TIEMPO Y DEVENIR EN EL MATERIALISMO FILOSOFICO
Fermín Huerta Martín
Es imposible que haya una relación entre lo finito y lo infinito.
Gustavo Bueno (La funesta manía)
En diversos artículos publicados principalmente en El Basilisco y El Catoblepas, el joven y brillante filósofo español Javier Pérez Jara ha tratado varias veces el tema que da titulo a este escrito.
Podríamos partir de la definición que da Gustavo Bueno en Ensayos materialistas de tiempo en la pág. 399: “La hora o el segundo, según esto, no son, propiamente, partes del tiempo, sino partes de un movimiento concreto (el del sol, el de un reloj) a partir del cual construimos o mensuramos los demás movimientos. Esta medida de unos movimientos por otros es el tiempo.”
Matiza el propio Javier en De la Física a la Metafísica: cuestiones sobre Teología Natural, Mecánica Cuántica y Cosmología. Publicado en el nº 72 de El Catoblepas:
“Empecemos, entonces, diciendo que el tiempo, desde el materialismo filosófico, es, básicamente, la medida de unos movimientos respecto de otros movimientos tomados como «reloj» (esta definición nos lleva, por tanto, a que sólo podríamos hablar de un tiempo universal si hubiera un «reloj universal»). El devenir es la codeterminación jorismática de los contenidos de una multiplicidad. ¿Cuándo hay devenir? Cuando los contenidos de una multiplicidad no se codeterminan «instantáneamente», sino que van codeterminándose sucesivamente (esto es, según un «jorismós»). Pero el devenir en el Universo está visto desde nuestros «filtros mundanos», ontológico-especiales, dados en función de la dialéctica entre los géneros de materialidad M1, M2 y M3. Es decir, el devenir de la materia cósmica no es un devenir indeterminado, sino métricamente establecido «según un antes y un después», por decirlo al modo de Aristóteles. Dicho de otro modo: es un devenir temporalizado, dado a nuestra escala operatoria y métrica. Por eso carece de sentido aplicar el tiempo a la materia ontológico general, en tanto en ella no podemos medir unos movimientos respecto de otros, sencillamente porque no podemos operar con sus cauces materiales, y éstos nos son enteramente indeterminados positivamente. Esto no significa que la materia ontológico general, al serle negada la temporalidad, por su carácter mundano, haya de ser concebida como una multiplicidad pura inmutable, «eterna», porque las ideas de inmutabilidad y eternidad son ideas metafísicas y contradictorias, como hemos defendido en otras ocasiones. Y, ad hominem, si la materia ontológico general fuese inmutable, entonces no podría haber surgido el Mundo. Cursos materiales en alguna forma de devenir tuvieron que confluir y codeterminarse para dar lugar a la conformación del Universo y de los sujetos operatorios humanos y animales. Pero sería gratuito, o en todo caso no habría fundamentos positivos, para pensar este devenir «según un antes y un después», porque como hemos dicho, las mediciones diacrónicas suponen las operaciones del sujeto operatorio midiendo unos movimientos primogenéricos respecto de otros, tomados como reloj. Unos movimientos, además, de materialidades holóticamente conformadas; es decir, en la forma de todos efectivos jorismáticos.”
Cabe una puntualización, dice Javier: ” Pero el devenir en el Universo está visto desde nuestros «filtros mundanos»”, habría que decir que no solo el devenir sino todo en el Universo está visto desde nuestros “filtros mundanos”.
Después de darle muchas vueltas a esta frase: “Pero sería gratuito, o en todo caso no habría fundamentos positivos, para pensar este devenir «según un antes y un después»”, confieso que soy incapaz de encontrar una situación de devenir a la que no se le pueda aplicar el antes y el después, llegar a ser, ir siendo, cambio, movimiento, proceso de ser, acontecer, pasar, fluir, generar, destruir, aumentar, disminuir, alterar, desplazar, etc. El mismo uso de los términos “curso”, “confluir”, “codeterminarse”, “conformación”, implican un antes y un después. Llega a decir Javier en el mismo artículo: “Dicho de otro modo: la materia ontológico general está «antes» del Universo, «en» el Universo, y «después» del Universo”. Es decir la Materia ontológico-general esta antes, en y después del Universo pero cuando no existe lo zootropico su devenir no tiene antes ni después.
