sábado, 29 de octubre de 2011

¡POR EL ELECTRON! ¡POR QUE NUNCA SIRVA PARA NADA!





















¡POR EL ELECTRON! ¡POR QUE NUNCA SIRVA PARA NADA!




Fermín Huerta Martín





“La historia de la ciencia es parte de la ciencia: sólo comprendemos plenamente una idea cuando sabemos lo suficiente acerca de su historia para verla como una etapa del continuo avance científico, que de ayer pasa a las conjeturas de mañana acerca de su significación a través de hoy.”

Lancelot Law Whyte (Las estructuras jerárquicas)





He tenido la ocasión de leer el libro El inquieto universo de Max Born (Nobel de Física en 1954), publicado en 1936 y actualizado con un Post Scriptum cuando se reedito en 1951. Es un libro fácilmente catalogable como de divulgación científica. La verdad es que no lo compré ni por que fuera de Max Born ni por que fuera de divulgación científica sino por que lo tradujo Mario Bunge (manías de un coleccionista pobre). Se editó en español en 1960 por la Editorial Universitaria de Buenos Aires. El libro es realmente curioso, en cada página el texto ocupa solo una parte del espacio, lo que sobra se dedica a ilustraciones. Una parte de ellas están destinadas a formar una serie de films que recrean diversos movimientos (moléculas de gas, medición de velocidades moleculares, oscilador hertziano, velocidad de grupo, difusión de partículas alfa, movimiento del electrón en el átomo de hidrógeno, rotación del plano orbital) a base de hacer pasar las páginas rápidamente. Podemos considerar como una solución imaginativa para el año en que se publicó el libro, hoy en día Internet (por ejemplo en el Youtube) pueden encontrarse multitud de recreaciones animadas de muchos procesos estudiados por la ciencia (desde los diversos movimientos de la Tierra hasta la fecundación de un óvulo por un espermatozoide). Tales recreaciones son de gran ayuda para la comprensión de esos procesos y pueden considerarse un gran auxilio para la divulgación científica cuando esta es entendida como una forma de hacer llegar a un publico no especializado los conocimientos adquiridos por especialistas. En muchos libros de divulgación científica podemos encontrar expresiones como las que utiliza Born cuando dice: “Pero estos detalles están fuera de los marcos de este libro”.

No voy a ser yo quien descubra la importancia de la divulgación científica, dice Steven Weinberg en su libro Partículas subatómicas (que es un magnifico ejemplo de libro de divulgación científica), en la página xi: “Considero que los descubrimientos son elementos de la cultura del siglo XX, y me parece trágico que tantas personas, sensibles y formadas en otros aspectos, se hallen alejadas de esta parte de nuestra cultura por desconocimiento de los rudimentos de la ciencia.” Vivimos inmersos en un mundo tecnificado lleno de aparatos (ordenadores, móviles, TV, Internet, etc.) que existen gracias a descubrimientos científicos previos, también estamos rodeados de amenazas que se derivan de esos conocimientos científicos, como el reciente ejemplo de la central nuclear de Fukushima. No esta de mas conocer todos estos descubrimientos aunque solo sea para tener presente que no son fruto de magia, oraciones o acciones a distancia instantáneas. Sino del duro trabajo de personas interesadas en buscar conocimientos, dice Born en la pág. 305: “El espíritu de investigación, el deseo desinteresado de revelar los misterios de la naturaleza, están hoy tan vivos y son tan activos como siempre”.

Hace mucho tiempo que tengo cuatro áreas temáticas principales de lectura, filosofía, ciencia, religión y pseudociencias. Esto quiere decir repartir un tiempo escaso de lectura. Aun así he procurado leer todo lo que he podido sobre ciencia, durante algunos años coleccioné las revistas Mundo Científico y sobre todo Investigación y Ciencia, a las que vuelvo a leer periódicamente según el interés del momento. Hoy en día Internet puede suplir de sobra este nivel de interés científico, así como la red de bibliotecas publicas. Haciendo de este modo mas fácil al interesado por estos temas el acceso a los mismos.

Como materialista y ateo, pienso que la ciencia es la mejor munición de que disponemos en nuestra guerra contra las pseudociencias y las religiones, dice Einstein en sus Notas autobiográficas: “Como primera salida estaba la religión, que la máquina educativa tradicional se encargaba de implantar en cada niño. De esta suerte (y pese a ser yo hijo de padres judíos absolutamente irreligiosos) llegué a una honda religiosidad, que sin embargo halló abrupto fin a la edad de doce años. A través de la lectura de libros de divulgación científica me convencí en seguida de que mucho de lo que contaban los relatos de la Biblia no podía ser verdad.” Cuando no se accede a la información científica es mas fácil creer en cosas como que el hombre no ha llegado a la luna.

