sábado, 27 de octubre de 2012

SUPERSTICIÓN Y RAZÓN EN GUSTAVO BUENO




















SUPERSTICIÓN Y RAZÓN EN GUSTAVO BUENO

Fermín Huerta Martín

Sabed pues, amigos míos, sabed que todo lo que se declara y todo lo que se practica en el mundo para el culto y la adoración de los dioses no son más que errores, abusos, ilusiones e imposturas; todas las leyes y las órdenes que se publican bajo el nombre y la autoridad de Dios, o de los dioses, verdaderamente sólo son invenciones humanas, al igual que todos estos bellos espectáculos de fiesta y de sacrificios, o de oficios divinos, y todas estas otras prácticas supersticiosas de religión y de devoción que se hacen en su honor.
Jean Meslier


En su artículo ¡Dios salve la razón!, incluido en el libro Dios salve la Razón, Ediciones Encuentro, Madrid 2008, Gustavo Bueno escribía:
“El cristianismo, al oponerse a las supersticiones, estableció un canon de racionalidad que salvó en los siglos sucesivos, y en numerosas ocasiones, a la razón de la «hemorragia supersticiosa».” También dice mas recientemente en El Basilisco 42: “Fue la Iglesia católica, a través de la Teología y de la Filosofía escolástica la que, entre las demás confesiones, mayor  “cantidad de racionalismo” y limitación de las supersticiones tradicionales pudo incorporar”
Ya en mi artículo La unión de los ateos es posible y deseable, dije que debería poner:  “las supersticiones cristianas, al oponerse a otras supersticiones…”. En el verano de 2012 tuve la ocasión de comprar una edición facsímil del libro Reprobación de las supersticiones y hechicerías (1538), escrito por Pedro Ciruelo, esta obra se podría decir que es un intento del maestro Ciruelo por confirmar las palabras del maestro Bueno, palabras dichas mucho tiempo después de morir Ciruelo pero que parecen haber estado flotando en el aire durante los últimos 2000 años y han anidado en muchas cabezas desde entonces, incluso en cabezas de materialistas ateos como Bueno.
Mi tesis por el contrario es que el catolicismo no supone ningún freno a las supersticiones, sino un cambio de una colección de supersticiones independientes o con algún grado de conexión en algunos casos, con un sistema altamente integrado de supersticiones, y que consecuentemente habría que valorar desde fuera  de estos dos grupos de supersticiones, desde un bando que al menos aspire a la racionalidad (para que no suene presuntuoso la afirmación de que tal racionalidad se ha conseguido), habría que valorar, digo, si ese cambio de una superstición a otra supone un avance, un retroceso o un estancamiento en la situación, según la naturaleza  de los casos concretos de supersticiones que se traten, todo ello visto desde una posición que aspirase a ser no supersticiosa.
La manera del maestro Ciruelo de “superar las supersticiones” consiste en asociarlas al diablo, haciéndolas merecedoras de pecado por atentar contra el primer mandamiento, así son perseguibles por “prelados y  jueces, eclesiásticos como seglares”. De esta manera esa supuesta superación no es mas que una asimilación, integra una serie de supersticiones en un sistema supersticioso (catolicismo), pero no las supera, puesto que no las niega ni las da por imposibles, simplemente les busca una causa común proveniente de su propia megasuperstición (el diablo) y de esta manera las unifica y fagocita. Dice Ciruelo en la pág. 50: “ Luego creer en aquella vanidad y quererse regir por ella en sus cosas es superstición de agüero y pecado mortal; y aunque haciendo aquello le salga a bien, es por inspiración del diablo con quien tiene pacto secreto.”
Dice el Catecismo de la Iglesia Católica en su entrada: 2110 : “El primer mandamiento prohíbe honrar a dioses distintos del Único Señor que se ha revelado a su pueblo. Proscribe la superstición y la irreligión. La superstición representa en cierta manera una perversión, por exceso, de la religión. La irreligión es un vicio opuesto por defecto a la virtud de la religión.
2111 La superstición es la desviación del sentimiento religioso y de las prácticas que impone. Puede afectar también al culto que damos al verdadero Dios, por ejemplo, cuando se atribuye una importancia, de algún modo, mágica a ciertas prácticas, por otra parte, legítimas o necesarias. Atribuir su eficacia a la sola materialidad de las oraciones o de los signos sacramentales, prescindiendo de las disposiciones interiores que exigen, es caer en la superstición (cf Mt 23, 16-22).
 2116: Todas las formas de adivinación deben rechazarse: el recurso a Satán o a los demonios, la evocación de los muertos, y otras prácticas que equivocadamente se supone ‘desvelan’ el porvenir (cf Dt 18, 10; Jr 29, 8). La consulta de horóscopos, la astrología, la quiromancia, la interpretación de presagios y de suertes, los fenómenos de visión, el recurso a ‘mediums’ encierran una voluntad de poder sobre el tiempo, la historia y, finalmente, los hombres, a la vez que un deseo de granjearse la protección de poderes ocultos. Están en contradicción con el honor y el respeto, mezclados de temor amoroso, que debemos solamente a Dios.”
Copio dos ceremonias descritas en el libro de Ciruelo, una es considerada supersticiosa y la otra un remedio moral y espiritual.
Remedio moral y espiritual contra la tempestad de nublados, pág. 119:
“El remedio moral y espiritual es: que luego que vean venir la mala nube al tañer de las campanas, se vengan los clérigos a las iglesias y se vistan sus sobrepellices y estolas, y acudan luego tras ellos todos los principales hombres y mujeres de cada parroquia con candelas benditas encendidas, y se junten en la nave y capilla mayor de la iglesia delante el altar donde está el Santísimo Sacramento; y abierto el altar, pongan el libro Misal a la parte del Evangelio, abierto por las imágenes del “Te igitur”. Y abran con mucha reverencia el tabernáculo del Santísimo Sacramento de manera que se parezca la custodia o la arca del Corpus Christi; mas no la saquen fuera de su tabernáculo. Estén las hachas o cirios todos encendidos y principalmente el cirio pascual bendito; y si hay reliquias de santos en la iglesia, tráiganlas todas al altar puestas a los lados del Santo Sacramento. Puestas todas estas cosas en orden, los sacerdotes estén de rodillas en las gradas del altar, y toda la gente con devoción se humillen a tierra, demandando a Dios misericordia y socorro en tanto trabajo y peligro, y suplicándole que por su infinita potencia haga disolver aquella mala nube y libre aquella su familia y los términos de aquel lugar del daño que podrá hacer aquella tempestad. Y los clérigos a medio tono canten los salmos del “canticum grado” y “miserere mei Deus”, y “qui habitat in adjutorio”, y “Deus misereatur nostri”, y “libera me de inimicis, Deus meus”. Y otros algunos salmos que hagan al propósito. Tras los salmos digan los cuatro Evangelios, y después comiencen devotamente la letanía de los santos y hagan su procesión por la claostra o por el cuerpo de la iglesia; y en fin de la letanía digan las colletas y oraciones más apropiadas al caso, y las oraciones de aquellos santos cuyas reliquias o imágenes tienen en los altares y capillas de la iglesia. Mientras que esto hacen y dicen los clérigos, la otra gente debe secretamente rezar devociones por las horas o por sus cuentas y rosarios, según que supieren, teniendo intención de rogar a Dios y a sus santos que por su misericordia envíe socorro y ayuda del cielo contra aquella tempestad. Y mi parecer es que los sacerdotes no salgan fuera de la iglesia para hablar con la nube mala, ni saquen las santas reliquias ni menos el Santísimo Sacramento fuera a la tempestad, porque con más devoción hablarán con Dios dentro de la iglesia que no de fuera, y mas presto será oída su oración en el cielo delante de Dios”.
Pág. 122:
“La común manera destos engañadores es, que el conjurador se hace juez y delante de su audiencia comparecen dos procuradores, el uno por parte del pueblo, que demanda justicia contra la langosta, el otro pone el vicario del obispo o la justicia del rey por parte de la langosta o la oruga o el pulgón, etc. Después de muchas acusaciones que pone el procurador del pueblo y respuestas que hace el procurador de la langosta; y dados sus términos de probanzas de la una parte y de la otra, hácese luego proceso; y, a la fin, el maldito juez da su sentencia contra la langosta, en que dentro de tantos días se vaya de todo el término de aquel lugar, so pena de excomunión “latae sententiae”, etc. Acontece muchas veces que el diablo, por cegar y engañar a los pueblos que tales cosas consienten, haga venir en efecto lo que promete el conjugador, y por sus secretas operaciones con cosas naturales hace huir de allí las langostas y las otras sabandijas. Mas los santos doctores, todos conformes sin contradicción de alguno dellos, dicen que esta manera de echar la langosta es supersticiosa y mala por dos razones: la una es porque se arma pleito y causa contra criaturas brutas que no tienen seso ni razón para entender las cosas que les dicen; y, así, es operación de vanidad, y juntamente es pecado de blasfemia en hacer burla y escarnio de la excomunión que usa la Iglesia Católica contra solos los malos hombres contumaces y rebeldes a la obediencia que deben a los prelados de la Iglesia.”
Solo desde un punto de vista que acepte como verdad las tesis católicas tiene sentido decir que el catolicismo supuso un freno a las supersticiones, pero un materialista ateo de ninguna manera puede aceptar esto, por lo tanto ver un freno o una superación de las supersticiones donde no hay sino una continuidad o asimilación de las mismas es muy sospechoso. Para el maestro Ciruelo es supersticioso todo lo que se sale de las normas católicas pero Bueno no puede esgrimir este argumento.
Desde una posición no supersticiosa, como el materialismo ateo, ninguna de las dos ceremonias descritas tienen capacidad causal para conseguir lo que se proponen, pues Dios no existe y el Diablo no existe, por lo tanto si funcionan será por otro motivo que habrá que investigar o por simple casualidad, el que lucha contra la superstición debe realizar esta operación. Por eso incido en que Bueno no puede considerar un freno de la superstición a la Iglesia Católica sino un continuador de la misma, si valora que el catolicismo es una superstición sistematizada, yo lo puedo comprender y valorar a su vez, pero la única manera de pensar que el catolicismo es un freno a la superstición es considerarlo no supersticioso, pero esto no puede hacerse de ninguna manera desde una posición materialista.
Cuando desde posiciones materialistas y ateas se habla de “superior racionalidad de la dogmática cristiana respecto de sus alternativas coetáneas” es que algo falla, en este caso lo que falla es el significado que da Bueno a los términos Razón y Superstición (al hacer hincapié en el aspecto funcional de los mismos), define Bueno la racionalidad: “Termino prácticamente sinónimo de razón. No obstante, hay autores que distinguen entre racionalidad y razón: por ejemplo, la razón se definiría como una facultad, mientras que la racionalidad sería el ejercicio de dicha facultad o bien la cualidad de aquello que es obra de la razón. La racionalidad no adopta una forma única, sino que podemos hablar de una racionalidad científica, filosófica, técnica, económica, etc.