El materialismo filosófico se encuentra entre la espada y la pared, por una parte admite: “Cursos materiales en alguna forma de devenir tuvieron que confluir y codeterminarse para dar lugar a la conformación del Universo y de los sujetos operatorios humanos y animales”, y consecuentemente debe aceptar la existencia de un Universo sin realidades zootropicas donde terminaron apareciendo los sujetos operatorios humanos y animales. Dice Gustavo Bueno en Ensayos materialistas (mi ejemplar en papel de esta obra esta apunto de desmoronarse de tanto manosearlo) pág. 412: “Me presento una situación pretérita del Cosmos, el Jurásico, con la tierra poblada de formaciones exóticas, helechos gigantescos, reptiles monstruosos, entre los cuales no hay ningún rastro de forma humana. Sin embargo, esta representación de un punto o intervalo de millones de años en la línea del tiempo, en el que todavía no aparece el punto correspondiente a mi conciencia, sólo es posible porque la línea entera temporal está ya dada, y esta Idea es solidaria de mi propia conciencia. Soy yo quien está presente sutilmente en el escenario Jurásico, que ciertamente, “pide su existencia” (con una suerte de argumento ontológico) anterior a la mía, pero que sólo por virtud de mi acto parece existir, sin que valga ahora hablar de una realidad presente en mi cerebro porque, ciertamente, ahora el Jurásico no existe.” Llega a decir Javier en su artículo Materia y racionalidad: sobre la inexistencia de la Idea de Dios publicado en El Basilisco 36: “El carácter antrópico de las materialidades holóticamente conformadas se puede ver sencillamente a través de los postulados de corporeidad, multiplicidad y recursividad holótica, dado que si los todos efectivos han de ser corpóreos, pues sólo así pueden ser “operados” y los cuerpos dependen de la kenosis ligada a los “filtros de percepción” de los sujetos operatorios, no cabe hablar, salvo metafísicamente, de totalidades exentamente de la existencia de los sujetos operatorios; sin operaciones de “juntar” y “separar” no se puede hablar de totalidades. No obstante, esto no va, bajo ningún modo, contra la objetividad de las totalidades, pues aquí hay que contar con el mecanismo de neutralización del sujeto operatorio; un mecanismo que se yergue contra el idealismo y que nos permite hablar, por ejemplo, de edades geológicas de la tierra con anterioridad al surgimiento de los animales con sistema nervioso, o aun más, de la recurrencia infinita de la materia cósmica en el tiempo.”
Si la línea temporal esta dada desde una época en que no existían sujetos operatorios humanos ¿Por qué no puede extenderse a lo anterior?, a antes de que “Cursos materiales en alguna forma de devenir tuvieron que confluir y codeterminarse para dar lugar a la conformación del Universo y de los sujetos operatorios humanos y animales”.
Si se me contesta que el tiempo solo puede aplicarse cuando existe lo zootropico, no podemos hablar de “edades geológicas de la tierra con anterioridad al surgimiento de los animales con sistema nervioso” y si podemos “neutralizar el sujeto operatorio” para esas épocas ¿Por qué no a otras? También me resulta contradictorio que diga: “no cabe hablar, salvo metafísicamente, de totalidades exentamente de la existencia de los sujetos operatorios” para luego decir: “No obstante, esto no va, bajo ningún modo , contra la objetividad de las totalidades”, en que quedamos ¿son objetivas o no?, en todo caso lo objetivo sería el trasfondo ontológico general de esas totalidades que se dan de forma ontológico especial. Si no hay totalidades sin sujetos operatorios, lo objetivo no puede ser la totalidad sino aquello que produce la totalidad y que persiste sin sujetos operatorios, aunque también se podría decir que sin sujetos operatorios no existe la objetividad. Llega a decir (sin duda en un lapsus) en su artículo La cosmología moderna como fuente de teorías metafísicas, monistas y míticas. Respuesta a José Antonio López Díaz, El Catoblepas 32: “El regressus, desde el mundo fenoménico temporal, a un punto o estado sin tiempo es irracional” pero eso es lo que propone cuando dice: “carece de sentido aplicar el tiempo a la materia ontológico general”, quizás quería decir devenir y no tiempo.
