DESARROLLO
PRACTICO DEL MATERIALISMO ONTOLOGICO ONIRICO
Fermín
Huerta Martín
Quiero
expresar en estas breves líneas un desarrollo práctico de mi filosofía, que he
venido en llamar Materialismo ontológico onírico, las bases teóricas de la
misma pueden encontrarse en mis artículos:
Materialismo ontológico onírico y Teoría filosófico-onírica de los dos lados.
Si aceptamos
esta propuesta como verdadera cabe un desarrollo práctico de la misma que yo he
venido ejerciendo de manera espontanea en los últimos tiempos, configurando lo
que casi se podría llamar una Religión del Sueño, Religión en tanto contendría
Fe y Ceremonias , el problema es que yo no soy muy dado a ninguna de estas dos
cosas, las ceremonias me producen alergia emocional y en realidad no tengo fe
en mi filosofía, me encuentro ante ella como el científico que descubre un
nuevo virus mortal que no le gusta pero ante el cual no tiene más remedio que
aceptar que existe. Después de mi etapa religiosa verdadera, de puro
catolicismo (https://ferminhuerta.blogspot.com/2012/08/fervoroso-creyente-fervoroso-agnostico.html)
me fui acostumbrando al horizonte nihilista de la conciencia que propone el
materialismo, su disolución post mortem, me terminó pareciendo una idea
acogedora y cálida, la disolución del ego en la nada. El “descubrimiento” que
está implícito en los postulados del MOO (materialismo ontológico onírico) del
destino de la conciencia tras la muerte vino a cambiar el horizonte de placidez
que me proponía esa nada por una inquietante semieternidad onírica.
Para el que
le de pereza leer los artículos mencionados (donde se pretende una
fundamentación de las conclusiones) resumo mi propuesta ontológica: después de
la muerte entramos en una fase de sueño del que no vamos a despertar, como se
sabe el término Sueño se usa tanto para el acto de dormir como para la
actividad del cerebro mientras duerme. Para no confundirnos se puede usar el
término ensoñación para diferenciar la fase onírica de contenidos del sueño de
la mera inconsciencia sin tal actividad. Así podríamos reescribir que tras la
muerte entramos en una fase de ensoñación permanente sin despertar. Como se
sabe en los presupuestos del catolicismo esta la creencia de que si somos
buenos iremos al cielo (simplificando), este dato tiene una cierta correlación
con nuestra propuesta que traducido sería: si tienes una buena vida
tendrás buenos sueños. Desgraciadamente
no está enteramente en nuestras manos tener una vida agradable, gran parte de
nuestra existencia consiste en adaptarnos a ese triste hecho. La formación del
carácter (y en esto las lecturas filosóficas son esenciales) debe tender a
suavizar esa realidad, a hacernos más llevadera la existencia a pesar de los
contratiempos, debemos habituarnos a las desgracias. Podríamos hablar de domesticar
las emociones, claro que si estas nos hacen humanos es tanto como hablar de
deshumanizarnos con el objeto de no perder el control de nuestra vida.
En una
primera aproximación, todo esto tiene un carácter práctico en vida, quien
controla sus emociones, quien está preparado para lo imprevisto puede
reaccionar mejor frente a la adversidad y de alguna manera sufrir menos. En una
segunda aproximación tiene un carácter práctico en muerte. Esta actitud no hará
que tengamos bueno sueños post mortem, hará que no nos afecten tanto. El
carácter está diluido en ese Lado 2 que produce los ensueños, no se pierde tras
la muerte, si en vida nos ayuda a sobrellevar los sinsabores de la existencia,
tras la muerte nos ayuda a “digerir” mejor los malos sueños.
Consecuentemente
nuestra “Religión” debe incluir una formación del carácter, una parte
importante del mismo se hace a través de lecturas filosóficas, donde la noción
de BIEN tiene una importancia capital. Hay otras cosas modeladoras del carácter
como la cuestión de la disciplina, los que hemos tenido vida militar aprendimos
eso a temprana edad y de la forma más traumática. Superado el trauma el
resultado merece la pena, sin disciplina y capacidad de sufrimiento son pocas
las cosas que se pueden conseguir en este mundo.