La racionalidad, desde el materialismo filosófico, no se concibe como si fuera una capacidad o facultad psicológica derivada de la estructura subjetiva (espiritual o cerebral) de un sujeto operatorio, animal o humano. La racionalidad se concibe como característica de dominios en los cuales se encadenan operaciones y grupos de operaciones que tienen lugar entre términos distintos delimitados en el espacio antropológico (cosas, animales, hombres), tales que den como resultado un sistema de instituciones objetivas (suprasubjetivas, por tanto) a través de las cuales las operaciones entre cosas, entre animales o entre hombres, pueden dar lugar a resultados que ajustan unos con otros de un modo recurrente. Una danza ceremonial, en torno a una hoguera, puede considerarse racional o funcional desde coordenadas adecuadas.

La racionalidad se circunscribe al terreno de las instituciones humanas, pero no por ello hay un corte dicotómico entre la racionalidad humana y la conducta de los hombres primitivos (en contra de la teoría de Lévy-Bruhl sobre la «mentalidad prelógica primitiva»). Ni siquiera cabe una dicotomía entre la conducta racional humana, moldeada sobre operaciones con entidades distintas del sujeto y la conducta de ciertos animales a los cuales los etólogos reconocen hoy un carácter raciomorfo.

Lo que no queda incorporado a las redes de la racionalidad operatoria institucional es arracional, pero no es por ello irracional. Los pueblos maya predecían los eclipses con precisión. Pero eso no era ciencia. Además se basaban en la mitología y su predicción se debía a que habían pasado años y años, como los babilonios, estableciendo una relación empírica entre el sol y la sombra. Esto no es ciencia, aunque no por ello es irracional. No se trata de una verdad demostrada: se dieron cuenta de que es así, pero no dieron las causas, las razones internas de eso. La irracionalidad sólo puede darse en el marco de lo que es racional, es decir, de las instituciones (lo irracional surge en el proceso de confluencia de diferentes instituciones racionales, a la manera como lo irracional en Geometría apareció en la confluencia de las categorías de la Aritmética que pretendían medir la diagonal del cuadrado con el lado y las categorías de la Geometría, que declaraban inconmensurables estos segmentos determinados en el cuadrado)”.
,En primera aproximación la razón se tiene que relacionar (decía Bueno en Symploké: “Razonar es relacionar”) con la posibilidad y la verdad, algo imposible no será racional y algo posible pero falso tampoco, los criterios de racionalidad de cosas posibles y verdaderas es mas complejo de abordar. De hecho los verdaderos problemas con el racionalismo empiezan cuando tratamos con cosas, hechos, procesos, etc., que son posibles y verdaderos (si son verdaderos es porque son posibles). Pero no representa ningún problema al racionalismo enfrentarse con cosas imposibles o posibles pero falsas. Digamos que no pasan el primer filtro necesario para que lleguen a ser un problema. Si las palabras que motivan este texto hubiesen sido dichas o escritas por un creyente católico no me hubiera molestado en contestarlas, al fin y al cabo dentro de su error (visto este desde la posición materialista) el creyente despliega una posición coherente que incluye el adueñarse de la racionalidad (apoyándose por ejemplo en la entrada 159 del catecismo que dice: “A pesar de que la fe esté por encima de la razón, jamás puede haber contradicción entre ellas. Puesto que el mismo Dios que revela los misterios e infunde la fe otorga al espíritu humano la luz de la razón, Dios no puede negarse a sí mismo ni lo verdadero contradecir jamás a lo verdadero» (Concilio Vaticano I: DS 3017). «Por eso, la investigación metódica en todas las disciplinas, si se procede de un modo realmente científico y según las normas morales, nunca estará realmente en oposición con la fe, porque las realidades profanas y las realidades de fe tienen su origen en el mismo Dios. Más aún, quien con espíritu humilde y ánimo constante se esfuerza por escrutar lo escondido de las cosas, aun sin saberlo, está como guiado por la mano de Dios, que, sosteniendo todas las cosas, hace que sean lo que son”. Sin embargo las palabras las pronuncia uno de los mas grandes materialistas ateos españoles de todos los tiempos.