Dice también en El Ego Trascendental como Ego lógico en el materialismo filosófico, El Catoblepas 80: “acaso sería más justo hablar de la atemporalidad, negativa, pero no privativa, de la Materia ontológico-general, no en la medida en que sus contenidos se codeterminan simultáneamente (pues esto sería recaer en la Metafísica, y supuesto que M es inmutable, el mundo de la experiencia no podría haber surgido), sino en la medida en que sus contenidos se codeterminan sucesivamente, pero no según un antes y un después. ¿Cómo lo hacen entonces? Ignorabimus. Éste es precisamente, en Ontología General, uno de los contenidos fundamentales de la Docta Ignorantia del materialismo filosófico”
Para mi esto no es mas que traducir el problema de Kant: ¿Es limitado el mundo en el espacio y en el tiempo?, a otros términos, en vez de plantear el problema de cómo ha podido trascurrir una cantidad de tiempo infinita (o de devenir) se plantea el problema de cómo algo que se codetermina sucesivamente no lo hace según un antes y un después. Quizás esto se haga para poder hablar de un devenir sin duración, dice en su artículo Monismo, espiritualismo y Teología de El Catoblepas 68: “el tiempo es «la medida del devenir»”. Dice también en otro lapsus “resulta absurdo separar el tiempo del propio movimiento de materia” (De la Física a la Metafísica: cuestiones sobre Teología Natural, Mecánica Cuántica y Cosmología. Publicado en el nº 72 de El Catoblepas), pues si dice en ese mismo artículo “ Cursos materiales en alguna forma de devenir tuvieron que confluir y codeterminarse para dar lugar a la conformación del Universo y de los sujetos operatorios humanos y animales” y dice que el tiempo no se puede aplicar a la Materia ontológico-general, tiene que especificar la materia a la que se refiere.
En cualquier caso el problema es que con ambas respuestas, tanto la que afirma el materialismo filosófico como la que afirmase que ha trascurrido un tiempo infinito, se ponen a la misma altura que el que afirmase que el Universo surgió de la nada. Son todas igual de absurdas. Dado que yo también soy materialista puedo decir que me disgusta mas la solución de salir de la nada que las otras dos, pero pequeño consuelo es. Los que creen en Dios no están ajenos a esta cuestión, pues el problema del tiempo (o del devenir) se aplica a Dios de igual manera que al Universo o a la Materia ontológico-general (Decía Bertrand Russell en Por qué no soy cristiano: ”Si todo tiene que tener alguna causa, entonces Dios debe tener una causa. Si puede haber algo sin causa, igual puede ser el mundo que Dios”) El tener superpoderes no le libra del problema. En ese sentido, hay una cierta semejanza entre el ateo que afirma la eternidad de la materia (bien sea Materia ontológico-general, bien sea M1) y el creyente que afirma la eternidad de su Dios. Con su afirmación ambos intentan trascenderse, y parecen decir, no solo tengo razón ahora con mi opinión sino que dado que la materia o Dios han existido siempre y siempre existirán, puedo decir que he tenido razón siempre y que la tendré siempre. La pequeña diferencia estriba en que el creyente aspira a la semieternidad concedida a su alma, mientras que el ateo tiene que asumir su finitud.
¿Qué diferencia habría entre la tesis de una materia primogenérica eterna y la tesis de la Materia ontológico-general eterna?