Los sueños
en vida son un ensayo de los sueños en muerte, la diferencia es que duran unas
horas y despertamos, pudiendo reflexionar sobre ellos. En los sueños post
mortem no hay reflexión porque no hay despertar y porque el yo liberado de sus
obligaciones en vida se relaja hasta casi diluirse en el proceso de soñar,
quedando un pequeño poso de ego, pero sin llegar a desaparecer. Para ello
nuestra religión nos encamina con todo lo dicho al equilibrio del ego tras la
muerte sobrellevando nuestros sueños. Tenemos una ventaja, por largo que sea
ese periodo de sueño mortuorio (no descarto que sea permanente aunque me
inclino por una disolución total de los restos del ego), el yo privado de cuerpo no puede ya aprender
ni olvidar ni cambiar, permanece tal cual en el tiempo. Eso quiere decir que el
esfuerzo preparatorio en vida no es en vano y le vamos a sacar provecho.
Como digo la
práctica de nuestra Religión del Sueño exige una disciplina existencial
fundamentada en lecturas filosóficas que nos nutren de una gran variedad de
modelos metafísicos sobre la realidad. Las lecturas son una fuente de
conocimiento y este resultado, así como el proceso de obtenerlo son una fuente
de placer. Este placer nos da a su vez mejores sueños. Prácticamente la mitad
de mis sueños están relacionados con libros, librerías, revistas, tebeos,
bibliotecas, autores y colecciones, y aunque algunos tienen un componente de
angustia, la mayoría son placenteros.
La ceremonia
mas importante en nuestra Religión es ir a dormir, ya sea una siesta, ya sea el
dormir nocturno. En el dormir se da un acontecer metafísico, no es que se
active el Lado 2, que siempre está conectado, es que se desactiva el Lado 1, el
que regula nuestra vida consciente. Por ello, es el acto más importante del
día, un acto sagrado, durante el periodo del sueño hacemos un ensayo de lo que
será nuestro devenir post mortem. Siempre se sueña, se recuerde o no, pues el
Lado 2 no puede no tener actividad.
Los momentos
previos al ir a dormir han de ser de contenido regocijo, pues nos adentramos en
una experiencia que no solo tiene el placentero premio del descanso del cuerpo
sino que nos deja frente a la experiencia metafísica del ensueño. Los momentos
posteriores al despertar son igualmente importantes, hay que intentar recordar
lo soñado, a veces está nítido, otras veces es una neblina sinuosa, cuando el
recuerdo es vivo, recomiendo anotar el sueño, resulta interesante acumular estos
sueños recordados, releerlos al cabo del tiempo, en ellos se muestran las
tendencias de nuestro mecanismo onírico que seguramente mantendremos tras la
muerte.
El ensueño
es el reino de la libertad al margen de la voluntad, es como ser libre al
margen de uno mismo, ¿no es contradictorio? Pero es que ese “uno mismo” en que
normalmente pensamos es el yo practico atrapado en un cuerpo lleno de
obligaciones necesarias para sobrevivir en el mundo del Lado 1, pero ese no es el
mismo yo del Lado 2 que termina resultando ser el post mortem. En el Lado 2 no
existen obligaciones ni amenazas, ni posibilidad de entrar en contacto con otro
yo, ni por supuesto comunicarnos con otros en ninguno de los dos Lados.
En esa
situación lo que queda del yo del “uno mismo” es apenas un mecanismo que se
dedica a soñar, el mecanismo se basa en una “aleatoriedad condicionada”
mientras estamos vivos, pero tras la muerte la parte condicionada va
desapareciendo progresivamente, el shock que nos produce nuestra propias muerte
condiciona nuestros primeros sueños post mortem, dependiendo del carácter (de
nuevo) de cada uno y de lo asumido que tengamos el hecho de nuestra muerte
(algo que se debería entrenar toda la vida), este shock terrible puede durar
más o menos tiempo (tiempo medido desde las coordenadas de los seres vivos),
pero, inexorablemente al cabo del tiempo, se pierde la parte condicionada del
ensueño y se entra en una aleatoriedad “pura”. Esta fase es extraordinaria,
nunca la hemos experimentado mientras hemos soñado estando vivos, tenemos para
el mecanismo del sueño la totalidad de nuestros recuerdos (según Bergson la
memoria almacena la totalidad de nuestras experiencias) por lo que el resultado
puede ser fascinante. Si en vida ya experimentamos sueños que nos parecen
alucinantes, en esa fase pura esto se incrementa absolutamente. Siempre
quedara, aunque atenuado, la sensación de angustia o placer que estas
ensoñaciones nos producirían en función del contenido de esos recuerdos.