El libro que ha motivado estas líneas cuenta en su Post Scriptum con unas interesantes reflexiones que de alguna manera están relacionadas con el brindis que he elegido como titulo, que he sacado del libro La partícula divina de Leon Lederman (Nobel de Física en 1988), la partícula en cuestión es el bosón de Higgs que se puso de “moda” recientemente a raíz de la puesta en marcha del LHC (gran colisionador de hadrones) cerca de Ginebra. Cuenta Lederman que en el Laboratorio Cavendish de la Universidad de Cambridge se solía brindar con esas palabras. Allí fue donde J. J. Thomson (Nobel de Física en 1906) descubrió el electrón en 1897 (dice Weinberg en el libro citado: “Su talento residía en saber en todo momento cuál era el siguiente problema a abordar.“ ). El brindis es casi un alegato idealista del quehacer científico, visto como una adquisición de conocimientos puros sin aplicaciones practicas. De este espíritu parece ser solidario Born en una parte de su trayectoria, por lo menos eso parece reflejar sus palabras, dice por ejemplo en la pág. 287: “Lo que impulsa al hombre de ciencia a investigar es, como la fe del devoto o la inspiración del artista, una expresión del anhelo de la humanidad de hallar algo fijo, algo quieto en el torbellino universal: Dios, Belleza, Verdad. La verdad es lo que busca el hombre de ciencia.”

Todo esto esta relacionado a su vez con la ya mencionada y tristemente famosa tragedia de la central de Fukushima. Pues si el electrón no hubiese servido para nada la tragedia no se hubiera producido, pero como dice Lederman: “Mala suerte, hoy toda nuestra superestructura tecnológica se basa en este pequeño compañero“. Desgraciadamente financiar la ciencia básica cuesta un dinero que exige a esa misma ciencia unas aplicaciones prácticas que produzcan beneficios que permitan costear la ciencia básica. Estas aplicaciones practicas no están exentas de riesgos. Dice Born en la pág. 307: “Hasta este punto ha sido posible relatar el progreso científico como si no estuviera relacionado con ninguna otra cosa que ocurriera en el mundo. Esta era la actitud de casi todos los científicos de la vieja generación, a la que pertenezco, y mi libro fue escrito en ese estilo. La sociedad civilizada, pacífica y aparentemente estable de Europa y Norteamérica podía permitirse el lujo de estas abstracciones. Pero este período terminó en 1933: Hitler subió al poder.”

Primero Born critíca sutilmente a los que colaboraron en el diseño y construcción de la primera bomba atómica: “Me parece que los hombres de ciencia que dirigieron los trabajos que culminaron en la bomba atómica son hombres extremadamente hábiles e ingeniosos, pero no sabios. Abandonaron los frutos de sus descubrimientos en manos de políticos y soldados, y lo hicieron incondicionalmente, Perdieron así su inocencia moral y su libertad intelectual”. Luego reconoce su inevitabilidad: “La técnica para producir estas ondas de “radar”, como se las llama, fue elaborada en un comienzo con fines bélicos (en la actualidad nunca puede uno librarse de este lado siniestro de la investigación)”. Termina diciendo: “Los motivos de quienes tomaron parte en la confección de los explosivos nucleares están ciertamente por encima de todo reproche.”

Confía sin embargo en los usos pacíficos de la energía nuclear. La cual parece encerrar el mismo dilema que el uso militar. Su supuesta inevitabilidad, decía Mario Bunge recientemente:

“Es verdad que las usinas nucleares son peligrosas, especialmente en países sísmicos como Japón. Pero ¿como quieres que los japoneses obtengan energía sin tener fuentes energéticas propias? Recuerda que no tienen petróleo (que se esta acabando de todas maneras) ni recursos hídricos. Lo que tenían antes bastaba para una sociedad agraria, pero no para una potencia industrial. Y la luz solar y el viento bastan para iluminar una vivienda y manejar una computadora, pero no para alimentar una fabrica. En suma, no hemos resuelto el problema de la energía, ni siquiera lo hemos abordado seriamente, porque era mas fácil hacer la guerra para robarla.”

Dos reflexiones finales, primero como dice Born en la pág. 316: “Las ideas mas abstractas pueden alcanzar un día gran importancia práctica”. Este hecho tiene muchas implicaciones morales.

Segundo, una de las fuentes de esa moralidad puede ser como cita el autor en la pág. 320:”Porque la ciencia no es solamente la tecnología, sino que es también el material de una sana filosofía”

Estas son algunas de las cuestiones que se pueden encontrar en este libro en particular y en los libros de divulgación científica en general.