos como ser, existencia, noción, esencia, cosa, juicio, silogismo, fenómeno, idea, etc. A veces la definición de turno roza el absurdo total como en el Vol. II pág. 5 donde dice: “la esencia, en cuanto ser que se mediatiza consigo mismo por la negación de sí mismo, no es una relación consigo sino porque lo es con otro que ella, el cual no es inmediatamente como simple ser, sino como ser puesto y mediatizado”.
La pega de esta hermosa construcción filosófica es su dependencia del Dios cristiano y por eso las dos frases con las que he encabezado este texto, en ellas viene a reconocer que su pensamiento no es libre. No duda de la existencia (ni de la esencia) de Dios solo se plantea el por qué de sus actos. Si acaso su construcción tendría valor si no hubiese partido ya del resultado final que es Dios, en ningún momento se libra de el y en eso se asemeja a los escolásticos que critica. El contenido capital de su obra le viene dado por la Iglesia (por su creencia previa) que por lo menos en es libro no se cuestiona.
Pero esta construcción sin Dios para sustentarla es imposible, y si sus elementos se autosustentaran seria otra manera de hablar de la materia. Sería un nuevo materialismo, pues tendría que aceptar esa definición del Materialismo Filosófico que tanto me gusta que niega los vivientes no corpóreos.
Hegel adorna su religiosidad con una hermosa palabrería filosófica, pero cuando quitamos el envoltorio, el regalo que se encuentra dentro es el viejo cristianismo de siempre susceptible de aplicarle las mismas criticas de siempre, dice sin ruborizarse en la pág. 111 del Vol. II: “Esto es lo que atestigua nuestra conciencia religiosa cuando decimos que Dios ha creado el mundo de la nada, o, bajo otra forma, que el mundo y las cosas finitas han nacido de la plenitud del pensamiento, y, con más precisión, la noción es la forma infinita, o la actividad libre, creadora, que para realizarse no necesita de una materia existente fuera de si misma.”
Para los amantes de las contradicciones la doctrina cristiana de la Santísima Trinidad es el Cielo en la Tierra.
Hegel monta un dispositivo dentro de su obra para contestar a futuras críticas, así comienza haciendo una distinción entre Entendimiento y Razón. En esta vacuna preventiva entraría mi postura a la que el no dudaría en calificar de entendimiento abstracto dogmático, a mi me pasa como a Kant (Vol. II pág. 107: “La materia sensible y los objetos múltiples de la intuición tenían demasiada importancia para él para que pudiera elevarse a la inteligencia de la noción y de las categorías en y para sí y llegar así a una filosofía especulativa.”). Yo reivindico un entendimiento preocupado por lo infinito desde el conocimiento científico, dado que la solución hegeliana no tiene ni valor ni significado, Vol. I pág. 56: “El dogmatismo de la metafísica del entendimiento consiste en mantener las determinaciones exclusivas del pensamiento en su aislamiento, en tanto que el idealismo de la filosofía especulativa, aprehendiendo el todo, se eleva por encima de este exclusivismo de las determinaciones del entendimiento. Así este idealismo dice: el alma no es ni simplemente finita ni simplemente infinita, sino que es esencialmente lo mismo una cosa que otra, y, por lo tanto, no es ni una cosa ni otra; lo que quiere decir que estas determinaciones no tienen valor separadamente y que no son en ella sino como suprimidas . --El idealismo se produce ya en nuestra conciencia ordinaria. Así es como decimos de las cosas sensibles que son mudables, lo cual quiere decir que el no ser les conviene tanto como el ser.--Somos más obstinados cuando se trata de las determinaciones del entendimiento. Son las determinaciones del pensamiento las que nos representamos como teniendo algo más fijo y aun como teniendo una fijeza absoluta. Las consideramos como separadas una de otra por un abismo, de tal modo que estas determinaciones, colocadas una enfrente de otra, jamás pueden alcanzarse. La obra de la razón consiste en franquear estos limites fijados por el entendimiento.”
FINAL
Volviendo a la motivación inicial para escribir este texto, concluyo reafirmándome en mi critica a Gustavo Bueno ahora que ya puedo decir que he leído a Hegel. Esta toma de postura de Bueno y sus argumentos para defenderla me parece uno de los errores mas grandes de este gran filósofo y forma parte de una estrategia que ya critiqué en mi artículo La cruz del Materialismo Filosófico.
Que un ateo (Bueno) cite a un creyente para defender una tesis confesional no deja de ser curioso, pero aunque no consiga su objetivo (desde mi punto de vista) lo que si consigue es que a partir de su defensa de los crucifijos los creyentes puedan citar a un ateo para defender una de sus tesis. Solo si Bueno acepta como Hegel que “la religión y el Estado deben estar unidos” y que “el resultado a que ha llegado el libre pensamiento coincide con el contenido de la religión cristiana porque ésta es la revelación de la razón” puede defender la tesis de la permanencia de los crucifijos. Pero si todo esto se da, la cuestión no es como un ateo defiende una tesis confesional, sino si Gustavo Bueno es ateo.
El secreto de la dialéctica hegeliana consiste, en definitiva, en negar la Teología en nombre de la Filosofía para negar en seguida de nuevo la Filosofía en nombre de la Teología. La Teología es principio y fin; en medio está la Filosofía, que niega la primera posición, pero la Teología es la negación de la negación.
ResponderEliminarFeuerbach