La Materia ontológico-general es la chistera con la que sueñan todos los magos, solo es necesario decir la palabra mágica: ¡ANAMORFOSIS! Y de ella se puede sacar cualquier cosa, un átomo, una emoción, un numero. No importa que “no podamos operar con sus cauces materiales y estos nos son enteramente indeterminados positivamente” y que por lo tanto se postule que aquello que conocemos en alguna medida surge de lo que no conocemos en absoluto como una refracción. Tampoco importa que la distancia entre cualquier descubrimiento científico (protón, quark, etc.) y la Materia ontológico-general sea siempre infinita. Dice el Diccionario filosófico en su entrada Anamórfosis:
“Alternativa metodológica para el análisis de las transformaciones dadas en estructuras reales o lógico-materiales. No es una metodología que quepa aplicar escogiéndola entre las otras: sólo se justifica (apagógicamente) cuando las otras vías (emergencia, reducción) se consideren impracticables. Es una metodología que (una vez descartada la emergencia) presupone la aplicación previa de metodologías reductivas. Los pasos reductivos no son transitivos (aunque se comprenda la reducción gradual de la estructura de un organismo a sus partes anatómicas, la de estas partes a sus tejidos, éstos a sus células, y éstas a las moléculas y, a su vez, a los átomos y estructuras subatómicas, el retorno desde las estructuras subatómicas a la estructura orgánica seguirá presentándose como inviable, y habrá que decir que la vía de retorno está cortada). Si la fase regresiva de la reducción se supone firmemente establecida y, sin embargo, el progressus o retorno a la estructura problema parezca inviable, habrá que reconocer que la reducción no ha sido lograda, que la metodología reductora ha fracasado. Cuando esto sea así, sólo queda una salida: la de «triturar» -desestructurar, descomponer- las estructuras básicas de referencia, no para prescindir de ellas, sino para re-fundirlas (entre sí, y con terceros componentes tomados de su entorno) de suerte que el retorno pueda quedar restablecido. Esta salida es la anamórfosis. Los procesos de anamórfosis pueden clasificarse, atendiendo a dos criterios bien distintos relacionados, el primero con el terminus ad quem (con la estructura resultante) y el segundo con el terminus a quo de la anamórfosis (con los materiales de partida).” (…) “Cuando las estructuras básicas dadas en el regressus de una reducción imperfecta no permitan una desestructuración ulterior, la anamórfosis no podrá acogerse a categorías positivas y tendrá que apelar a la materia ontológico general, en su función de instancia crítica del sustancialismo que suele ir asociado a las «estructuras básicas primordiales» (las de la física subatómica, hadrones, leptones).“
No cabe osadía mayor que pretender negar el conocimiento científico (pues no otra cosa significa eso de que “la vía del retorno esta cortada”) para terminar refiriéndose a terceros componentes tomados de su entorno (como si estos no existieran cuando se usa la emergencia) que en ultima instancia se deben acoger a la Materia ontológico-general. La anamórfosis indeterminada o absoluta no es mas que pretender (usando una frase de Bueno): “Explicar un enigma por vía de un milagro es explicar lo oscuro por lo más oscuro todavía”
Dice Mario Bunge en su Diccionario de filosofía:
“Universo: El sistema de todos los existentes. Sin. Mundo, cosmos. El universo tiene algunas propiedades peculiares: es único y con existencia propia; no está situado entre otras dos cosas ; no interactúa con nada más; es eterno (a pesar de la infundada ecuación del Big Bang, o inicio de la expansión, con el nacimiento del universo); ocupa todo el espacio y su parte conocida se está expandiendo.”
Dice también en su artículo El método de la biología: “Así, mientras los electrones presumiblemente han estado por ahí desde toda la eternidad”.
¿Qué diferencia habría entre un Universo eterno de realidades primogenéricas (M1) de las que evolucionan M2 y M3 y el planteamiento del materialismo filosófico?
El problema del tiempo, del devenir y de lo eterno lo tienen igual ambos sistemas.
Dice Bueno en Ensayos materialistas pág. 180: “Pero es la Ontología especial la que nos preserva de atribuir a la Materia general cualquier atributo dado en el Mundo (p. ej., la Inteligencia). La única estrategia aquí abierta es la propia de la crítica trascendental: atribuir a la Materia general cualquier determinación especial (inteligencia, p. ej.) exige, por la symploké, irle atribuyendo todas las demás, hasta reobtener la duplicación exacta del Mundo.”
Y sin embargo el materialismo filosófico atribuye a la Materia ontológico-general atributos de la ontología especial como pluralidad, codeterminación y devenir. ¿Por qué? Como dice en la página 181: “es la Ontología especial la base más rígida para la disciplina crítica de la Ontología general.”
Dice después “la razón es corpórea” y luego dice “La conciencia racional, en tanto que ligada al Mundo, in medias res, sólo puede desarrollarse y avanzar con el proceso mismo del Mundo, haciéndose y deshaciéndose: no puede ir más allá del estado en el que el mundo se encuentra.”