La consecuencia de dejar de relacionar la razón con la posibilidad y la verdad es una serie de afirmaciones como estas “una danza ceremonial, en torno a una hoguera, puede considerarse racional o funcional desde coordenadas adecuadas”, “en la Teología católica, hay tanto o más racionalismo como el que podamos encontrar en las ciencias positivas modernas”, “la conducta de los soldados que jamás aciertan con sus disparos será irracional”. Tomemos este ultimo ejemplo, desde nuestra posición, que un soldado acierte o falle en sus disparos no altera la racionalidad del proceso, lo que nos haría hablar de irracionalidad sería por ejemplo que el soldado intentase acertar a la Luna con su fusil, aquí nos encontramos ya ante una imposibilidad de la cual extraemos su irracionalidad, lo curioso del caso es que Bueno adopta una postura muy próxima a la nuestra en su prologo al libro Astrología de Isaac Amigo, basta con leer estos fragmentos:
“Presuponemos que la astrología carece de todo fundamento científico, los astrólogos proceden apoyados en principios ridículos”, “¿No es paradójico --por no decir ilógico-- el auge de la astrología en una sociedad urbanizada y democrática en la que los individuos están acostumbrados al razonamiento, al cálculo y al análisis, así como también al debate y a la crítica?”, “falta evidente de fundamento de la astrología”, “la fe en la astrología es una superstición”, “la confianza otorgada por la gente al horóscopo no será un confianza científica, sus motivaciones pasan por encima de los conocimientos científicos, por ello habrá que considerarla “indocta””.
Considero que las criticas que Bueno realiza a la astrología con el apoyo del conocimiento científico debería extrapolarlo a su critica al catolicismo con el apoyo de la ciencia y sobre todo de su posición filosófica materialista-atea. Dicho de otra manera, desde una posición materialista-atea no se puede hablar de racionalidad del catolicismo, excepto en cuestiones puntuales del tipo de cuando la conferencia episcopal española hace una campaña publicitaria para conseguir dinero vía impuesto de la renta, que sería una actuación muy racional (mas que por ejemplo rezar para que les toque la lotería). Quien afirma la idea de Dios como clase vacía, como hace Bueno, no puede después hablar de racionalidad de algo cuya base es imposible y falsa. De la misma manera que dice en la pág. 24 de El Basilisco nº 42 “Cuando las operaciones  segundogenéricas no tienen respaldo primogenérico se convierten en delirios irracionales”, de la misma manera toda la teología católica carece del respaldo de la existencia de Dios y consecuentemente es un delirio irracional. Como materialista-ateo esta es la postura que tendría que defender y no la que defiende que es mas próxima a una posición confesional.
Es curioso que cuando Bueno estaba obligado a escribir en coordenadas confesionales (Filosofía. Sexto curso, 1958) por imposición franquista (a pesar de que el era ya ateo en aquella época, dice en Cuestiones cuodlibetales sobre Dios y la religión pág. 26, “cuando cursé los dos últimos años de bachillerato, en Zaragoza, cristalizó en mí la decisión de calificar explícitamente a la dogmática católica, entonces reinante, como un conjunto de mitos y de imposturas inventados por los sacerdotes para engañar a los niños o al pueblo). En Filosofía. Sexto curso decía cosas como esta: “Este saber total (el saber religioso) no es racional, como lo es el saber científico, sin que por ello haya de pensar que el saber religioso sea irracional. Hay que decir que es supranacional, o praeterracional. Pues el saber religioso se funda, no en la razón, edificada sobre los datos sensoriales, sino en la Revelación.”
Y ahora que puede escribir sin esa imposición nacional-católica se empeña en hablar de la “cantidad de racionalismo” del catolicismo.