Ahora quiero
plantear la siguiente pregunta: ¿se acumulan como recuerdos los sueños post
mortem? En mi artículo Materialismo ontológico onírico escribí este anexo:
“¿Cesa la
memoria tras la muerte del cuerpo de guardar recuerdos o puede almacenar los
sueños? Ambas posibilidades están abiertas a consideración, por una parte si
planteamos que la memoria es un auxiliar imprescindible para la existencia
humana, con la muerte del cuerpo esta necesidad desaparecería. El lado 2
desconectado del lado 1 es autosuficiente y aislado, no tiene que luchar contra
nadie por la existencia, un aumento de la memoria es esas circunstancias solo
aumenta la variedad de los sueños futuros, pero no se necesita para preservar
su existencia. Por otra parte, en vida del cuerpo, recordamos los sueños y los
incorporamos a la memoria, por lo que este proceso puede seguir dándose tras la
muerte del cuerpo.”
A nivel
científico existen teorías de porque se recuerdan o no los sueños, en cualquier
caso estos mecanismos cerebrales desaparecerían después de morir. Mi opinión
actual (aunque lo considero un problema abierto) es que el mecanismo de
memorizar desaparece tras morir y que por lo tanto los sueños tenidos tras la
muerte no realimentan la memoria como nuevos elementos para crear sueños, la
memoria es en primera instancia una necesidad practica para la supervivencia en
el Lado 1, lo que luego termina siendo después de la muerte sería algo así como
un efecto no deseado, tampoco es un efecto deseado la unión de ambos Lados. Es
un hecho que ha ocurrido y que ha dado un resultado.
En mi texto
Teoría filosófico-onírica de los dos lados digo en el anexo 3:
“La segunda
materialidad solo puede comunicarse usando los cuerpos en la primera
materialidad, cuando se desconecta del cuerpo “vive” para sí misma sin
posibilidad de comunicación, sus sueños son su nueva vida, alimentados por su
memoria integral y construidos en “historias” por su yo. La materia en el lado
2 es como una cinta de casete virgen vacía, así no puede desarrollarse el yo
que está en potencia allí. Cuando la materia del lado 2 contacta con la del
lado 1 empieza a grabar, a registrar todos los acontecimientos, paralelamente
el yo se desarrolla en base a esa información según se amplía la memoria. Los
sueños son el “entrenamiento” de lo que nos acontece tras la muerte, en el
sueño, el yo distendido construye historias con lo almacenado en la memoria. En
el lado 2 se vive solo para sí mismo, no hay posibilidad de comunicación con
otras partes del lado 2, eso solo es posible en el lado 1. Tras la muerte, los
restos del cuerpo humano se disgregan en el lado 1, pero en el lado 2 su
materialidad ya no es interrumpida por el ciclo vigilia/sueño, libre de esa
necesidad, vuelve a vivir solo para sí mismo, esta vez con un contenido de
memoria que garantiza la multiplicidad de sueños-historia. Al igual que el
casete, su función es durar hacia delante. Es decir, preservarse en el tiempo
como estructura material y avanzar en su movimiento de construirse sueños.”
Me reitero
en ello, la comunicación solo es posible donde existe el espacio “clásico”, en
el Lado 2 el concepto de “espacio” solo es viable como metáfora del
espacio clásico, la principal
consecuencia de esto es que no es posible la comunicación ni el contacto entre
los yos oníricos. El yo del Lado 2 solo puede “comunicarse” hacia dentro (si es
que esto tiene algún sentido) con sus propios recuerdos, que finalmente lo
constituyen. Pero como sostengo, es un yo muy disminuido dado que no debe hacer
nada para sobrevivir, el único mecanismo que mantiene de cuando vivía en el
Lado 1 es el de fabricar sueños constantemente. No habrá asimilación consciente
de nada porque a ese estado no se le puede llamar consciente comparándolo con
cuando se vivía plenamente.
No pretendo
con este desarrollo fundar una nueva religión, ni ser un nuevo gurú, soy
plenamente consciente de que las reflexiones aquí expuestas son altamente
especulativas, toda la filosofía no es más que una larga sucesión de
especulaciones, desde la más elaborada tesis idealista a la más estricta filosofía científica. Pero de alguna
manera me siento obligado a hacer públicas todas estas divagaciones que a
muchos les parecerán absurdas. Lo veo como un deber. Es una ocasión propicia
para comunicarse, entrar de alguna manera en contacto con “otros” seres
humanos, algo que según mi tesis no podré hacer después.
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