Y esto lo demuestra en esos atributos que no puede dejar de traspasar de la Ontología especial a la general. Cabe preguntar, si de los tres atributos de la Ontología especial que atribuye a la general, el de devenir lo matiza diciendo devenir sin antes ni después, ¿se deben matizar los otros dos?
La pluralidad ¿es sin multiplicidad?, y la codeterminación ¿es autodeterminación?
Bueno construyó la Materia ontológico-general con la finalidad de superar determinados problemas que encontraba en el materialismo, para aglutinar sus respuestas a estos problemas (antimonismo, inconmensurabilidad, contradicciones, etc.) y de paso para tener una parcela de conocimiento que no le podían pisar los científicos y su conocimiento categorial. Esta opción tiene sus consecuencias, por ejemplo, si M2 surge de M1, M2 es “investigable” y existe la esperanza de dilucidarlo en su integridad, ahora bien si M2 depende directamente de la Materia ontológico-general el problema cerebro-mente quedará irresoluble para siempre, por cuanto M2 es una “refracción” de la Materia ontológico-general. No solo M2, dice Bueno en el Diccionario filosófico: “El análisis de la transformación de las estructuras subatómicas, a través de pasos graduados, en estructuras biológicas más complejas, acaso requiera la apelación a la idea de una anamórfosis absoluta como única alternativa al reduccionismo mecánico de la Biología.”
Dice Vidal Peña en el libro La filosofía de Gustavo Bueno pág. 25: “Otro problema particular vendría dado por la definición precisa del segundo género (M2), el de la interioridad. Si el autor de los Ensayos no se ofende, me permito decir que nunca he estado seguro de que la honestidad intelectual que le lleva, en esa obra, a reconocer la autonomía de dicho género haya ido siempre acompañada de una convicción profunda, aunque, desde luego, lo escrito en los Ensayos escrito está.”
Este intento de solución desde el materialismo filosófico no aporta prueba alguna (no se puede) y el argumento es muy endeble, porque si se basa en que el antes y el después lo pone el sujeto operatorio y en la Materia ontológico-general no hay totalidades ni sujetos ¿no estará poniendo también el sujeto lo demás, es decir: el devenir, la codeterminación y la pluralidad?
Y el método apagógico usado se ve obligado a elegir entre tres opciones absurdas, considerando a una un poco menos absurda.
Los problemas que da el tiempo no los da el espacio. El espacio debe ser necesariamente infinito, sino habría que plantearse que el Universo está encapsulado en un envoltorio aespacial. Pero esta infinidad espacial se da simultáneamente, unas partes no dependen de las otras para su existencia, un espacio que es un plenum de materia (y en esto están de acuerdo Bueno y Bunge). Si pudiéramos considerar al tiempo infinito de la misma manera, es decir dado simultáneamente, se eliminaría el problema de la infinidad recorrida, pero este planteamiento produce mas problemas de los que soluciona.
Y si por otra parte negamos la infinidad del tiempo, lo encerramos en unos limites atemporales. Que es precisamente lo que hace la teoría del Big Bang y el Materialismo filosófico. Al hacer surgir el tiempo de entes atemporales (la nada o la Materia ontológico-general).
Y quizás por todo ello terminamos eligiendo con prejuicios filosóficos aquel absurdo que nos parece menos absurdo y se adecua mas con nuestra manera de ver el mundo.
Esta cuestión del devenir a mi me parece fundamental, sigue vigente y lo estará siempre seguramente, pues quizás sea irresoluble para nuestros “filtros mundanos”.
Y así terminamos con algunas de las frases que han definido a la Materia ontológico-general desde el materialismo filosófico dichas por Javier:
Dice en El Basilisco 36: “Abismo insondable de la Materia ontológico-general”.
Dice en El Basilisco 35: “Reino de las sombras”.
Allí mismo habla del “problema complejísimo del tiempo en la Materia ontológico-general, en la prácticamente irresoluble cuestión del devenir en M “antes” de la aparición de Mi”.
Podríamos terminar como el cuento de Wittgenstein y decir “De lo que no se puede hablar, mejor es callarse”.
Pues hay que ver cuanto se puede escribir sobre algo de lo que no podemos saber nada.
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